sábado, 30 de mayo de 2009

De Kafka y lo kafkiano

Desde que descubrí la biblioteca municipal, uno de mis objetivos ha sido empezar a conocer a esos escritores de renombre mundial, de esos que califican como “atemporales”, y poco a poco ir ganando más culturilla general.
Los dos primeros de mi lista han sido
Franz Kafka y Edgar Allan Poe. Del segundo no comentaré en esta ocasión (en parte porque las últimas páginas del libro no se habían impreso debido a algún error y no pude acabar la historia...), pero sí del primero.
Porque cogí un libro de Edgar Allan Poe como de casualidad, para rellenar los cuatro o cinco libros que cojo cada mes (por supuesto, entre ellos también hay algún comic; si no, sería realmente difícil leer tanto sólo en los trayectos del transporte público), pero lo de Kafka fue completamente intencionado.

Kafka aparece en casi todas las colecciones universales de literatura. Kafka por aquí, Kafka por allá... Cuando hice mi visita express (2h30min) a Praga, vi desde el puente Carlos (Karlovy Vari) el Museo Kafka. Y tengo una amiga que emplea habitualmente el adjetivo “kafkiano” dentro de su vocabulario. Lo que es más: lo emplea correctamente.
Según la RAE, “Dicho de una situación: absurda, angustiosa”.
Una
opinión sobre qué significa “kafkiano”:
En el diccionario de la RAE habla de una situación absurda y angustiosa, aunque habría que añadir otros ingredientes como la ironía, lo onírico o el subconsciente. La mejor manera de hacérselo comprender es leyendo “La metamorfosis” y otras obras del autor de Praga. Aunque hay otro modo de comprender a este genio de la narrativa: observar la realidad cotidiana y comprobar cómo en todos los ámbitos - individual, familiar, social,...- hay situaciones absurdas que nos remiten a esta breve novela en la que un funcionario se siente ninguneado y marginado incluso en su misma familia.”

Desgraciadamente, después de terminar el primero de los libros de Kafka que he leído, quedé totalmente desconcertada. No me había gustado de hecho el libro; de hecho, lo había sufrido kafkianamente (si es que puedo crear un adverbio para decir “con angustia”).
Se trata de “
El proceso”.
Dicha novela fue publicada en 1925, aunque su autor no quiso nunca que se publicase y no llegó a darle su forma definitiva. Otros harían esta labor por él, recolocando los capítulos, decidiendo qué partes eran superfluas y cómo habría de terminar la obra. Básicamente, Joseph K., el protagonista, es sorprendido en su habitación cuando unos hombres irrumpen en ella y le comunican que está arrestado. De cómo K. intenta comprender por qué se le arresta, qué puede hacer para que desaparezcan los cargos sobre él y cómo puede interferir si finalmente ha de celebrarse un proceso es de lo que se trata la novela.
Se trata de una novela larga, difícil y, efectivamente, angustiosa. Siempre intentará K. llegar desde el punto A al punto B, buscando todos los caminos, intentando encontrar nuevos contactos, pero todo será vano. El proceso seguirá su curso sin estar él presente. Tendrá un abogado, pero dicho abogado tan sólo se limitará a redactar informes que parece que nunca va a concluir.
Lo enrevesado e imposible de la administración y el mundo en el que el individuo poco o nada puede influir son algunos de los temas que trata esta obra.

Después, leí un libro de relatos (completo, a excepción de un extracto de “El proceso” que se incluía en el mismo) en el que también se recogía “La metamorfosis”. Había oído que era el libro más famoso de Franz Kafka, pero en un primer momento cogí “El proceso” por tratarse de una novela y no de un relato corto. Enseguida me arrepentí, pero pensé que quizá todo se debía a que “El proceso” no era exactamente lo que Kafka había escrito o lo que Kafka tenía en mente. Quizá por eso se hacía tan pesado y tan rebuscado a veces.
Del libro de relatos aprecié enormemente “
La metamorfosis” y “Un médico rural”.
Quizá ayudó en gran parte la extensión de los mismos, pero creo que sobre todo se debió a que no eran textos tan crudos y que estaban envueltos de un aura, digamos, “literaria”. Hay mucho surrealismo en ambos relatos: en “La metamorfosis” está bastante claro porque el protagonista, Gregor Samsa, se despierta un día convertido en insecto y en el segundo, “Un médico rural”, porque el mismo médico habla de cosas que no pueden estar sucediendo pero que las toma como algo totalmente cierto y aceptable (por ejemplo, hace un viaje a caballo en el que parece no moverse en el espacio y sin embargo cuando mira su casa ya no está ante su casa, sino ante la casa del enfermo al que iba a visitar).
Me encantó “Un médico rural” por su final y disfruté muchísimo con los pensamientos de Gregor Samsa en “La metamorfosis”:
Sintió sobre el vientre un leve picor, con la espalda se deslizó lentamente más cerca de la cabecera de la cama para poder levantar mejor la cabeza; se encontró con que la parte que le picaba estaba totalmente cubierta por unos pequeños puntos blancos, que no sabía a qué se debían, y quiso palpar esa parte con una pata, pero inmediatamente la retiró, porque el roce le producía escalofríos.
Se deslizó de nuevo a su posición inicial.
-Esto de levantarse pronto -pensó- hace a uno desvariar. El hombre tiene que dormir. Otros viajantes viven como pachás. Si yo, por ejemplo, a lo largo de la mañana vuelvo a la pensión para pasar a limpio los pedidos que he conseguido, estos señores todavía están sentados tomando el desayuno.

