viernes, 12 de diciembre de 2008

Arte en el escenario y en la cocina


Esta semana tuve el honor de asistir a la comida de Navidad de El Corral de la Morería. Es la segunda vez y, visto lo visto, espero que haya más veces...

La verdad es que no soy una persona muy flamenca.
No he tenido jamás oído musical ni una voz bonita. Ni mucho menos arte para bailar... Estuve apuntada un año entero a clases de sevillanas y no aprendí a bailar ni “la primera”. Así de triste. Se ve que era una niña gordita y mofletuda sin ningún tipo de gracia. Al menos, todavía no era resabiada...
Desde pequeñita estuve en la cocina de mi casa, acompañando a mi madre mientras cocinaba, comiendo aceitunas y escuchando a Los Cantores de Híspalis en un magnetofón. Sí, de esos con una sola pletina y un botoncito de “rec”, aquel con el que mi hermana y yo grabaríamos nuestros programas radiofónicos en la adolescencia.
También estuve en las sesiones de CD de Camarón en la mini-cadena, cuando la tecnología avanzó... Pero no avanzó en absoluto mi aprecio por la música ni mi sentido del ritmo.

Las clases de música siempre han sido un fastidio para mí. Ni flauta dulce ni nada de nada. Componiendo alguna letra cursi tuve un poco más de suerte y, sobre todo, haciendo retratos de mis cantantes preferidos para subir nota... Pero todo un poco peregrino. Lo que se refería realmente a la música se me escapaba.

Será por eso o será porque estaba harta de escuchar flamenco que nunca me interesé demasiado por ese tipo de música (no obstante, la vida azarosa de las tonadilleras y sus letras sobre toreros y flores de primavera se me grabaron a fuego: años después sigo acordándome...).

¿Quién me diría a mí que con el tiempo y tras haber estudiado japonés durante seis años me vería yendo a los tablaos a ver todo tipo de espectáculos?

La primera vez que fui a El Corral de la Morería me quedé muy impresionada.
Es increíble sentir el taconeo de los bailaores retumbándole a una desde dentro del pecho; ver las luces del escenario reflejadas en el sudor de sus caras, a los acompañantes jaleando la fiesta y a los guitarristas concentrados en su arte. Nunca había visto algo así. Sólo en un concierto de wadaiko (curioso conocer el wadaiko en directo y no el flamenco) tuve esa sensación de repiqueteo, de un cosquilleo por dentro que parece que quiere que se te salten las lágrimas.

No puedo recordar el nombre de los artistas. Sí me acuerdo que esta vez vi a Miguel Téllez y a Belén López, los dos maravillosos.
Miguel Téllez, además de bailar y emocionar, hizo una pequeña demostración de taconeo “a capella” (que me excusen los entendidos, pero creo que he explicado ya que no tengo ni idea de música, cante ni baile). Es decir, que no había palmas ni guitarras ni cante. Sólo sus pies... La verdad es que me quedé con la boca abierta. Cómo cada pie llevaba su propio ritmo, cómo el izquierdo acompañaba al derecho, cómo se podían dar diferentes sonidos golpeando de pie, de lado, con la punta... Y finalmente cómo el taconeo aminoraba su velocidad y hacía disminuir el volumen, haciendo del ruido una caricia casi imperceptible al suelo.
Al principio me asustó un poco que me colocaran justo debajo del escenario, pero luego fue una maravilla. Ver el movimiento de los pies de esta forma no tiene precio.
Y creo que no puedo comentar la actuación de Belén López, sinceramente, por ignorancia. Premio Nacional de Flamenco 2004; creo que sobran las palabras.

Por si fuera poco, sólo me queda decir que, además de un espectáculo muy cuidado y de una decoración tradicional, uno encuentra en El Corral de la Morería un magnífico restaurante.
Además de vino y jamón (como no podía ser de otra forma), tomamos langostinos (muy a mi pesar porque no me gusta el marisco) y solomillo con un pastel de patata. De postre, coulant de chocolate con helado de vainilla. Simplemente, delicioso. La presentación, los camareros, el sabor, la carne que realmente estaba al punto... Un trato excelente.




Ahora sólo me queda seguir abriendo el mundo del flamenco a la gente que fue alrededor.
Primero fue mi querido gatito, que se vino conmigo a Sevilla y se quedó literalmente alucinado con un espectáculo de castañuelas.
Ahora intento abrir la mente a todas las personas que creen que el flamenco es aburrido. Y a todas las personas que prefieren ver wadaiko :)
Porque ni lo de fuera es bueno por definición ni lo de dentro malo...

domingo, 7 de septiembre de 2008

¿Doblar o tergiversar?

En Onda 6 he visto muy buenas películas. La verdad es que son pocas las que me han decepcionado (hubo una realmente cutre de unos vampiros que rugían como leones o, mejor dicho, como cuando un niño imita un león – porque, desde luego, sus rugidos no eran los del león de la Metro). Llegué a ver hasta una película de Angelina Jolie de joven en la que se le veían las tetas… No sé cuántos chicos habrán buscado en Internet esa película (aunque ahora he de decir que algunas bloggeras adelantadas que leen prensa extranjera han visto un “robado” de sus tetas y lo han subido a sus blogs).

Como siempre, me enrollo y me enrollo…

El otro día, en otra película antigua (no tan antigua como “Lo que el viento se llevó”, pero lo suficientemente antigua como para ser “la primera peli de”, “en la que aún no se le conocía”), no pude evitar cortar el zapping de golpe. Un hombre y una mujer (típica escena de matrimonio mal avenido o en trámites de divorcio) discutían a voz en grito y gesticulaban como los mayores “sobreactores” (por eso de sobreactuar…) de la historia.
La película no parecía valer mucho (aunque más que la de los leones rugidores) y no vi a nadie conocido, pero algo me llamó la atención: el doblaje.
Cualquiera habría dicho que los dobladores eran demasiado teatrales pero, ¿no lo eran los actores?

Soy una fiel defensora del doblaje de las películas y no me gustan nada las críticas del tipo “ya que nos ponemos, ¿por qué no doblan los triunfitos las canciones de Beyoncé o de Bon Jovi?”. Me parece irse a los extremos. Y, a menudo, quienes necesitan irse a los extremos es porque no saben defender con razones lo que apoyan.

Yo no digo que no fuese maravilloso que todos entendiésemos inglés, francés, polaco o hasta chino para poder ver las películas en versión original, pero me temo que pocos afortunados tendrán esa suerte…
Dado que vivimos en un mundo globalizado en el que hay que saber inglés (manuales de electrodomésticos y ofertas de trabajo así nos lo indican), se nos ofrecen innumerables películas en ese idioma.
Existen los subtítulos, es cierto, pero entonces nos encontraríamos con el problema de la traducción, con el problema de elegir entre leer o ver, de tener que acortar las frases perdiendo parte del sentido que tiene el diálogo original... Por otro lado, veo un inconveniente mayúsculo el que muchas películas y, sobre todo, series, hagan constante referencia a temas referentes a la cultura más cotidiana de los EE.UU. (como su televisión, sus concursos, sus actores de telenovelas, etc., es decir, un mundo que va más allá de Bruce Willis o de Bill Cosby).

Por supuesto, hay doblajes chapuceros que detesto y detestaré, pero por el hecho de ser chapuceros, no por el hecho de ser doblajes.

Para dar algunos ejemplos sobre lo que estoy hablando:


Qué “fácil” sería ver “Alien 1” en inglés. Supongo que en películas de acción (gritos de monstruos + gritos humanos) o sobre la Guerra del Pacífico (estadounidenses + japoneses + base histórica bastante conocida), realmente no se trata de entender lo que dicen, sino de entender lo que pasa. Nadie necesita saber checo para salir corriendo si se encuentra en medio de una pelea en la República Checa.
Bueno, digamos que entendemos inglés perfectamente y podemos comprender, por ejemplo, “Matrix” (si es que la entendemos en castellano) o “La tapadera” (ojito, que esto ya es tener nivel). ¿Qué ocurriría cuando TVE1 o, mejor dicho, La Dos, emitiese “Rashomon” (Japón, 1951, en versión original sin subtítulos) o “Die Falscher” (Austria, 2006, en versión original sin subtítulos)? Ejem…


De acuerdo, pasemos al tema de las versiones originales subtituladas.
Aparte de que este supuesto no es válido para personas con dificultades para leer (niños y algunos ancianos), creo que en determinadas películas casi nadie podría leer el subtítulo mirando la imagen de fondo. Es decir: sería como leer una obra de teatro con la tele puesta, porque, a lo que es la tele (la imagen y el sonido) realmente no le puedes prestar atención. Un ejemplo: las películas de Woody Allen como pueden ser “The curse of the jade scorpion” (EE.UU., 2001) o “Manhattan murder mystery” (EE.UU., 1993). Creo que las frases de Allen no cabrían en la pantalla, sinceramente. Quizá los subtítulos llegarían a tapar a los actores hasta el pecho... De hecho, en clase de inglés nos llevaron a ver “Manhattan murder mystery” en V.O. al cine. La experiencia fue genial, porque era la primera vez que veía una película en otro idioma (no, nuestra tele no tenía dual ni pagábamos el CANAL+, al que por entonces, de puro desconocimiento, llamábamos “canal más”), la primera vez que iba al cine sin mis padres… Bueno, fue buena experiencia, pero al mismo tiempo un caos… Apenas me enteré de qué iba la historia. Y, ciertamente, es una película que si la ves en castellano cuando ya has visto las escenas anteriormente (aunque sea sin entender nada), pierde gracia. No obstante, cuando finalmente mis padres contrataron el “canal más”, me “jarté” de verla en castellano cada vez que la reponían (creo que fueron unas vacaciones de Navidad plagadas de “Parque Jurásico” y “Misterioso asesinato en Manhattan”).
¿Qué es lo que había ocurrido? ¿Por qué no entendía la película a pesar de estudiar inglés y de tener subtítulos? Pues que los rodeos del personaje de Larry, sus constantes balbuceos, sus muletillas, su ironía… Todo eso hace que no te dé tiempo a leer todos los subtítulos y que, perdida una frase, se pierda el hilo de la conversación. Sin contar, claro, con la chispa que pierde la película al tener que seguir los subtítulos y no ver movimientos, caras, gestos…
Además, está mi poca “capacidad de examen cinematográfico”. Si ya comenté en otra entrada que no puedo criticar películas porque no entiendo de fotografía, encuadre ni banda sonora (que se dice pronto), ¿qué hago si le quito también la imagen? ¿qué hago si incluso le quito parte del diálogo porque no me da tiempo a leerlo?
¿Y el tema de ver una película de habla no inglesa / no castellana? Hay lenguas que se asemejan a la nuestra (como el italiano o el portugués) o que vemos más cercanas (alemán, por ejemplo), de modo que intentar seguir los subtítulos es el mismo problema que el que se tiene al enfrentarse a una película de habla inglesa. Pero… ¿y si la película es china o rusa? ¿O turca o árabe o en pidgin de francés y alguna lengua autóctona africana? Uy uy uy… En mi caso, esto me sucedió con “Lang feng zheng” (“La cometa azul” – esto sí lo traduzco –, China, 1994). Una película altamente recomendable y preciosa, además. Sinceramente, el idioma chino me parece muy desconcentrante. Puedo estudiar en un vagón del metro con una chica cantando polcas chirriantes y su compañero tocando el acordeón, pero no me puedo concentrar demasiado si hay muchas personas hablando chino a mi alrededor. No sé, me imagino que será por el uso de los tonos (algunas personas lo explican, comúnmente, diciendo que los chinos “hablan a gritos” – suelen pensar lo mismo del alemán y del ruso, por su sonoridad). De todas formas, tengo que ser sincera del todo y contar lo que sucedió en aquella clase de Cine Oriental… “Lang feng zheng” es una película sobre el comunismo y la vida cotidiana de los chinos durante la represión comunista vista desde los ojos de un niño. No es tan complicada, porque a menudo se trata de los pensamientos del niño, pero también se tratan temas más complicados y en muchas ocasiones se habla en un tono de secretismo: hay muchas omisiones en el diálogo que, para quien domine el chino o tenga la suerte de que le hayan doblado la película a su idioma, podrá entender por el contexto. Y, de vuelta a la sinceridad, en este caso… la película estaba subtitulada en francés… Fue gracioso porque no había mucha gente que entendiera francés en clase. Así que yo y unos cuantos más, hacíamos de traductores “por lo bajini” de lo que íbamos pillando, aunque realmente explicábamos el hilo argumental y luego se iban pasando el mensaje unos a otros (sí, como en el juego de “el teléfono escacharrao”).

Y, aún así, ¿qué decir de los traductores que colocan los subtítulos a la película? Porque en 七人の侍 (Japón, 1954), a uno de los siete samurai en castellano le llaman “maricón” y en la versión original le están diciendo “tonto”. Pues nada… Esos que reniegan del doblaje, ¿no reniegan de la traducción del diálogo en subtítulos? ¿Por qué no distinguir simplemente entre lo que está bien hecho y lo que no? Para ejemplo de subtítulos muy correctos con el diálogo, los de 山の音 (Japón, 1952); de hecho, creo recordar que la versión en castellano también era muy buena. Aprovecho para recomendar la lectura de “El clamor de la montaña”, de Yasunari Kawabata, al que tanto admiro (los de las versiones originales subtituladas, ¿qué tal si se compran una versión bilingüe?). O, ya puestos, ¿qué tal si todo el mundo estudia japonés? Porque todos los que ven anime suelen decir que el doblaje es pésimo, y yo me pregunto si todos saben lo que se dice en la V.O. sin subtítulos (perdón, esto es un poco exagerado porque estoy generalizando, pero me he encontrado con muchos fans del manga y del anime diciendo que la traducción es mala sin haber estudiado nunca japonés... ¡o sin haber tenido que traducirlo! Quizá, si conociesen la diferencia abismal que hay entre el castellano y el japonés, que se enreda aún más con las diferencias culturales, no se exaltarían tanto...). PERDÓN POR ESTE DESAHOGO...

Por último, quería comentar el caso de las traducciones libres en los doblajes. Me parece muy fuerte que traduzcan “Sleuth” como “La huella” o “The village” por “El bosque”, traducciones libres donde las haya…
Pero acepto muy mucho que, sobre todo en las series, hagan adaptaciones libres del tema que se habla o de las coñas de moda (aunque los “te das cuén” no me hicieran tanta gracia). Ahí van dos ejemplitos: uno positivo y uno negativo de la traducción de las bromas (aunque el primero un poco obsoleto…).
El príncipe de Bel-Air. Aquí se mentaba a Carmen Sevilla más que al día siguiente del Telecupón (sobre todo cuando dijo lo de “el día que la tele, además de imágenes y sonidos, transmita el olor, vamos a disfrutar más que nunca de los embutidos El Pozo”). Las bromas reflejaban toditas las coñas del panorama nacional e imagino que estos personajes y estas tonterías no las conocían en los EE.UU.
Padre de familia. Esta serie me gusta mucho pero, en muchos casos, hacen referencia a Fulanito Pérez (aunque camuflado como “John Smith”, por decir un nombre que me suena a muy común, o como “Afrundiweicher”). Vaya, que hay momentos (y a veces las bromas duran uno o dos minutos de un capítulo de 20) en los que una no sabe de quién hablan. Y, si no va a salir el personaje a continuación (que precisamente suelen sacarlos cuando toooooodo el mundo los conoce – véase: Britney Spears, Madonna o George Bush), ¿no les importaría sustituir a Afrundiweicher por Jaime Cantizano, por ejemplo?

Pero dejaba mi mención especial para el fantástico doblador
Iván Muelas.

Empezando porque es el doblador habitual de Will Smith (también en “El príncipe de Bel-Air”), el doblador de Fry de “Futurama” y también el doblador de Will de “Will & Grace”.
Cuando se juntan un buen traductor y un buen doblador, el resultado es espléndido. Por lo tanto, ¿por qué no disfrutar cien por cien del valor de una serie o película? Me niego a pensar que por perderme el diálogo original, cuyo sentido, a no ser que se sea bilingüe, nunca se capta totalmente, me esté perdiendo la esencia de aquello que veo. De hecho, a cualquiera que le comento que en las películas apenas me fijo en nada que no sean diálogos y argumento, me echan la bronca por no ver “todo lo demás”. Y bien: si veo todo lo demás y quizá pierdo algo de la esencia original del diálogo, ¿realmente pierdo más que si mis ojos están desesperados por seguir un subtítulo y no me dejan ver fotografía, interpretación e incluso ni oír la banda sonora?
El hecho de toparse con magníficos dobladores (que hay muchísimos en España) hace que la percepción de pérdida disminuya.
Y, sinceramente, me da pena que nunca se sepa quiénes son los dobladores de las películas. Normalmente se habla de “el doblador de Bruce Willis” o de “el doblador de Homer Simpson”, pero no se les pone nombre y apellidos.
Quizá por eso sea que admiro tanto a Iván Muelas: porque es tan bueno que me obligué a buscar en Internet su nombre.
Da mucha profundidad a los personajes y puede ser cómico o serio o las dos cosas a la vez.
Para mí, lo mejor fue oírle hablando de “Carmina Ordíñez” en “Will & Grace” o dar tantas versiones del mismo personaje en Will. Es fantástico. Pero ya hablaré en otra ocasión de “Will & Grace”, mi serie preferida.



Aquí arriba "El Doblador" por excelencia


Para valientes: os aconsejo ver una película con partes en castellano y en partes ruso / chino sin subtítulos. Así lo hicimos con “Promesas del este” y “El club de la buena estrella” (no me apetece seguir buscando títulos originales en Internet…). En este caso, fue más fácil entender “El club de la buena estrella” con sus escenas en chino; al ser una historia muy narrativa sobre relaciones personales y familiares, no hay giros bruscos ni ironías que te hagan perder el hilo. La parte del reencuentro final, entera en chino durante unos diez minutos, la entendí perfectamente. ¿Qué decían? Pues seguramente dirían “me alegro de conocerte”, “tenemos mucho de qué hablar” o “ven, te llevaré a casa”. Para mí, eso es lo que decían. En “Promesas del este”, donde no sabes quién traiciona a quién ni las intenciones de los personajes, interpretar lo que dicen los rusos es más complicado… Nosotros hicimos esto por error, porque son películas en las que alternan tanto el idioma que te preguntas que a lo mejor no lleva subtítulos porque realmente e el efecto que han querido darle… Pero cuando se trata de una escena entera comprendes que no es el caso…

viernes, 25 de julio de 2008

Un mundo feliz

Durante mi último viaje de trabajo pude leer este libro.
Después de que me tildaran de inculta por no haberlo leído (¡yo!, que me paso el tiempo en los kioskos rebuscando entre las colecciones que lanzan los periódicos para comprar clásicos a un euro…), me lo llevé a Lisboa conmigo.
Como es superior a mis fuerzas, la horita de vuelo la pasé durmiendo profundamente (a pesar del aire acondicionado terrorífico de los aviones), así que no leí nada de nada.

Al llegar al aeropuerto de Lisboa (a la misma hora que había salido de Madrid, sobre las 12.00hrs., como en un viaje en el tiempo) y mientras comía una “salada de frango com maçà”, empecé con el libro.
Qué curioso el portugués: frango = pollo, polvo = pulpo, presunto = jamón…

Pasar un día en un aeropuerto como el de Lisboa no es tan interesante como pasarlo en el de Nueva York (por lo que vi en “La terminal”…), ya que es un aeropuerto muy pequeño, con tan sólo un par de filas de asientos, el mismo restaurante en distintas ubicaciones y, eso sí, un puesto de chucherías con cierto aire vintage donde vendían piruletas de azucar de HelloKitty.
Así pues, las tres cuartas partes del libro las leí allí, sentada con mi conjunto mono de trabajo y con mi carpeta llena de direcciones de hoteles y nombres de personas (después de tanta preparación, para acabar llegando tarde a todas las citas, sufriendo con las medias en un junio de calor insoportable que no habíamos tenido en Madrid y desesperada por no encontrar a la persona de contacto en el aeropuerto… a las 21.00hrs.).

Puedo asegurar que da tiempo a leer todo eso en un aeropuerto, a pesar de los anuncios por megafonía, de los niños que no dejan de correr o de intentar comunicarme sin usar mi inglés macarrónico… Qué envidia: hay que ver cómo lo hablan los portugueses con los que me encontré…

Y, por fin, respecto a “Un mundo feliz” (“Brave new world”, para los valientes que quieran leerlo en su forma original), de
Aldous Huxley y escrito en 1932.

Son pocas las obras de ficción (literarias o cinematográficas) que atraen mi atención y muchas menos las que acaban por gustarme.
“Un mundo feliz” ha sido una de las más felices excepciones.
Para mí, la ficción perfecta es aquella en la que, tires del hilo que tires, la madeja sigue su curso. No hay nudos imposibles de desliar ni hilos partidos… No hay entuertos de los que el autor no sabe salir ni cosas que se dejan sin explicar para no complicar el argumento hasta el punto de hacerlo incomprensible. Pero, ¿qué ocurre con esas obras? Que uno empieza a tirar de los hilos y se desbarata la estructura en que se basa ficción.
Ficción es invención, creación de lo que no existe, pero no por ello ha de ser lo inventado ilógico. Nuestra realidad es una y podrían existir muchas diferentes, pero nadie concibe que en nuestra realidad o cualquier otra de repente los elefantes rosas volasen (a no ser como en aquel documental ficticio en el que intentaban explicar cómo habría podido volar un dragón con su enorme peso y sus pequeñas alas y cómo habría podido escupir fuego, pero… ¡hay una lógica en una ficción!).

En “Un mundo feliz” se nos presenta una realidad alternativa y futura pero al mismo tiempo lógica. De ahí que me enganchase desde el principio.
¿Que el autor no explica exactamente cómo se realizan todos esos experimentos genéticos ni el proceso mismo de creación en cadena de seres humanos (¿podríamos llamarlos personas?)? Bueno, explica de algún modo el proceso en los primeros capítulos de la obra y, aunque no nombra compuestos químicos ni cómo se “fabrica” sangre y alimento (cosa que en aquellos tiempos dudo que se pudiese hacer pero que hoy sí se puede hacer – ya vemos que se crean los primeros órganos), tampoco explicaba Mary Shelley el proceso exacto mediante el que el Dr. Frankenstein crea/construye a su ser/monstruo pero, sin embargo, sí decía que lo hacía con restos de cadáveres que desenterraba del cementerio.

En “Un mundo feliz” se nos presenta un mundo distinto, con unos avances genéticos ¿extremos? (no sabemos realmente la distancia que nos queda por recorrer hasta que ese mundo sea posible) y un sentido de la moralidad totalmente distinto.

Personalmente, más que el tema de la ciencia y la genética, lo que a mí me interesaron fueron los aspectos sociales, éticos y psicológicos de la obra. Sin mencionar ya el interés literario de la obra…

“Un mundo feliz” no es la única obra que me ha interesado por presentar un modelo social alternativo basado en un avance científico y el consecuente cambio en lo que el hombre entiende como “el bien y el mal”.
Me gustaría mencionar “
El hombre que quería ser culpable” (de Henrik Stangerup, escrito en 1973; leerlo como “Manden der ville vaere skyldig” ya no será tan fácil…), “Gattaca” (de Andrew Niccol, director y guionista de esta película de 1997) y “La isla” (dirigida por Michael Bay – lo sé, esta película ya existía, pero aún no he visto la original – en 2005).

Por un lado, está el dilema de la reproducción. A simple vista, no parece ningún dilema: las personas nos unimos y nos reproducimos, sin más. Otras personas se unen y, cumpliendo una serie de requisitos (como salud mental y posibilidad económica para mantener al niño, entre otras cosas), adoptan y crían a sus hijos. Son dos formas de tener descendencia perfectamente aceptadas.
Sin embargo, el cambio comienza: ahora existen parejas homosexuales que quieren tener el mismo derecho que yo, como heterosexual, tengo para adoptar; hay mujeres que, sin tener pareja, pueden tener descendencia con fecundación artificial (sin necesidad de adoptar), etc. Algunas personas creemos que tienen ese derecho a tener y criar sus propios hijos, ya sea por medio biológico o no (adoptando), valiéndonos en que el amor es el principal motivo que nos mueve a tener un niño. Algunas personas creen que es algo antinatural. Vaya… ¡sí que es un dilema!
En “El hombre que quería ser culpable”, todos los ciudadanos, sin excepción, necesitan cumplir una serie de requisitos para poder recibir el carné de “padre” o de “madre”. Una vez en posesión de dicho carné, pueden concebir. Atención, que no hablo de adoptar, de acoger a un niño del que el gobierno de un país es responsable y por el que debe velar, sino de tener hijos biológicos propios. ¿Cuántas personas conocemos que tienen hijos para tenerlos en estado de semi abandono? ¿Cuántas religiones conocemos que animan a las parejas a reproducirse sin tregua hasta extenuar la economía familiar o, peor aún, dependiendo del país en el que nos encontremos, a reproducirse a pesar de las enfermedades que inevitablemente van a heredar sus hijos?
En “Gattaca”, los padres pueden tener sus propios hijos, biológicamente, sin necesidad de autorización gubernamental. En cambio, si tienen el poder económico suficiente y gracias a los avances científicos, pueden elegir la profesión de sus hijos. ¿La profesión? Hoy, en ciertos países, se practica el aborto selectivo o incluso el infanticidio para así “elegir” el sexo de los descendientes (normalmente, los seleccionados son los especímenes macho). Si nos diesen la opción, quizá elegiríamos los niños más monos para nosotros: primero, los ojos azules del abuelo, el pelo rubio de la abuela, el cuerpo de su otro abuelo y, si es niña, el pecho de su otra abuela (materialistas somos). Después, evitaríamos que tuviesen nuestra miopía, nuestras alergias, nuestros lunares peligrosos y nuestra pobre capacidad pulmonar, entre otros. En “Gattaca” es tal el avance que, eligiendo una estructura ósea determinada o una inteligencia determinada (money money), podríamos concebir y parir un atleta de élite o una ingeniera aeroespacial.

Inevitablemente, en estas sociedades que se nos presentan el sentido de la ética es bastante distinto al actual.
Pero, ¿qué ocurre en “Un mundo feliz”? Es 1932 y el método de producción de personas que ingenió Huxley es más que avanzado…
Como he dicho, se trata de un método de producción, no de reproducción.
En la sociedad de “Un mundo feliz” no existen los conceptos de padres, hijos, hermanos ni de ningún otro tipo de lazo familiar. De hecho, que alguien oiga la palabra “madre” produce una vergüenza tal como la que les produce a los niños hoy día tener que decir palabras como “pene” o “testículos” en el colegio delante de la clase. Sobra decir que en el recreo se pueden oír las palabras “polla” o “huevos” como si se tratase de “mesa” o “coche”, pues no tienen mayor efecto. En “Un mundo feliz”, cualquier individuo (hombre, mujer o hermafrodita) puede tener relaciones sexuales sin el mayor pudor o cambiar de pareja a su antojo, pero sin ningún tipo de conexión con la función biológica que tiene el sexo. De este modo, decir en esta sociedad, delante de todos tus compañeros de trabajo, “esta noche voy a acostarme con X”, es como decir “mesa” o “coche”, pero no se puede decir “parir” o “madre” sin sentir vergüenza o, en algunos casos, hasta repulsión.
Puede sonar exagerado, pero hay que plantearse que la ética de nuestro siglo XXI no puede aplicarse a la sociedad de “Un mundo feliz”, pues se rige por unos valores distintos.
Los individuos de “Un mundo feliz” son frívolos y promiscuos. Sí, lo son. Pero no so malos. En “Un mundo feliz” se valora la frivolidad y la promiscuidad. En cambio, se intentaría llevar al buen camino a quienes no quisiesen comprar toda la ropa nueva y tecnología que va saliendo al mercado (vaya, decimos que no somos frívolos… ¿quizá deberíamos denominarnos hipócritas? Porque, efectivamente, hoy el que no tiene el último móvil o lo que lleva todo el mundo cuando sale por la noche es despreciado…) y a quienes quisiesen mantenerse castos o monógamos (poco a poco, la castidad es otro valor que va cambiando en nuestra sociedad, aunque a la monogamia – con la que debo pronunciarme que soy muy feliz – aún le queda cuerda para rato – salvando ciertas sociedades o religiones que abogan por la
poliginia).

Pero, volveré al método de producción en masa de personas (a través de la
bokanovskificación).
Gracias al método Bokanovsky, de un único óvulo puede fabricarse un número enorme de personas: «Un óvulo, un embrión, un adulto: la normalidad. Pero un óvulo bokanovskificado prolifera, se subdivide. De ocho a 96 brotes, y cada brote llegará a formar un embrión perfectamente constituido, y cada embrión se convertirá en un adulto normal. Una producción de 96 seres humanos donde antes se conseguía uno. Progreso». Se crean grupos de individuos idénticos, generalmente estériles, que se clasifican como Alfa, Beta, Gamma, Delta y Epsilon, entendiendo Alfa como el individuo con “mejor” situación.
A la hora de producir un grupo de Alfa o Beta (de un número relativamente pequeño o de forma individual – no clonada – si se trata de individuos Alfa), se hace hincapié en que se desarrollen intelectualmente para que puedan ejecutar las tareas más sofisticadas de la sociedad (como, por ejemplo, trabajar en un “Centro de Incubación y Condicionamiento”
En cambio, a la hora de producir un grupo de Epsilon, se coarta el desarrollo de su cerebro y se propicia que se desarrolle físicamente de la forma más rápida y eficaz posible. He aquí grupos uni-cara: docenas de individuos con exactamente la misma cara, pelo y complexión, perfecta masa obrera para realizar las tareas que no se destinarían jamás a un Alfa o un Beta.



Hasta aquí, la producción física del individuo. ¿Y su educación?
En “Un mundo feliz”, desde que un embrión es decantado hay un proceso de gestación artificial del feto. Después, el individuo, desde que es bebé hasta que es considerado adulto (no será adulto un Alfa tan pronto como lo será un Delta, por ejemplo, ya que el desarrollo físico no es el mismo), es tratado con un método hipnopédico, es decir, que se le “enseña” o “adoctrina” mientras duerme. De esta forma, con repeticiones continuadas (15 minutos, tres sesiones a la semana desde los 9 hasta los 11 años, por ejemplo), se crea un pensamiento colectivo que sitúa a cada tipo de individuo dentro de su casta. Al individuo puede llamársele individuo, persona, hombre o mujer, pero realmente debería ser llamado “Alfa”, “Gamma” o lo que su casta indique. Igual que en una máquina puede haber 30 tornillos, 30 tuercas, 10 bombillas, 200 cables… En un barrio de “Un mundo feliz” puede haber 50 Alfa, 80 Beta, 160 Gamma, 250 Delta y 500 Epsilon.
Cada casta tiene una conciencia distinta, puesto que han sido condicionados hipnopédicamente de forma distinta.
«Todo el mundo trabaja para todo el mundo. No podemos prescindir de nadie. Hasta los Epsilones son útiles. No podríamos pasar sin los Epsilones. Todo el mundo trabaja para todo el mundo. No podemos prescindir de… »
«…es un color repugnante. Me alegro mucho de ser un Beta. Los niños Alfa visten de color gris. Trabajan mucho más duramente que nosotros porque son terriblemente inteligentes. De verdad me alegro muchísimo de ser Beta porque no trabajo tanto. Y, además, nosotros somos mucho mejores que los Gammas y los Deltas. Os Gammas son tontos. Todos visten de color verde, y los niños Delta visten todos de caqui. ¡Oh, no, yo no quiero jugar con niños Delta! Y los Epsilones todavía son peores. Son demasiado tontos para poder leer o escribir. Además, visten de negro, que es un color repugnante. Me alegro mucho de ser un Beta.»
«Los Gammas, los Deltas y los Epsilones habían sido condicionados de modo que asociaran la masa corporal con la superioridad social»
Cada individuo se sabe un engranaje de la sociedad (son piezas, como los sustitutos en “La isla”); no quiere manifestarse individualmente, no quiere hacer lo que otros no hacen ni ir donde otros no van. No quiere experimentar un trabajo distinto al que se le ha asignado ni buscar ocio alternativo al conocido.
Cada individuo se sabe perteneciente a una casta y es feliz perteneciendo a la misma.
De este modo, con el adoctrinamiento de los individuos, se les aniquila como tales: se tiene un conjunto de individuos que funcionan al unísono, que no dan problemas, que no se plantean nada más allá de lo que les fue infundido hipnopédicamente.

En resumen:
En la sociedad de “Un mundo feliz”, no existen los problemas éticos. La cadena de montaje está perfectamente engrasada y el producto, que es a su vez el ensamblaje de la sociedad, es un producto absolutamente calculado, feliz con lo que es y tiene y perfectamente sustituible por otro.
El individuo ha desaparecido hasta el punto de que sólo hay diez apellidos en todo el mundo. No hay familia, no hay vínculos de pertenencia (de ahí la felicidad vacua de quienes se sienten a gusto con lo que son y con cualquier de su propia casta), no hay propiedad…
Sin propiedad, sin sentimientos y sin seres queridos, no hay delitos ni cárceles: no hay robos, no hay crímenes pasionales, no hay incesto.
Sólo hay sexo sin tabúes y diversión, aparte de un poco de trabajo (bastante más asumido – desde la misma cuna – que en nuestra sociedad). Son adultos con mente infantil: se ha elegido la fuerza y la inteligencia para que puedan trabajar, y la mentalidad sencilla de un niño para que puedan ser felices sin planteamientos.




Cabe preguntarse, al leer este libro, si es ésta la sociedad perfecta. Si es ésto a lo que nos encaminamos. Si es ésto lo que queremos.
Todos los personajes del libro son felices: esto es lo que quieren.
Salvo Bernard Max quien, por un error durante el proceso de gestación, ha salido diferente a un Alfa pese a serlo. Es por eso que es el único que se siente distinto y, por tanto, se reconoce como individuo.
O salvo Linda, que acaba viviendo en una reserva (lugares que, por ser poco propicios para la sociedad que se quiere crear, se han reservado a los humanos que lo habitan para que continúen con su modo de vida).

Lo que hoy está bien ayer no lo estaba. A veces, incluso era pecaminoso.
No sabemos si nos dirigimos a algo parecido, pero aún nos queda un paso.
Las sociedades perfectas actuales (silenciosas, con superávit económico, con baja criminalidad…) se han manifestado no tan perfectas.
En estos países tan maravillosos, la tasa de suicidio es de las más altas. ¿Por qué? Aún sabemos que somos individuos. Y, como tales, tenemos derecho a ser desdichados, a llorar y a buscar la felicidad.

Creo que ya he escrito bastante por hoy.
Sólo dejaré para aquellos que quieran deleitarse con este libro dos perlas más:
- Ya no existe Dios. Ahora… existe Ford. Yo me preguntaba si se trataría de Henry Ford y, por lo que he leído, sí: el inventor de la cadena de montaje es el dios de “Un mundo feliz”.
- Literariamente, me asombra cómo Huxley inventa palabras para definir aquello que no existe o inventa una nueva acepción para otras (como “decantar”).

miércoles, 9 de abril de 2008

Una mala crítica y recomendaciones entre paréntesis


Últimamente, el hada de las películas me deja elegir bastante a menudo y nos estamos saliendo de las películas clásicamente comerciales (vaya, iba a decir clásicas, pero no es ese el término).

La lástima es que, tras ver una buena cantidad de películas buenas (con “Pequeña Miss Sunshine”, “Kebab Connection”, “Virgen a los cuarenta”, “Napoleon Dynamite” y “The Sex Monster” a la cabeza) y alguna que otra no tan buena e incluso yo diría que mala (“Fácil”), la lista de películas que calificaré como mediocres aumenta.

Ahí es donde ubico yo a “Juno” en mi clasificación.





Por un lado, el haber oído tan buenos comentarios no siempre es un buen presagio. En muchos casos, precisamente haberlos oído hace la película peor de lo que es. Pero, en el fondo, lo que eso implica es que la película YA era mala. Una película realmente buena seguirá siéndolo por muchas expectativas que nos hagamos; sí, quizá no las alcance, pero no bajará del límite de lo que uno considera bueno o, por qué no, aceptable.

Por otro lado, a una le apetece llevar la contraria. Pero no es mi caso tratándose de la película en cuestión. La verdad es que no creo que se merezca, en absoluto, el Óscar al Mejor Guión (aunque en la farsa de los Óscar...). ¿Nadie ha pensado que Diablo Cody quiere hacer una película transgresora (que no lo es), con ese aspecto que tiene y que se vistió para la gala como si pensase que no iba a ganar? Cuando las actrices creen que van a ganar, se ponen magníficas. Pero no, ella no. También puede ser que quisiese seguir vendiendo su “producto”. Porque “Juno” me parece un producto y no “una idea muy bonita que se hace un hueco en el cine comercial” (esto no lo he leído en ningún sitio, ni como alabanza ni como crítica; simplemente, es lo que creo que pretendían vender con esta peli). Lo que sí he leído por ahí es que se apostaba mucho por esta película en los Óscar y que “sin embargo” (injustamente, diría yo), “sólo” (les sobra...) le han dado un Óscar.

Lo que no puedo perdonar es que por ahí se compare “Juno” con “Pequeña Miss Sunshine”. El parecido no va más allá de la estatuilla y de la cinta que Bleeker (Michael Cera en “Juno”) y Olive (Abigail Breslin en “Pequeña Miss Sunshine”) llevaban en la cabeza durante sus respectivas películas.

¿¿¿Y por qué nominaron a Abigail Breslin como actriz secundaria y no protagonista???
¡¡Viva Alan Arkin y viva Steve Carrell!!


A lo que iba, que empiezo a desvariar... Bien: voy a empezar a hablar de la película, sin ningún tipo de piedad ni hacia los personajes ni hacia el argumento, que empezaré a destripar sin más (por si alguien quiere ver por sí mismo a qué viene tanto interés por esta película).

La historia es muy simple: una chica de instituto se queda embarazada y, tras darse cuenta de que no es capaz de abortar, decide dar a luz al bebé para darlo en adopción. Y lo dará en adopción a alguien que ella conozca, de modo que busca la pareja ideal en los anuncios.


Respecto a la primera idea, no parece una historia nueva. Quizá lo innovador sea lo de la adopción, pero aún así... Y, respecto a lo segundo, que habría podido ser cómico, no lo es, porque encuentra a los posibles padres, los llama, los visita y todo queda arreglado.

Fin de la historia.

Hay gente que opina que merece la pena ver la película porque, tras el giro de guión, se pone muy interesante.



Desde mi punto de vista, hay un error básico en este tipo de afirmaciones: si hay que aguantar un tostón de una hora porque la segunda mitad de la película es muy interesante (o de más de una hora, como es el caso de “Cold Mountain”), es que estamos ante una película mal hecha o ante un director que no sabía cómo rellenar el tiempo mínimo que parecen tener ahora las películas (¿por qué ese afán de hacerlas tan largas? ¿para que nos duela más el culo en la silla? ¿para que consumamos más palomitas?).

Y, después, me encuentro con otro fallo muy grave: que después del giro de guión, que durante cinco minutos te hace pensar “oh, esto es lo que estaba esperando”, ya no ocurre nada.

Juno (Ellen Page), en avanzado estado de gestación, se entera de que el padre de su hijo va a divorciarse de la madre de su hijo (o sea, hablo de los padres adoptivos). Y, cuando parecía que la asustada era Vanessa (Jennifer Garner, la madre adoptiva), puesto que anteriormente otra chica embarazada se echó atrás y decidió quedarse con el bebé, resulta que es Juno quien cree que va a tener que quedarse con el bebé. Ciertamente, el giro es impresionante. La tensión es enorme y empiezas a ver la película de otra forma.

Y, luego, se supone que otro elemento chocante de la trama es que al final de la película (ya advertí que destriparía vilmente el argumento) parece que los chicos (Juno y Bleeker) se quedarán con el bebé, pero tampoco es así. Puede que sí que esté bien hecho, pero en este punto era tal el hartazgo de la película que ni me di cuenta...
Sin duda, la protagonista de la película es Juno. Y Ellen Page estuvo nominada como Mejor Actriz...
Esta es la única película que he visto de esta chica en la que me he fijado en su interpretación (la había visto en X-Men, aunque yo no lo sabía hasta hace un momento...). Pero, sinceramente, no he visto que haya sido tan buena. No voy a decir que sea una mala actriz, pero no creo que se merezca una nominación. Tengo la impresión de que en algunos momentos sobreactúa y creo que hay otros actores en la película que lo hacen mucho mejor: por ejemplo, su mejor amiga o su madrastra. De todos modos, al resto de personajes se les da tan poco protagonismo que no se puede ni hablar de ellos. Los actores no tienen cómo lucirse...


Creo que la película presenta muy bien a los personajes, con Juno como narradora describiendo a sus amigos y familiares. Su padre, su madrastra y su mejor amiga. Sin embargo, del padre del niño (porque ni te hacen pensar que le quiera, que le guste o que sean amigos o novios...) no habla apenas.
Sorprende la planitud de los personajes. Sé que la palabra “planitud” no existe, pero creo que es lo que caracteriza a los personajes planos (sin relieve, simples, esquemáticos...). Esto podría no ser tan grave en el caso del padre, la madrastra, la amiga o los padres adoptivos. Pero me parece que clama al cielo el tema de Bleeker.

Desde que comienza la película, Juno le dice a Bleeker que ha decidido abortar y él dice que lo que ella decida estará bien. De ahí hasta el día en que ella tiene la barriga como una pelota de baloncesto y todo el mundo la mira mal en el instituto, prácticamente no tienen ni un solo diálogo más. Después hablan un par de veces sobre el baile de fin de curso y cosas así, hasta que ella le dice que le quiere y le besa (sospechosamente, después de enterarse de que los padres adoptivos se divorcian).

Todos los cambios en los caracteres de los personajes dependen de las circunstancias externas (como el divorcio – lo siento por mencionar siempre lo mismo, pero es que en la película no pasa nada más), casi diríamos que dependen de si llueve o hace sol...

Nos presentan a los personajes y ahí los dejan plantados y “aplanados”. No cambian su forma de pensar, de actuar, no interaccionan apenas unos con otros...


Aparte del “supuesto” cambio de Juno cuando cree que se queda al bebé (y se da cuenta de que está enamorada), está el del padre adoptivo, músico fracasado y marido encadenado que en una sola escena pasa de tontaina a vivalavida.

Lo único destacable de todo esto es el personaje de Vanessa, la madre adoptiva. El personaje no es nada fuera de lo común, pero creo que la mejor interpretación de toda la película es la de Jennifer Garner (una actriz que, por otro lado, no es santo de mi devoción pero que aquí lo hace realmente bien).

Esto es todo sobre el carácter de los personajes.


Bien por Olive, el abuelo, el tío, el padre, la madre y el hermano.

¿Por qué, a pesar de todo, la película no es intragable?
Bueno, supongo que es ese arrullo cálido e inocente de la banda sonora sumado a los paisajes y las secuencias en las que aparece un grupito de chicos corriendo.
Es como una rima que se repite en el último verso de cada estrofa de un poema: hay una constante que hace la película agradable a la vista y al oído.

Sin embargo, lo único que yo veo en este paisaje semi rural, con adosados y jardincitos sin vallar es el paisaje de Stars Hollow. Stars Hollow es el pueblecito en el que se sitúa la serie “Las chicas Gilmore”, una serie sin pretensiones, mona y suave, que es aborrecida por bastante gente. A mí, sin embargo, me gusta. Y quizá sea eso lo que a mí me hace ver “Juno” como un paisaje agradable en el que pasean una serie de personajes (entre ellos, no me extrañaría ver al bardo que aparece tocando en las calles de Stars Hollows, tal es el parecido que encuentro...). También sea eso lo que a mi queridísimo le hizo revolverse en el sofá al poco de empezar la película.


Juno, paseando por su Stars Hollows sin nombre, coleta a la derecha, coleta a la izquierda con cada uno de sus pasos. A lo Rory Gilmore. Y el rollito “garrafa de Sunny D” en ristre... Algunos se quejaban de ver tanto Pascual, Flora, etc. en “Médico de Familia”, pero aquí tampoco se cortaron nada con Sunny y Coca Cola (aparte de una bebida azul que yo creo que en España no se bebe).

Hay cierto lejano (y tan lejano, lo sé, es p’a matarme…) parecido entre Ellen Page y Alexis Bledel (Rory Gilmore): esa naricilla pequeña y respingona y la frente despejada.
Pero no es sólo eso. Es que hay un parecido casi sospechoso entre Juno y Rory. Esa temática mística, la forma de hablar enrevesada poco propia de los adolescentes... La verdad es que Juno es un poco malhablada para lo que Rory acostumbra, y si eso la hace a la una insolente y cínica la hace a la otra pedante e ingenua. La verdad, me quedo con Rory. La forma de hablar de Juno (“inteligente para su edad”, “rara”, según dicen en la película – creo que no debería definirse a un personaje por lo que otros dicen de él, pero bueno...) es insoportable. Por un lado, “cierra el puñetero pico” (de verdad, ¿por qué traducciones tan literales? ¿aquí alguien dice “puñetero”?) y, por otro, “¿pero qué dices, tío? ¡eso es que no has escuchado a xxx!” (tradúzcase xxx por “un grupo super antiguo y raro que pocos de los que ven la peli conocen).


Si las retahílas de Rory a su novio de instituto (el malotillo de turno con chupa de cuero, pero también muy culto) sobre literatura quedan fuera de lugar, pues estas otras charlas entre Juno y el padre adoptivo no digamos. Más: Rory lleva siempre un libro en el bolso (aunque vaya a una fiesta de clase y vestida de punta en blanco) y Juno siempre lleva varios CDs.

Otra conexión con “Juno” y “Las chicas Gilmore” es el personaje de Lane (Keiko Agena). La amiga coreana de Rory se nos presenta, cual aparición casi milagrosa, a la puerta de la clínica a la que Juno va a abortar, sólo que se llama Su-Chin (Valerie Tien). ¿Quién es esa chica de rasgos asiáticos que se manifiesta allí con su pancarta? Aparte, lógicamente, del parecido físico (por la caracterización), la forma de hablar un poco ñoña y la forma de subirse las gafas de pasta de la chica la hacen parecerse mucho a Lane. A eso le sumo la forma en que Lane habla y habla de CDs, grupos antiguos, épocas pasadas...

He leído en otros blogs hablar de “la freak sabelotodo”. Efectivamente, eso pensé de Juno.
¿Acaso es original que la chica aparezca hablando de sus cosas con una pipa en la boca o con unas gafas años 60? También Rory y Lane se ponen de todo cuando hacen fiestas de pijamas y Rory y su madre toman café cuando comen hamburguesas.

Si no me gustó “Juno” es porque, aparte de no contar prácticamente nada, no veo la gran originalidad que otros han visto.


En serio: hay que ver (o volver a ver) “Pequeña Miss Sunshine”.
Eso sí que es un guión original y esos sí que son unos actorazos.



sábado, 29 de marzo de 2008

Stand by me, Diane

Hoy ha sido uno de esos sábados productivos.
Después de dos semanas, al fin brillaba el sol, no necesitaba salir con abrigo y había dormido hasta tarde. Aunque al final he salido de casa a las 13.00hrs. y no he podido hacer todo lo que me había propuesto, ha merecido la pena.
Nunca había disfrutado tanto conduciendo como hoy. Quizá era por llevar las ventanillas bajadas y la música alta, por cantar a grito pelado sin pudor y por haber podido aparcar a la primera. Es lo que tiene salir a la hora de comer.
Como son pocos los grupos/cantantes nuevos que me gustan, no dejo de rescatar viejos CD’s (y puedo comprarme los pocos nuevos que me gustan sin arruinarme…).
Quizá por la comodidad del coche nuevo, por ir sola y no tener que meter tripa y por escuchar canciones viejas con aire renovado es que he disfrutado tanto.
“Stand by me” me ha alegrado el día. ¡Fin de los bucles depresivos infinitos! ¿Por qué cuando estamos tristes nos ponemos música triste? Por fin, una música que asociaba con los malos tiempos me ha sonado a plenitud. Será el sol, serán los veinte grados, será que hoy cambian la hora…
Y “Born Slippy”. Antes me fascinaba y ahora me deja casi igual… Pero me gusta. Me gusta cuando el bombardeo de fondo cesa y parece que estás tumbada boca arriba, flotando en el agua de la piscina; el pelo apelmazado en mechones sobre la frente y los ojos entrecerrados, el sol tostando la piel desnuda y produciendo destellos sobre la superficie…
No está mal un 21 de marzo que no trae consigo la famosa astenia primaveral.
Recuerdo los últimos coletazos de las rebajas de febrero.
Yo, contenta, de haber encontrado al fin el vestido de lentejuelas de Diane y por un módico precio en H&M.
Me habré acordado de mi adorada Diane por escuchar “Born Slippy”, por supuesto.
Me chocó enormemente pensar que, en otra parte del mundo, la gente podía llevar a una discoteca un vestido de lentejuelas sin ser Nochevieja y, al mismo tiempo, otra gente llevaba camisetas de algodón de lo más cutre. Aquí, por aquel entonces, se estilaba llevar minifalda negra, camiseta de tirantes y botas altas con tacón cuadrado.
Al ver a Diane en Trainsporting, les dije a mis amigas: “quiero un vestido así para la próxima Nochevieja”. Pero nunca lo encontré.
Después engordé (no me habría quedado bien), después adelgacé drásticamente (pero seguía sin encontrar el vestido) y ahora mi cuerpo ha dado el siguiente cambio en la pirámide hormonal: he encontrado el vestido pero mis caderas, mi tripa y mis muslos se niegan a que me lo ponga… Una lástima.
Aún hoy recuerdo a alguna amiga volviéndose roja de la vergüenza y mirando hacia otro lado cuando Ewan McGregor enseñaba el pito…

El pasado noviembre, fuimos a Barcelona.
En el trabajo vi una postal comercial de la exposición “Kawaii! El Japón ahora” y decidí que tenía que verla. Al entrar en la web de la
Fundación Joan Miró y buscar bien qué era eso del Espai 13, me enteré de que la exposición no era siempre la misma. Así que me encargué de buscar a la autora de la imagen de la postal, que era la que más me interesaba por lo que pude ver en Internet, y me di cuenta de que ¡tenía dos semanas para preparar un viaje!
Por si no era ya lo bastante difícil, la exposición de Aya Takano terminaba en el puente de noviembre.
Oh, pero tenía que verlo con mis propios ojos. De nada me valían los artículos de los periódicos gratuitos ni la información de Internet.
Por suerte, no hubo problema.
En el trabajo me dieron los días necesarios para alargar el puente.
Gracias, por una vez, a trabajar en turismo, conseguí
hotel sin dificultad (lo que no significa que lo consiguiese barato).
Después, compré los billetes de tren Madrid-Barcelona-Madrid, pero tampoco fue barato…
Lo más fácil de todo, sin embargo, fue convencer aquí al Sr. Renton de que teníamos que ir a Barcelona a ver esa exposición. Una cosa era visitar Barcelona, de la que yo guardaba un grato recuerdo (breve, pero muy grato) y de la que él guardaba uno poco grato por decirlo bonito (en aquel viaje todo se le puso en contra…), y otra cosa era visitar una exposición de “cosas monas”…
El refrán dice “dios los cría y ellos se juntan”. Pues nosotros dos nos juntamos y parece que la exposición de Aya Takano se juntó con la XIII edición del Salón del Manga de Barcelona. Así que allá que fuimos.

Pudimos comprobar bien de cerca el estado de las obras del AVE.
En Camp de Tarragona, el tren dijo que “hasta aquí” y, nada, tuvimos que bajarnos todos del tren y continuar hasta Barcelona en autobuses. Lo curioso es que, como mucho, llegamos sólo cuarenta minutos después de la hora estimada de llegada del tren. Increíble.

Cuando bajamos del autobús, vi a una mujer con el pelo negro, rizado y largo. Ella hablaba por el móvil mientras bajaba del autobús con su bolsa de viaje. Me sonaba muchísimo su cara e incluso me sonaba su voz. Miré a mi acompañante con cara de “¿esa es…?” Y él me dijo: “Creo que sí”. ¡Juraría que era
Lucía Etxebarría! Bueno, es que estoy segura. Pero no le dije nada. Estaba hablando por el móvil y le habría molestado (lógicamente). Además, su carácter no me gusta (a nadie le puede gustar el carácter de todo el mundo, ¿no es verdad?). ¿Qué le habría dicho? “¿Me encantas?” O, ya que no sabía qué decirle, “Pues no ha llegado tan tarde el bus a Sants, ¿no?” O, algo más clásico, “¿Me firmas aquí?” Pero, ¿dónde? ¿En mi mapa turístico? ¿En la hoja de reserva del hotel? ¿En la libretita donde voy apuntando las chorradas que quiero buscar en Internet cuando vuelva a casa? ¡Chist! Acababa de terminar “Un milagro en equilibrio” esa misma semana, pero ya no lo llevaba en el bolso. Casualidades.

Después, en el Salón del Manga, conocimos a
Aurélia Aurita (que también puede significar medusa común… ¿lo habrá hecho adrede o será otra casualidad? – por cierto, también sé que calamar común es loligo vulgaris, y, sí, debido a mi trabajo en turismo…).
Me pareció una chica encantadora. Después de unos dos años, desempolvé el francés de mi memoria y pude hablar con ella. Doblemente satisfactorio.
Me hizo un retrato con esa forma de dibujar que la caracteriza, aunque, no sé, será porque soy europea, que me dibujó una nariz que me hace parecerme a Lucy (sí, la de Snoopy…).
Yo en el Salón del Manga estaba un poco como un pulpo en un garaje, pero me lo pasé bien al fin y al cabo.
Disfraces graciosos, muchos muñecos monos, una exposición de dibujos originales de algunos autores famosos (que yo, por lo general, no conocía…), etc.
Pero conocer a Aurélia Aurita me emocionó bastante (en las fotos salgo muy risueña).
Además, conocimos a una chica que estaba en el stand del Espai 13. También era muy simpática y nos comentó sitios para visitar en Barcelona, dónde comer… Nos habló de la exposición, de cómo llegar al museo… Resulta que ella también estudiaba japonés, aunque había empezado algo más tarde que yo y aún tenía ilusión… Espero que tenga mucha suerte.

Para ir a la Fundación Joan Miró tuvimos que coger el funicular. Me hacía mucha ilusión porque siempre había pensado que vería la ciudad desde el aire, pero no… No era ese tipo de funicular.
En el museo, cabía la posibilidad de pagar entrada general o sólo la entrada para la exposición, cosa que me pareció estupenda. A mí me gusta Joan Miró pero, sencillamente, no soy tan entendida, y teníamos mucho que ver en Barcelona.


Según Hélène Kelmachter, comisaria del ciclo “El Japón ahora” (21 de septiembre de 2007 – 20 de julio de 2008):

La temporada 2007-2008 del Espai 13 de la Fundació Joan Miró centra su mirada en el país del Sol naciente, en un descubrimiento de las prácticas de la generación de jóvenes artistas japoneses, así como de su contexto histórico y social. Cada exposición nos sumergirá en el universo a menudo sorprendente y extraño de un artista, al tiempo que nos aproximará a alguno de los grandes temas que conforman el retrato de la sociedad japonesa actual. La ósmosis entre tradición y modernidad, los problemas sociales y económicos, la relación con la infancia y la búsqueda de la identidad son algunas de las perspectivas que se proyectan en las obras de Aya Takano, Erina Matsui, Chiho Aoshima, Tomoko Sawada y Kowei Nawa. Cuatro chicas y un chico, con edades comprendidas entre los 23 y los 33 años, que llenarán el Espai 13 con sus pinturas, dibujos, esculturas, películas de animación, fotografías e instalaciones, creando espacios para la experimentación.
¡Kawaii!
De las adolescentes con faldas plisadas que aparecen en los manga a los personajes de Hello Kitty, estos héroes de una nueva mitología están presentes en la imaginería popular, de los dibujos animados a los productos derivados, y constituyen el símbolo de una profunda nostalgia de la infancia. Una nostalgia que se expresa a través de un profundo entusiasmo por todo lo que es kawaii. Kawaii es una de las palabras más recurrentes en el vocabulario de los jóvenes japoneses. Próximo al sentido de “mono”, kawaii designa lo que es pequeño e infantil. Más que una moda, es una forma de pensar y de ser. Esta cultura popular japonesa invade el mundo asiático y llega a Europa y Estados Unidos. De la infancia a la edad adulta, los chicos, y sobre todo las chicas, son adeptos de los fanshi guzzu –del inglés fancy goods–, llaveros y gadgets de todo tipo. El fenómeno ha adquirido tal envergadura que se ha convertido en un tema sociológico, estudiado por escritores, periodistas, filósofos y sociólogos. Los estudiosos subrayan la otra cara de kawaii: un profundo nihilismo, la negación del presente social a favor de un retorno a la infancia, el reflejo, en definitiva, del descontento de la sociedad japonesa.
Las obras de Aya Takano y Chiho Aoshima se inscriben en la esfera kawaii, destacando su lado subversivo y falsamente inocente. Las muchachas en quimono de grandes ojos y gráciles cuerpos de Aya Takano (Saitama, 1976) evocan tanto las estampas tradicionales japonesas como las chicas emancipadas que pululan por las calles de Tokio. Chiho Aoshima (Tokio, 1974) imagina un mundo onírico y sorprendente en sus dibujos de colores ácidos generados por ordenador. Su universo se mueve a menudo entre la pesadilla y la angustia, y sus personajes dudan entre la magia y la violencia de la realidad.
La revolución de la shôjo
En Shibuya, las chicas con uniformes escolares, falditas plisadas y calcetines-polainas muy largos, trajinan riendo alrededor de los purikura, fotomatones que permiten escoger el tipo de fotografía deseada, personalizándola con modelos diferentes de marcos, que después intercambiarán. Numerosos sociólogos han llamado la atención sobre este nuevo fenómeno: las chicas pasan cada vez más tiempo en la calle, con frecuencia en grupos y vestidas de una manera espectacular y ostentosa. Las shôjo, las adolescentes japonesas -literalmente “medio mujer”–, son el símbolo de una mutación de la sociedad. Se definen como mujeres-niña, en estado de suspensión entre la infancia y la edad adulta, consciencia e inocencia. La mujer japonesa, antes encargada de garantizar la tradición, aparece cada vez más como “la vanguardia de la mutación social”. Entre colegiala y femme fatale, la gyaru –del inglés girl (chica), a la japonesa– es realmente la nueva fuerza social y cultural en Japón. La escena del arte contemporáneo confirma esta tendencia, a través de las artistas mujeres que crean una obra inventiva y sorprendente, fascinante y, a veces, molesta. La programación de las exposiciones en el Espai 13 lo demuestra: de 5 artistas, ¡4 son chicas!
El arte del siglo XX ha estado marcado en Japón por la presencia importante de dos mujeres, cabezas de fila de los movimientos más importantes, como Atsuko Tanaka (nacida en 1932), que marcó la historia del grupo de vanguardia Gutai en los años cincuenta, o Yayoi Kusama (1929), una artista imprescindible desde principios de los años sesenta. La tendencia se confirma con los artistas de la generación de Mariko Mori (1967) y se hace evidente con las creadoras de la generación que ahora tiene treinta años, hasta el punto de ser una de las características más destacadas del arte japonés de nuestros días.
Testimonio de esta búsqueda de identidad típica de las chicas japonesas, Tomoko Sawada (1977) se retrata en grupo (fotografías de curso en que repite su rostro) o en retratos individuales de fotomatón. Para su exposición en el Espai 13, realizará una serie de fotografías sobre la extravagancia en el vestir de las chicas de Tokio, y en concreto de la tendencia golitha (contracción de gótica y Lolita), que se mueven por el barrio de Harajuku.
Un mundo de extrañeza y onirismo
A pesar del gran poder económico que ha proyectado al mundo la imagen de un país con tecnología punta, Japón vive desde hace unos años el pinchazo de la burbuja económica: el paro y la precariedad laboral han pasado a ser corrientes en la vida cotidiana de los japoneses y en las creaciones de los artistas. Esto, esta evocación, no obstante, en lugar de mostrarse como una constatación del estado del mundo, se convierte en una oportunidad para abrir la puerta a la imaginación y lo extraño. Así, Erina Matsui (Okayama, 1984) presenta un mundo personal lleno de visiones extrañas y poéticas.
Muchos artistas japoneses se cuestionan la frontera entre visión y percepción, creando un mundo onírico y delicado. Kowei Nawa (Osaka, 1975), con sus dibujos, esculturas e instalaciones, juega con nuestra percepción del mundo e inventa objetos llenos de poesía y extrañeza. Proyectando imágenes sobre el agua, recubriendo objetos con cuentas de cristal, invadiendo el espacio con gigantescas formas moleculares, Nawa transforma el estado original de una imagen, de una cosa o de un lugar.
Con “¡Kawaii! Japón ahora”, la Fundació Joan Miró invita al público a un viaje sorprendente por el mundo de la creación japonesa más actual y mantiene, así, el espíritu de hallazgo y de experimentación, de sorpresa e invención que caracteriza al Espai 13.


Disfruté muchísimo de la exposición. Era sólo una pequeña sala, pero había obras de gran formato, una escultura (peluche) de un perro-vaca gigante, un video y muchas pequeñas obras de acuarela.

Sensual, agresivo, inocente y falsamente inocente, cruel, futurista… Así describen su estilo.

Más imágenes de la obra de Aya Takano en la Galería Emmanuel Perrotin.
Acerca de
Aya Takano en wikipedia (inglés).

domingo, 20 de enero de 2008



“A FRIEND TO DIE FOR” en EE.UU., “DEATH OF A CHEERLEADER” en Reino Unido y “ASESINATO DE UNA ANIMADORA” en España

Las Navidades son fechas tristes para los amantes de las pelis-de-Antena3-de-después-de-comer. Todas las pelis sobre hechos reales desaparecen de la parrilla televisiva para dar paso a Beethoven, niños que esperan los regalos bajo el árbol y, en el mejor de los casos, romances adolescentes.

Siempre me ha gustado apoltronarme en el sofá después de comer y, en lugar de echarme la siesta, plantarme a ver una película de Jane Seymour (“La Doctora Queen”) o Joanna Kerns (“Los problemas crecen”). Éstas, cuando se trataba de las de mayor rango, porque lo normal era ver a mujeres de lo más variado y desconocido con el mismo doblaje en muchos de los casos (Ángeles Neira, voz de Krilín en “Bola de Dragón”). Si hay algún otro adicto a este tipo de películas al otro lado del cable, sabrá de lo que hablo.


Lo curioso es que, después de comentar este entretenido y pasivo hobbie, una se da cuenta de que no está sola. De que hay muchas más personas que se sientan el sábado o el domingo a ver la peli de turno “basada en hechos reales”.
Amenazan la Navidad, los programas de corazón, las batidoras o incluso el rescatado “Humor amarillo”, pero nada nos detiene.

En Internet he descubierto que este mundo del “directamente en su televisión” es como un mundo paralelo a nuestras pelis nacionales “directamente en su videoclub”. La diferencia es que las primeras tienen como objetivo final la televisión, mientras que las segundas se quedan muy a menudo con las ganas de ser proyectadas en algún cine.

Al parecer, existe en la televisión por cable de EE.UU. un canal llamado “Lifetime” que se dedica a echar este tipo de pelis (aparte de “Las chicas de oro” y programas sobre ufología, “ahí es ná”). Vamos, que me recuerda un poco al canal Cosmopolitan que se puede contratar aquí, en el que lo único que echan es “Sexo en Nueva York” y el reality de asesoramiento de imagen. Lo que ocurre es que el público objetivo, aunque femenino, no tiene la misma edad. Aún así, prefiero el primer segmento antes que el segundo. Ambos son “basados” o “inspirados” en hechos/vidas reales pero igualmente poco creíbles… Lo que pasa es que con lo primero me río y con lo segundo desespero.
“I swear to the gods, even if it's a "true story," which 99.9% of all the movies on Lifetime are, the plots are always so laughable! Dammit, I thought of a perfect parody last night but now I can't remember a word of it. Shit.”
“Lifetime is a cable channel, "Television for Women." I swear, the movies are like: "She killed her husband's lover and now she's cheating on him with some guy from Starbucks, but what she doesn't know is that the guy from Starbucks wants to kill her because he's really gay and wants her husband!"”
“Everytime I go to that channel a movie about a mother's fight for revenge on her daughters rapist or a mother's fight against her abusive drunken husband is on...”
“I got so bored sitting down in the office one night that we started making up a list of probable Lifetime Movie titles. most of them end with ". . . in a small town." there are so many with that ending.
Murder in a Small Town
Seduction in a Small Town
She Fought for Justice in a Small Town
and so on...”


He descubierto Lifetime en un foro, cuando realmente buscaba información sobre la película “Asesinato de una animadora” (hay uno que me matará cuando sepa que realmente he escrito una entrada sobre esto… ¡ya te lo había dicho! ¿por qué no te lo creías? Y, bueno, no es el mejor momento, pero te tengo que confesar que me estoy zampando todas las cookies que habías comprado…).
Para quienes se reían de mí por haber intentado encontrar en Internet la peli “Asesinato de una animadora”, he de decir que es la obra estelar de las grandísimas Kellie Martin y Tori Spelling.
“I loved Kelly Martin. My favourite thing she was ever in was when she killed Tori Spelling in a movie of the week. Classic. Kelly Martin was this really nervous, freaky hs kid and Tory Spelling was the snobby cheerleader. On Lifetime, I think.”

“That is the first thing I think of when I see Kelly Martin too! I hate Tori Spelling so it was good to see her die.”
“I can't believe we all saw the same Lifetime movie.”
“YES! I have watched a lot of Lifetime Movies! And yes, they all seem to have Kelli Martin in them! LOL LOL”





Ya ni siquiera recuerdo bien el contenido de la película pero… ¿qué más da? La recomiendo igualmente. Un clásico de las pelis de instituto: la chica mona (la feísima Tori Spelling, Donna en “Sensación de vivir”) que es la super guay del instituto pasa de la tontita de turno (Kellie Martin, de “La fuerza del cariño”). Por eso, la tontita acaba matándola.
“tori spelling freaking rocks on lifetime movies..theyre so bad theyre good...my favorites: *mother may i sleep with danger* and the definitive lifetime movie (it stars not ONLY tori spelling...but Kelly Martin!!) *Death of a Cheerleader*”
“AND I love Death of a Cheerleader! It has both of the Lifetime movie queens in it.....LOL LOL”
“you know..the one where kelly martin offs tori spelling with a knife she finds in her car because her sister was cutting cucumbers....in the car....all while tori uses her oscar winning abilities to scream "stop! what are you doing to me! " while shes being stabbed...its a classic...i taped it :)”


Otro clásico es “Caramelo asesino” (“Jawbreaker” en el original), peli de viernes por la noche en Telemadrid. La verdad es que creí que sería otra cosa por la franja horaria en que se emitía, pero el título no dejaba lugar a engaños. Otro clásico (aunque con los mismos tópicos, menos típico): la chica mona (la ojos-de-rana Rose McGowan, Paige en “Embrujadas”) que es la super guay del instituto quiere gastar una broma a su mejor amiga por su cumple; entre las tres del grupo, fingen un secuestro, le meten un “machacamandíbulas” en la boca (un caramelo enorme, más o menos como una pelota de tenis, que también he visto que se vende aquí pero que está un poco asqueroso) y la tiran al maletero del coche. Cuando quieren sacarla para la fiesta de cumpleaños, la muchacha se ha asfixiado con el caramelo… ¡asesino! Pero, en lugar de traumatizarse, las chicas se ponen las pilas porque la tontita del instituto se entera de lo que ha pasado… Así que deciden reemplazar a la machacamandibulizada por la tontita, Violet (Adria Dawn, de “Popular”), y la convierten en guapa.


Pero mejor los clásicos clásicos, los de verdad…

“Did you see the one with Brooke Shields...based on a true story, of course, where she is fighting to keep the child of her live-in-girlfriend who dies of Cancer? VERY GOOD STUFF!”

“That's a Tori Spelling Lifetime classic. and winner of Worst Title Ever award, by me. Poor little Tori starts dating the perfect guy, but her mother suspects there's something not right about him. of course, defiant Tori doesnt believe her mother's warning, and she gets involved with the guy anyway, only to find out that he's a psycho girlfriend murdering creep. It's up to Tori's determined mother to save her. dun dun DUN!!!”
Aparte de la de Brooke Shields (aunque no descarto haber visto alguna peli suya de este tipo), me quedo con ganas de ver esta otra:
“i woke up pregnant. premise: a lady (played by michele green) is raped by her dentist while she is under the nitrous oxide. and she gets pregnant from it.”

¡¡Ésta sí que la vi!! Alguien me dijo que corrían rumores de que la niña de “Entrevista con el vampiro” se había dedicado al porno… Esto, claro, antes de sus últimas películas, que la han vuelto a sacar a la luz. Entretanto, mejor que el porno, entró en el mundo de Lifetime…
“did anyone catch 15 and pregnant starring kirsten dunst?! touching, truly touching. and the music was awesome. "can i still play soccer?"”
Pues sí, yo la vi...


Otra que tiene su lugar dentro de la sobremesa y las pelis basadas en hechos reales es Tiffany-Amber Thiessen (Kelly, de “Salvados por la campana”). Como decían en el foro en el que descubrí Lifetime, muchas de estas películas tratan sobre madres que intentan vengarse de quien violó a sus hijas… En el caso de “Sola contra todos” o “She fought alone”, el atacante es Brian Austin Green (David en “Sensación de vivir”)… Sólo que Tiffany-Amber y su madre no podían vengarse porque el padre del DJ de “Sensación de vivir” era el alcalde del pueblo (como decían también en el foro, de un “small town”).







En el fondo, es como un bucle, como una cadena infinita de relaciones…
Kellie Martin comparte cartel con Tori Spelling en “Asesinato de una animadora”.
Tori Spelling es Donna en “Sensación de vivir”, donde aparecen Brian Austin Green (David) y Tiffany-Amber Thiessen (Valerie Malone).
Tiffany-Amber Thiessen aparece en “Salvados por la campana” con Mario Lopez (A.C. Slater).
¡Y Mario Lopez coincide en “Nip/Tuck” con Adria Dawn! Él es el cirujano guaperas que probablemente sustituirá en sus correrías nocturnas al Dr. Troy cuando caiga presa de la disfunción eréctil y ella es la asesora de Kimber en el la Iglesia de la Cienciología… (sin contar con que el famoso Dr. Troy, Julian McMahon, fue Cole, el marido de Phoebe, en “Embrujadas”).
¿Cómo enganchar a esta cadena sin fin a Rose McGowan? Bueno, era medio hermana de Shannen Doherty (Brenda en “Sensación de vivir”) en “Embrujadas”. Paige y Prue, Paige y Phoebe (porque Phoebe, Alyssa Milano, también apareció en “Melrose Place” como Jennifer Mancini, cuñada, por tanto, de Marcia Cross, mujer de Michael Manzini y más tarde Bree Van de Kamp en “Mujeres desesperadas”).

Bueno, voy a dejar ya esto de las cadenas… Me temo que por mucho que busque, no encuentro la conexión de Kirsten Dunst…

martes, 15 de enero de 2008

Los mitos de Izanami y Perséfone y otras figuras míticas

Este es uno de los trabajos que realicé para la asignatura “Los clásicos de la literatura japonesa” durante la carrera.
Como último año de estudios en la universidad (espero que último hasta ahora), me había dado el premio de estudiar al fin una asignatura de Mitología. Un compañero me recomendó la asignatura de “Transmisión mítica dentro de la literatura occidental”, que me sería especialmente útil para realizar el trabajo de literatura japonesa. No hace falta decir lo mucho que aprendí en aquella clase, lo que disfruté con la profesora y con la lectura de clásicos más cercanos que los griegos que aún no había leído. Descubrir al minotauro o a Prometeo dentro de la literatura moderna me sorprendió muchísimo. Y más me sorprendió leer el Kojiki y encontrar tantas similitudes con lo que ya tantas veces había leído y releído.
Quizá fue mi capricho de libre configuración el que me sirvió de escape a una asignatura de literatura que no sabía muy bien cómo exprimir. Fue mi salvación y al mismo tiempo un disfrute de horas y horas en la biblioteca de la facultad.

Desde niña me ha fascinado la mitología griega. Cuentos sobre personas valientes, sobre personas prudentes, sobre personas honorables.
Después aprendería el lugar que tiene la mitología dentro de la cultura y de la sociedad de un pueblo. Aprendería la importancia de la mitología, que explica a un pueblo lo que es el mundo, su estructura y el papel que el hombre tiene en él.

En el caso concreto de Japón, en Kojiki (de 712) se encuentra la primera historiografía que hoy se conserva (las anteriores del clan Soga fueron destruidas). Y tiene gran valor por cómo se introdujo en ella la mitología, que no dejó de escribirse como historia verdadera de Japón y de los japoneses.
El emperador Tenmu se vio en la tesitura de encontrar el modo de asegurar su lugar y el de sus descendientes como emperadores. Para ello, Hieda no Are memorizaría la historia imperial. Tras la muerte de Tenmu, Ôno no Yasumaro quedaría encargado de compilar esa historia memorizada previamente.
Cuando se escribe, hay una intención clara: la historia ha de remontarse hasta los tiempos desconocidos (ahí es donde se encuentra la mitología) y ha de justificar la situación histórica conocida, con una persona determinada como emperador y con ciertas familias como nobles.

Con Nihonshôki (de 720) ocurriría lo mismo, pero se habría perdido aún más el significado religioso de los mitos, que podían venir de siglos atrás. Por otro lado, esta historiografía se escribió para presentarla de cara al exterior, de modo que se puede pensar que Kojiki pudo estar más comprometido con las creencias japonesas del momento, sin olvidar por supuesto las circunstancias políticas que envolvieron su compilación.

En cuanto a introducir en este contexto la mitología griega (y después la romana), he de decir que, por un lado, me parece interesante investigar un poco más en la concepción del más allá japonés y griego, ya que tienen más parecido entre sí del que pueda tener el Hades griego con el Infierno cristiano. Por otro lado, merecería la pena poder llevar a cabo una investigación profunda acerca de si estas coincidencias en la presentación de los mitos son coincidencias o no.
En caso de ser sólo casualidades, no deja de ser un buen campo para la investigación, como modos similares de explicar una misma realidad a través del mito.

En cuanto a las obras utilizadas, ha sido necesario reducir bastante el campo de estudio para poder hacer un trabajo concentrado y profundo. Parto del mito de la visita de Izanagi a Yomikuni por sus claras conexiones con los mitos griegos. En este caso, el del rapto de Perséfone y el de la visita de Orfeo al Hades, aunque este último muy someramente.

He intentado buscar las fuentes más antiguas de dichos mitos. Por ello y por la limitación del trabajo, me centraré en la versión del mito japonés de Kojiki y no haré apenas mención a su aparición en Nihonshôki (aunque también se recoge). En cuanto a los mitos griegos, para el mito de Perséfone utilizaré los “Himnos Homéricos”, versión más antigua del mito que se conserva. Lástima que el alejandrino Claudiano Claudio no terminase su poema sobre el rapto, que sería el más largo y detallado que se conservase en la actualidad. Para el mito de Orfeo utilizaré las versiones de Ovidio y Virgilio, ya que se trata de un mito griego cuyas fuentes griegas no se conservan. Y estos dos autores, sobre todo Ovidio (que también escribiría sobre el rapto de Perséfone), son los que mayor fama han dado al episodio de Orfeo en el Hades.

Las semejanzas entre el mito japonés y el griego

En primer lugar, he de decir que hablaré de Yomikuni y Hades en cuanto al “más allá” de Japón y de la Grecia antigua, ya que las concepciones de “infierno”, “mundo de los muertos” o “mundo subterráneo” pueden ser confusas.
Tanto en Japón como en Grecia, se entiende ese mundo como un “más allá”, en cuanto a que está más allá de la vida pero también más allá del territorio. Aunque a menudo se hace alusión a un mundo subterráneo o de los muertos, ni está bajo tierra ni están siempre muertos los que lo habitan.
Aunque hay una concepción de tres mundos y una jerarquía entre ellos, lo cierto es que no hay una asociación al mal o al bien ni se habla de un lugar destinado al tormento (salvo en escritos posteriores por influencia del cristianismo y del budismo). Además, el Takamagahara / Olimpo es realmente un lugar superior, pero no acceden a él los virtuosos; y Yomikuni / Hades es un reino gobernado por vivos (Izanami no está muerta en Yomikuni en un principio, y Hades y Perséfone están sin lugar a dudas vivos) y se sitúa más allá del territorio conocido (ya sea en el lejano mar occidental en el caso de Hades o en el más allá del mar visible desde el archipiélago japonés – Tokoyo).
La visita al más allá es siempre una visita peligrosa, y pocos son los que pueden regresar. En el mito japonés, es imposible regresar de Yomikuni. En el mito griego, sólo algunos (y por ser dioses o por sus maravillosas habilidades) han podido regresar.
En cuanto al contenido de estos mitos y de los de otras culturas antiguas, es común la historia de la desaparición de un dios que supone una desgracia, personal o para la humanidad. Se realiza una búsqueda del dios y, tras ello, la situación vuelve a la normalidad1.
Cuando Izanami muere a causa de dar a luz al dios del fuego, la situación resultante es una tragedia para Izanagi: “¡Oh! ¡Mi joven y encantadora hermana! ¡Oh! ¡Te he cambiado por este único niño!2” El texto es especialmente descriptivo en cuanto a cómo se arrastra junto a su cuerpo y cómo la llora. Además, es una tragedia generalizada porque Izanagi ha visto inacabada la tarea de la creación, pues ha muerto la madre creadora.
* Cuando Perséfone es raptada por Hades, Deméter queda desolada. Antes de ir en su búsqueda, se queda durante un tiempo (que difiere según la obra) lamentándose de su pérdida, sin querer probar bocado.
Después de llorar a su amada, se desata la ira de Izanami, que “mata” al dios del fuego (realmente, lo parte con su espada y de él surgen nuevas divinidades; es decir, se trata de una metamorfosis).
* La ira de Deméter se despliega haciendo que la tierra deje de producir, de modo que el hambre y la muerte amenazan a la humanidad.
Tras su búsqueda, Izanagi se reúne con Izanami, que sale del palacio de Yomikuni a su encuentro. Están llenas de significado las palabras de Izanami: “¡Lamentable es el hecho de que no vinieras más pronto! Ya he comido de las cocinas de este mundo. Sin embargo, como reverencia a que has venido hasta aquí, mi mayor y encantador hermano, deseo volver. Pero discutiré ahí dentro con las deidades de este mundo. ¡No me mires!3
* Deméter se reúne con su hija (según los “Himnos Homéricos”, los caballos de Hades la conducen al exterior) que, tras sus preguntas, responde: “En fin, madre, yo te lo diré todo sin error. (…) él [Hades], a hurtadillas, me hizo comer un grano de granada, sabrosísimo manjar (…)4”. La condición de Zeus para que Perséfone regresase era que no hubiese comido en el Hades.
* En este punto, el mito tiene una clara conexión también con el de Orfeo y Eurídice: tanto Ovidio como Virgilio hacen alusión a esta condición de “no mirar”, aunque en el caso de Izanami no es una condición para que vuelva, pues ni siquiera sabe si podrá regresar: es una orden.
Izanagi no puede resistirse y, tras encender una luz con su peine, mira a Izanami. Ésta es ya un cadáver en estado de descomposición. Al darse cuenta de lo ocurrido, Izanami increpa a su esposo: la ha cubierto de vergüenza. Por ello, Izanami busca venganza y lanza contra Izanagi a los Truenos, guerreros y Brujas de Yomikuni. Valerosamente y gracias a que puede metamorfosear sus peines en uvas y brotes de bambú y a que después encuentra unos melocotones, Izanagi vence a estos monstruos devoradores.
* Orfeo tampoco pudo resistirse y miró a su esposa. Pero ella no le pudo guardar resentimiento. Es más, ella se mostró comprensiva, pues Orfeo, como enamorado que era, no podía hacer otra cosa sino querer mirarla.
Izanagi colocó una piedra separando Nakatsukuni de Yomikuni. A cada lado, los esposos discutieron y se divorciaron. Ella le amenazó con que mataría a mil humanos cada día, pero él le aseguró que abriría mil quinientas casas de parto para que mil quinientos humanos naciesen cada día. A partir de entonces, Izanami pasó a ser la Gran Diosa de los Infiernos.
* El acuerdo al que llegan los dioses es que Perséfone pasará un tercio del año en el Hades y el resto del año en el Olimpo (según Ovidio, la mitad del año en cada lugar). Así, Deméter vuelve a hacer la tierra productiva. Por razón de su matrimonio, Perséfone pasa a ser la Diosa de los Infiernos.



Interpretación de los mitos y sus semejanzas

Son varios los puntos en común, como se ha visto.
De ellos, hay varias cosas que merecen atención desde el punto de vista del significado:

* Relaciones de amor y odio:
Aunque el estilo de Kojiki pueda ser mucho más prosaico que el de, por ejemplo, Claudiano, está claro que son sentimientos humanos, llevados hasta su máxima expresión (pues son dioses los que sienten), los que aparecen reflejados en los mitos.
El amor es el que impulsa a Izanagi a buscar a su esposa, igual que a Deméter, que busca a su hija. El amor es tal que se entra hasta en el mundo de los muertos, aunque se corra peligro. Sin embargo, no es tan peligroso el caso de Deméter, que no en todas las versiones entra en el Hades. Sin embargo, Orfeo sí lo hace, desafiando a Caronte, Cerbero y los Tres Jueces de los Muertos.
La ira se expresa mediante la acción de venganza de Izanagi hacia el dios del fuego y de Izanami hacia su esposo cuando la mira. Igualmente, Deméter hace la tierra improductiva (en los “Himnos Homéricos”) y amenaza a Zeus con hacerlo (en Ovidio5).

* El más allá:
Se caracteriza por la oscuridad. En Kojiki, se ve cómo el mundo oscuro y que así debe ser ha sido iluminado por la luz encendida por Izanagi, lo que rompe un tabú6. A esto, yo añadiría el hecho de que la oscuridad puede ser interpretada como lo germinal, lo materno, como se verá en el punto “el nacimiento de vida”.
En cuanto al hecho de comer en el más allá, tiene un significado bastante profundo. Aparte de que comer en una comunidad implique la pertenencia a ella, hay que mencionar otro acercamiento de las mitologías “occidentales” y “orientales” (si es que pueden denominarse así, genéricamente), fuera ya de Grecia y Japón. En Egipto también existían mitos que explicaban cómo comer en el inframundo suponía no poder regresar a la vida. Pero, curiosamente, dichos mitos existen también en Papúa Nueva Guinea, Nueva Zelanda, etc.
Sobre la prohibición de mirar a la amada, tanto en el caso de Izanami como en el de Eurídice, se puede decir que la mirada es una barrera entre el individuo y su entorno. Al mirar lo prohibido, se atenta con un individuo en concreto (por eso Izanami se ve cubierta de vergüenza), pero también se rompe una barrera que nunca se hubo de romper (por ello, Orfeo pierde a Eurídice, a quien le iban a entregar).

* Consecuencias:
Por diferentes causas (muerte o matrimonio), ambas diosas, Izanami y Perséfone, acaban convertidas en diosas de los infiernos.
Se vuelve a la normalidad tras haberse realizado con éxito la búsqueda. Aunque no se pueda hacer regresar a la persona amada, se ha conseguido encontrarla. En el caso japonés, se vuelve a la normalidad porque ahora Izanagi retoma sus actividades como creador (crea varios dioses más, entre ellos Amaterasu, Tsukuyomi y Susanô, los tres dioses principales), que habían quedado interrumpidas cuando murió Izanami. En el caso griego, se vuelve a la normalidad cuando la diosa Rea convence a Deméter de que haga de nuevo productiva la tierra.

* El nacimiento de vida:
Debido a la desaparición de un dios, el mundo ha quedado en un estado anormal. Tanto la desaparición de Izanami como la de Perséfone son verdaderas tragedias, al llegar a tocar el desorden la tarea de la creación y la productividad de la tierra, origen de vida.
Sin lugar a dudas, el mito del rapto de Perséfone se ha identificado con la creación de las estaciones y con la forma en que renace la vida. Al volver la situación a la normalidad, la tierra vuelve a dar sus frutos. Pero, es más: Perséfone ha permanecido un tiempo escondida bajo tierra y, llegado el momento, se reúne con su madre y brota la vegetación. Anualmente se vuelve a producir este hecho. No es sólo Perséfone una especie de personificación de la semilla, sino también la diosa del infierno, asociada con la muerte pero a la vez con la vida, porque son conceptos que no se pueden disociar. En este sentido, es fácil asumir que oscuridad también tiene que ver con ese estado germinal bajo tierra que antes mencionaba.
Izanami pasa de ser la madre creadora a la diosa del infierno, y su ansia se convierte en devorar y destruir aquello que tiene ante sus ojos: primero Izanagi, contra quien envía todo tipo de monstruos, y después los humanos, a quienes matará diariamente de mil en mil. Izanagi le replica que posibilitará que nazcan mil quinientos humanos al día: de nuevo, la vida va unida a la muerte y viceversa. El estado germinal de la oscuridad se puede asociar a conceptos orientales como el caos primigenio, la vuelta a la madre (en este caso, Izanami).
Ambos mitos explican una verdad existencial: la relación entre la vida y la muerte, en el caso japonés, y el ritmo de las estaciones, en el griego. En última instancia, con el nacimiento y la fertilidad.
Apoyando estas ideas sobre la fertilidad estaría el simbolismo de las frutas, pues las frutas suelen simbolizar la fertilidad.
En el caso de la granada, que es el fruto que come Perséfone en el Hades, es del color de la sangre, de la vida, y tiene múltiples frutos en su interior (multiplicación, productividad). Precisamente lo que la ata al Hades es una fuente de vida: porque Perséfone es vida, quizá, la otra vida.
En el caso de Kojiki, aparecen los melocotones. Lo que es más importante, aparecen dentro de Yomikuni. Tanto los melocotones como las uvas fueron frutas introducidas de China. En China, los melocotones son símbolo de inmortalidad. En Kojiki, Izanagi habla de los melocotones como la que será fruta divina, pues salvará a los humanos en época de carestía. Así pues, Izanagi, tras volver de Yomikuni, se convierte en padre creador (él solo engendra a los tres dioses principales) y da una solución a la muerte para los humanos: los nuevos nacimientos, que podrían interpretarse como la inmortalidad del género humano.



Conclusión

El mito escrito en Kojiki en 712 está muy lejos de los mitos griegos estudiados, no sólo territorialmente. Los “Himnos Homéricos” son de la segunda mitad del siglo VII a.C., y el mito de Orfeo y Eurídice es de la segunda mitad del siglo I a.C. (Virgilio) y de principios del siglo I d.C. (Ovidio).
Hay pruebas de que la cultura griega llegó a Japón. El contacto más antiguo que pudo haber es el de las esculturas búdicas de estilo semi-griego que pasaron a China en el siglo IV a.C. Con la influencia china pudo introducirse, aunque muy tamizada, la griega.
Desde otro punto de vista, es cierto que las culturas de lo que conocemos como Oriente Próximo tenían mitos muy semejantes a los de Izanami / Perséfone y la experiencia de Izanagi / Deméter en el más allá. Ya los sumerios, en el milenio III a.C., hicieron visitar el averno a su diosa Inanna para explicar el ritmo de la vegetación. Igualmente, los babilonios, en el siglo VII a.C., introdujeron a la diosa de la fecundidad Ishtar en el averno para buscar a su amado, el dios de la vegetación. Si la religión babilónica influyó en el Mediterráneo y se extendió hacia oriente, ¿no pudo recogerse de algún modo la tradición de este mito? Sin duda, llegaría muy transformada a Japón, pero recogería coincidencias espectaculares tratándose de lugares tan lejanos.
Hasta el momento, no se puede probar que los puntos de conexión tan parecidos entre ambas mitologías, al menos en lo que a estos mitos tratados se refiere, se deban a una influencia real y no a una casualidad.
Sea como fuere, no se puede negar que el mito, escrito como histórico (en Japón) o reelaborado y válido en todas sus versiones (en Grecia), a veces resuelve un mismo problema con una explicación sorprendentemente parecida.






La foto del rapto de Perséfone la tomé yo misma en Florencia.



Notas

1 Mª Dolores Castro Jiménez, El mito de Prosérpina: fuentes grecolatinas y pervivencia en la literatura española”, Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 1993.
2 Traducción propia de Basil Hall Chamberlain, The Kojiki: Record of Ancient Matters, Singapur: Charles E. Tuttle Company (1981), pág.33.
3 Traducción propia de Basil Hall Chamberlain, The Kojiki: Record of Ancient Matters, Singapur: Charles E. Tuttle Company (1981), pág.39.
4 En José B. Torres (editor), Himnos Homéricos (Himno II: a Deméter), Madrid: Cátedra, 2005, pág. 105 - 106.
5 Realmente, en su obra son Ceres y Júpiter. Por no hacer la lectura del trabajo más complicada, he optado por utilizar también en los casos de escritores latinos los nombres griegos.
6 En Nelly Naumann, Antiguos mitos japoneses, Barcelona: Herder, 1999.

Bibliografía

Claudio Claudiano, Le rapt de Proserpine, Paris: Les Belles Lettres, 1991.
Elisabeth Frenzel, Diccionario de motivos de la literatura universal (visita al averno), Madrid: Gredos, 1980.
Françoise Létoublon (coordinadora), Le mythe d’Orphée dans les métamorphoses d’Ovide, Paris: Adapt Éditions, 2001.
Hans Biedermann, Diccionario de símbolos, Barcelona: Paidós, 1989.
Jinnichi Konishi, A History of the Japanese Literature, New Jersey: Princeton University Press, 1984.
José B. Torres (editor), Himnos Homéricos (Himno II: a Deméter), Madrid: Cátedra, 2005.
Juan Eduardo Cirlot, Diccionario de símbolos, Madrid: Siruela, 1997.
Mª Dolores Castro Jiménez, El mito de Prosérpina: fuentes grecolatinas y pervivencia en la literatura española, Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 1993.
Nelly Naumann, Antiguos mitos japoneses, Barcelona: Herder, 1999.
Ovidio, Metamorfosis (Libro V: El rapto de Proserpina; Libro X: Orfeo y Eurídice), Madrid: Alianza Editorial, 2002.
Robert Graves, Mitos griegos (Los dioses del mundo subterráneo), Madrid: Alianza Editorial, 1985.
Timothy Gantz, Early Greek Myth: a guide to literary and artistic sources, U.S.A.: The John’s Hopkins University Press, 1993.
Virgilio, Geórgicas (Libro IV: el episodio de Aristeo), Madrid: Cátedra, 1994.
Basil Hall Chamberlain, The Kojiki: Record of Ancient Matters, Singapur: Charles E. Tuttle Company (1981)
Pilar González Serrano, “Catábasis y resurrección”, Espacio, Tiempo y Forma, Historia Antigua Serie II, Madrid (1999), pág. 129 - 179.