domingo, 7 de enero de 2007

Otra historia de Rhode Island

Iba tocando una de literatura (japonesa) pero, por causas ajenas a mi voluntad, no ha podido ser. Quizá en la próxima entrada.

Llega un momento peliagudo a la hora de enfrentarme a una entrada.

Este fin de semana he disfrutado mucho de la televisión. He estado viendo películas que ha había visto, premakes (¿cómo llamar a lo contrario de remake?) y pelis poco vistas por ser europeas. Esto es lo que este fin de semana me han ofrecido TVE1, La 2 y Onda 6.
Aprovecho, por cierto, para aconsejar Onda 6 a todos aquellos que puedan ver esta televisión local. Aquí he visto verdaderas rarezas, pelis muy interesantes y al mismísimo Woody Allen.

Pero, ¿qué ocurriría si a uno le regalara un delicioso pastelito coronado con una guinda cuando aborreces las guindas? Todo sería tan sencillo como quitarle la guinda al pastel y comértelo… Pero, ¿hablarías al resto de la gente de ese pastel? ¿Admitirías que aborreces las guindas?

Eso mismo me ocurrió este viernes, sin ir más lejos.

Toda persona cercana a mí sabe que, además de cierto cocinero, cierto conductor de Fórmula 1 y algún que otro personaje famoso, hay un actor al que tengo una manía inexplicable (o sí).

Hace ya unos años, quedé con unos muy buenos amigos para ver una película del videoclub. Esa costumbre tan bonita que ya hemos perdido los usuarios de Internet… Ya no sabemos lo que es ir al videoclub a media tarde, a comprar bebida, chuches y palomitas y, sobre todo, a intentar elegir una película. Uno no sale del videoclub hasta que anochece y, si se va en grupo, un gran porcentaje del mismo no se marcha demasiado convencido (como me pasaba a mí cuando se elegía una película de terror o, más concretamente, como me pasó con “A todos gas” o “Taxi Driver”). Tampoco sabemos ya lo que se le hace pasar al dependiente (especialmente si no se ha sido uno, como una servidora) del videoclub cuando vamos a por la peli diez minutos antes de que cierre la tienda.

Aquel día, para mi desgracia (o eso creía yo), la película ya estaba elegida y los gusanitos comprados. Suerte que en la casa había chimenea, Trivial y un montón de gatos. Aunque la peli no me gustara, tenía que pasármelo bien.

La película era “Yo, yo mismo e Irene”, protagonizada por Renee Zellweger y… ¡¡¡Jim Carrey!!!

Como sabiamente han dicho en La Off-Off Critica, “Seamos honestos. A Jim Carrey o se le venera, o se le odia con un odio enconado, profundo, nacido de las mismas entrañas de Satán” (crítica completa
aquí).

No sé en qué momento empezó a, digamos, disgustarme este buen hombre.
No voy a decir tampoco que sea un mal actor ni que lo haga de pena. Supongo que hace su papel como es debido.
Lo que me ocurre a mí con Jim Carrey es que me irrita, me enerva, me exaspera.
A todos los que se ríen les diría que lo hacen porque está al otro lado de la pantalla y no creen que pueda estar a su lado. Supongo que el propio Jim Carrey es otra persona en la calle, pero para mí no… Recuerdo a esas personas que cuando te saludan te agarran del cuello, o a esas otras que para cerciorarse de que las escuchas te dan empujoncitos o codacitos.
Jim Carrey es eso mismo multiplicado por un trillón. A veces parece que se vaya a descoyuntar.
Eso, eso es lo que me pone tan nerviosa y es por eso que no puedo ver más películas suyas.

Vi “Ace Ventura”, “La máscara”, “Un loco a domicilio” (suerte que el cine entonces sólo valía quinientas de nuestras añoradas pesetas), “Mentiroso compulsivo” y “El show de Truman”. Creo, además, que las he visto cronológicamente.

Con “Un loco a domicilio” me retorcía en la butaca. Pero nunca me he marchado del cine, la verdad, y he visto películas mucho peores que esa, así que tampoco es plan de exagerar.
“El show de Truman” me gustó muchísimo, pero salí del cine preguntándome por qué le habían escogido a él. Lo hace bien, sí, pero en algunas ocasiones se le escapan esas muecas tan suyas que, por lo menos a mi modo de ver, en esa película no tienen mucha cabida.
El resto de películas me fueron indiferentes, pero no descarto haberlas visto mientras cenaba o mientras chateaba. El caso es que tenía mejores cosas a las que estar atenta y que, quieras que no, el protagonista no me motivaba. No sé, prefiero a Rob Schneider en “Estoy hecho un animal”, por ejemplo.

Son esos gestos “unisex”, que lo mismo valen para un detective que para un idiota, los que me hacen plantearme si Jim Carrey es un actor o cualquier otra cosa.

Afortunadamente, vi “Yo, yo mismo e Irene”, donde descubrí que sí que lo es.

Aún así, ahí acabaron las oportunidades que le daba. Comprobé que sabía actuar, que sólo se dedicaba a las muecas sin ton ni son porque son tan parte de él como su pelo o su cara, y decidí que ya estaba visto todo lo visto.
Después me aconsejarían “Como Dios”, pero es que ahí sale también la Aniston y era mucho pedir.

En “Yo, yo mismo e Irene”, creo que Jim Carrey clava el papel.
Esta película la he aconsejado sin cansarme y, justo en estos momentos, ¡me han dado la razón con lo de las muecas! Todo el mundo dice que gesticula como siempre y que hace el payaso como siempre, ¡pero es que a mí no me lo parece! Quizá, como decía, aquí si venga a cuento.

Para mi gusto, son estos los puntos a favor de esta gran película cómica (harta estoy de los “American Pie 74” o “Scary Movie 28”, a pesar de que las primeras fuesen magníficas):

1. EL DESDOBLAMIENTO DE JIM CARREY
En Charlie veo una persona normal, con sus dejes particulares, pero sin una mueca extravagante ni desesperante. Y en Hank veo a otra persona normal, de personalidad irritante, pero sin especiales muecas tampoco.
¿Por qué me dicen entonces que es el Jim Carrey de siempre? No lo es. Se ayuda de sus gestos para crear a dos personajes distintos, pero sin esa gesticulación exagerada de la que hace uso normalmente.
Precisamente de este desdoblamiento surge una de mis escenas preferidas de la película y, me atrevería a decir, de todas las películas de risa floja que hasta ahora he visto.
“Yo, yo mismo e Irene” no produce risa floja en ningún momento, pero la produciría en esta escena de no ser por lo maravillada que quedé al ver que alguien pudiera hacer lo que Jim Carrey hizo.
Cuando Charlie e Irene bajaban del tren que les conducía a Rhode Island para huir de su perseguidor, Hank le pone la zancadilla a Charlie y este cae de boca al suelo.
¡¡¿¿??!!
Traducción: Jim Carrey pone su pie derecho por delante del izquierdo; cuando quiere mover su pie izquierdo, tropieza con el derecho y se cae de boca al suelo.
Entonces empieza una pelea absurda entre él y él mismo, acompañada de diálogos más absurdos aún entre Charlie, con su voz de buenazo, y Hank, con su voz de macarrilla.
Especialmente divertido es cuando Hank, de espaldas contra el suelo, le lanza un escupitajo en la cara a Charlie.

2. LOS PERSONAJES MOLDE
No sé cómo denominar a los personajes que son tan claramente arquetípicos pero que no son para nada un arquetipo.
Cuando uno ve uno de estos personajes, lo reconoce al instante. Es un personaje en el que se reúnen una serie de características que lo hacen destacar, pero eso no significa que ese tipo de personaje aparezca en muchas películas (como si ocurre, por el contrario, con el negro gracioso que muere el primero en las películas de aventura, la rubia tonta en las películas de adolescentes o el poli bueno y el poli malo en las de acción). Es por esto que llamo a estos personajes “molde”: crean ese arquetipo que se nos queda grabado y podría copiarse pero que no sale en otras películas o, en caso de salir, este personaje molde original tiene una característica inusual.
En “Yo, yo mismo e Irene”, me llaman la atención, por un lado, los “hijos” de Charlie y, por otro, “Blanquito” (también conocido como “Lechoso”).
Los tres hijos negros de Charlie aparecen caracterizados por su corpulencia (a veces gordos y a veces cachas), la música hip hop y un vocabulario especial (como “joputa”). Pero, al mismo tiempo, son unos “pitagorines” que saben el diámetro medio de un huevo de gallina en centímetros y pulgadas (eso sí, para metérselo a un policía por el culo), que hablan (pero no leen) el alemán y que pueden pilotar un helicóptero. Más aún: en su tiempo libre les gusta disfrazarse con su padre de los protagonistas de “El mago de Oz”.
En cuanto a Blanquito, es un albino que usa gafas y monóculo sobre una de las lentes, que se ofende si le llaman “Lechoso” (mote empleado por Hank). Una de sus mejores frases es: “¿Mi familia? Los maté. Maté a mis padres, a mi hermano y a mi hermana con un martillo mientras dormían. Mi hermana estaba despierta. Eso lo lamenté”.

3. RENEE ZELLWEGER
Me encanta esta actriz con labios de pez.
Camaleónica (como Christian Bale: ¡un Oscar para él!). Por un lado, por “Yo, yo mismo e Irene”, que creo que es su verdadero aspecto (unos kilillos más no le vendrían mal; creo que le faltan unas buenas lentejas y una lasaña), por otro, por “El diario de Bridget Jones”. Aunque la película me aburrió bastante (el libro mucho más, y eso que pienso que los libros suelen ser mejores que las películas), me sorprendió, visto su papel de Irene, de dónde sacó ese culo y esa barriga. En tercer lugar, hay que verla en “Cold Mountain”, con un papelón al lado del de Nicole Kidman (aunque la primera hora de película se puede obviar perfectamente, se mire desde el actor que se mire).


Así, termino esta entrada, recomendando de nuevo esta película, aunque poca gente, fuera de aquellos cuatro que la vimos alquilada, la ha apreciado tanto como yo.

Recordar, una vez más, que las grandes películas (así como libros, artistas, etc.) son aclamadas por casi todos, pero el resto son gusto y disgusto a partes iguales.

Cuando queráis leer una crítica, os recomiendo la página de la que antes hacía mención.

Cuando queráis saber algo de Jim Carrey, como siempre, Wikipedia.

Os animo a los fans a que sigáis siéndolo. Creo que en este caso, este buen hombre es más gusto que disgusto.

1 comentario:

Osata dijo...

Sinceramente, si aún estuviera soltero y sin novia indagaría más sobre ti por las siguientes cosas:

- Chica (algo fundamental quieras que no).

- Que ha sido dependienta de videoclub (esto por un lado ya tiene mucho morbo, por otro, un encanto de lo más indifriky si pensamos en las pelis de Kevin Smith o aquellas pelis noventeras tipo Amor a Quemarropa) lo único que me quedaría por saber es si mascas chicle y llevas gafas (en cuyo caso iría a buscarte al fin del mundo).

- Que gusta de la compañía de chimeneas, Trivials y gatos ¿¡Acaso un hombre como yo querría algo más!? (Bueno, cambiemos Trivial por Ala Triste/L5R ó Ciudadelas, 4 example).

- Y por último, como tú dirías, la guinda del pastel (que a mí sí me gusta): resulta que es fan de Renee Zellweger (taaaaaaaaan dulce y taaaaaaaaan mona en Jerry Maguire).

En fin, lo dicho, lo siento caballeros “chincha rebiña que la niña es mía” (lo pone en un papel y todo).