Hay que pensar que Samsa se despierta con el cuerpo de un enorme escarabajo y sus primeros pensamientos se dirigen a su trabajo. Cualquiera diría que mañana mismo nos podemos levantar con cuerpo de oruga o saltamontes sin más...

Habiendo leído que las obras más importantes de Kafka son “La metamorfosis”, “El proceso” y “
El castillo”, sólo me faltaba leer esta última para tener al menos cierta base sobre la que ejercer de crítica.
Así que en el bolso llevo “El castillo” desde hace dos semanas. Hoy es su último día. Si no puedo ver un atisbo de algo nuevo, a las siete o las ocho me pasaré por la biblioteca a por cuatro nuevos libros (y esta vez elegiré algo más “light”).
Al poco de empezar con “El castillo”, me vi envuelta de nuevo en los recuerdos de “El proceso”. No en vano, el protagonista también se llama K. Y, de nuevo, se ve envuelto en un proceso imposible de intentar llegar a la autoridad (en este caso no judicial, sino administrativa). Muchos de los personajes del libro se dirigen a él como “señor agrimensor”, igual que en “El proceso” le llaman “señor apoderado”. También hay chica. También hay alguien que le puede ayudar pero cuya ayuda resulta inútil.
En algunos momentos, su relato (así sucede en “El castillo” y “El proceso”) parece resumirse en un diálogo cuasi monólogo que dice: “Donde dije digo usted dice Diego, pretendiendo que lo que significa digo lo signifique Diego, más si quisiera haber dicho Diego no habría dicho digo”. Sé que resulta absurdo, pero así lo resultan algunas páginas de estos libros (desde mi humilde punto de vista). Todos los personajes parecen saber todo sobre el protagonista (esto es más así en “El castillo”) y a menudo le corrigen; el protagonista K. (en ambas novelas) lleva las conversaciones a su terreno y se convierte todo en un diálogo farragoso y pesado.
En definitiva, que no puedo volver a leer lo mismo. Algo que ya sé que no me ha gustado y de lo que no voy a poder sacar grandes provechos.

Recomiendo encarecidamente “La metamorfosis”.
Y recomiendo también, a aquellos que sepan que Kafka es filósofo (siempre pensé que escribía novelas, pura literatura*), que acometan su lectura como lo que es: filosofía. Y si tienen preparación que la aprovechen. Y, si no (como es mi caso)... ¡qué útil me habría resultado una guía o una pequeña introducción al mundo de este autor!
Es cierto que su obra describe una concepción del mundo especial. Su forma de ver las cosas, de entender las relaciones humanas y de plasmar (a escondidas) sus (seguro) muchos traumas y dudas personales en el papel, son dignas de alabanza. Pero no creo que para un simple lector sea fácil acometer su obra.

* Soy de las que opinan que la literatura no es sólo lo que se escribe, si bien la palabra literatura engloba muchos tipos de escritura: la literatura médica, la literatura filosófica, etc.


En el artículo “¿Era kafkiano el señor Kafka?” de SIMÓN BRAINSKY L., he podido leer cosas verdaderamente interesantes sobre la vida de Kafka y sobre la interpretación de sus libros.

El autor del libro que nos ocupa hoy (pág. 39), en el capítulo "El arte de escribir", nos muestra que para Kafka la literatura es destino. Como en el psicoanálisis, ubicada cada disciplina en sus dimensiones, la literatura se ocupa de encontrar un sentido a lo que Camus y otros autores existencialistas llaman el Absurdo: el diálogo del hombre con el silencio del universo. El psicoanalista recorre, en su calidad de creador artesanal, un camino más laborioso e indirecto, en tanto que el artista, como nos lo enseñara Freud, tiene un acceso casi directo a su propio inconsciente, privilegio por el cual y con frecuencia paga un alto precio en cuanto al ardor que lo consume.

Tal y como lo describe De Francisco, en su estudio sobre El castillo, los caminos que llevan hacia Klamm están diseñados de forma tal que el agrimensor K. jamás tendrá acceso al jefe-padre. Sólo puede verlo desde lejos. Subraya tres mundos: el del camino, el del castillo mismo y el de la aldea y las gentes despreocupadas que la habitan. En todos, el agrimensor K. es el alienado, el otro, el extraño, el judío. Los sistemas y los trámites burocráticos, impersonales, crueles y destinados a perpetuarse a sí mismos y a exterminar y anular al Otro, no se habían sistematizado aún en vida de Kafka. La existencia del hombre será un error que hay que arreglar (los nazis intentaron corregirlo hasta el extremo mismo de lo diabólico), como lo es el nombramiento del agrimensor.

La relación se estropeó después de una reunión de las dos familias, pero tres años después se reanudó cuando Kafka enfermó de tuberculosis. Por otra parte, consideraba el matrimonio como incompatible con la creatividad literaria y había además un fracaso serio en la identificación con el padre que le impedía fundar un nuevo hogar.Poco después de la ruptura con Felice, Kafka escribió El proceso. Joseph K, el héroe, nunca sabrá porqué es juzgado, humillado y finalmente muerto a cuchilladas. Sólo lo sobrevivirá su propia vergüenza. Muere, como lo dice De Francisco, como un mártir del sinsentido.

No hay comentarios: