miércoles, 14 de octubre de 2009

“El amor duele”

Cada vez que iba a la tienda de cómics me llamaba la atención un pequeño volumen de manga con la sobrecubierta amarilla.

El dibujo principal, aquél que tanto me atraía, era un retrato de una mujer en actitud cotidiana. La chica se agarraba un pelo con una mano y con la otra, ayudada de sus dientes, abría una horquilla para sujetarse el moño. Su mirada parecía absorta y su gesto era lejano; el cuerpo inclinado, el cuello de cisne.
Las líneas delicadas, la superficie plana y negra del pelo y la falta de volumen en el dibujo me recordaban enormemente a los retratos del
ukiyo-e. En ellos, a menudo aparecen mujeres con un espejo, un cepillo, etc. mostrando sus actividades diarias.

Aunque la carátula del manga en español no es la que aparece en
el original, nos da una idea muy acertada y bastante aproximada de lo que vamos a encontrar en el interior (a esto hay que añadir que la imagen del rizador de pestañas utilizada en la portada original también es muy sugerente).

Y, cuando tuve el manga en casa y lo leí, no me decepcionó en absoluto.

Se trata de pequeñas historias, trozos de la vida de unos jóvenes unas veces absortos y perdidos (como la chica de la portada) y otras veces tremendamente decididos. Como ocurre con las novelas de Tanizaki o Kawabata, parece que la autora nos abre una pequeña ventana a la vida de sus personajes. A través de ella los observamos, durante un momento. No hay historia previa ni sabemos qué les pasará en el futuro. Vemos un instante de cotidianeidad plasmado en el papel a través de unas pocas líneas (tanto las que limitan el dibujo como las que sirven de diálogo o pensamiento a los personajes).
Las historias son sencillas: una pareja y un test de embarazo, una chica que le quita el novio a una amiga, un chico que se prostituye para poder vivir despreocupadamente. Quizá no son personajes tan habituales o quizá no estamos acostumbrados a ver personas tan intensas. Quizá es un retrato de la juventud japonesa, que por un lado ha perdido un poco las guías que siempre les han encaminado (o enclaustrado) en su sociedad y por otro quiere salirse de la norma y hacer su propia historia.

Lo que es realmente bello es el dibujo: el trazo simple y ligero, la ornamentación nula y los planos a veces extremadamente cercanos. Por ejemplo, hay una viñeta en la que aparece el torso de una chica desnudo, con el pecho estirado porque está tumbada. La naturalidad de la imagen es de una belleza asombrosa y, curiosamente, lo que le da el realismo al dibujo a la vez se lo quita, porque el encuadre es tan cercano que cuesta distinguir los miembros del cuerpo.
Como ya había comentado, el color (negro) apenas aparece, salvo para algunos personajes a los que se les ha coloreado así el pelo. El dibujo es limpio y los fondos, vacíos casi siempre, son los que parecen llenar el espacio. Es decir, que el espacio está lleno de vacío, aunque sea una paradoja.

A pesar de tanta sencillez (de argumentos y de técnica), es brillante la expresividad que tienen los personajes. Personajes que lloran, gritan, desconfían... Los rostros expresan todo eso y, cuando la autora no quiere que muestren tan abruptamente sus sentimientos, coloca a los lados del dibujo los pensamientos (poéticos) de sus personajes.




Centrándome un poco más en la autora, Kiriko Nananan (魚喃キリコ), no puedo contar mucho. He encontrado poca información acerca de ella y en la Wikipedia (tanto en la japonesa como en la inglesa y la española) los artículos no son nada extensos.
Kiriko Nananan nació en 1972 y en 1997 publicó otra obra que le dio mucha fama: “Blue”. Sin embargo, ésta última no la he leído.
No soy especialista ni muchísimo menos en manga, pues apenas lo leo, pero por lo que he leído, la obra de esta autora se enmarca en el género “jôsei” (女性). El género “jôsei” engloba las obras cuyo público son mujeres, jóvenes y adultas. Además, generalmente la autoría es de mujeres. Se caracteriza también por contar historias más o menos realistas, en las que el personaje es tratado de forma más humana y menos “cómica” o “idealizada” (caso del “shôjo”, 女性).

Lo que me parece una lástima es que un libro como “El amor duele” no haya llegado hasta hace más o menos un año a España. Y llega como novedad, cuando se publicó en Japón en 1997...
La editorial es
Ponent Mon, que ha traído pequeñas joyas realmente interesantes, como “Fresa y chocolate”.

jueves, 8 de octubre de 2009

“Plora, gossa, plora”

Este mismo lunes acabé de leer “Cañas y barro”, de Vicente Blasco Ibáñez.
Fue uno de esos libros que cojo de la biblioteca casi al azar porque fuera me esperan con el coche en doble fila.
Hasta ese día, todos los lunes de biblioteca (que suelen ser cada tres o cuatro semanas), me asomaba a la letra P para ver si por fin habían devuelto “Fortunata y Jacinta”. Y cuando ya no tuve que buscar más en la P, decidí quedarme a buscar entre las primeras estanterías para no perder mucho tiempo (incluso me llevé uno de los expuestos en “novedades”, que ni siquiera están dentro de la sala donde se guardan los libros).

Nunca había leído nada de este escritor y he quedado maravillada por su forma de escribir.
Además, comparo con “Fortunata y Jacinta”, de Galdós, recién leído y disfrutado, y encuentro una narrativa mucho más viva que reposada, más rústica que refinada, más cercana al personaje en tanto que elemento de la naturaleza y no tanto como objeto de observación y enumeración. Me gustan los estilos de los dos autores, pero he quedado gratamente sorprendida por Blasco Ibáñez porque, al no tener ninguna referencia anterior, no sabía lo que me iba a encontrar.

(Como siempre, advierto que en mi análisis de obras literarias no sigo un orden específico y que, al mismo tiempo, desvelo partes de la trama.)

En un primer momento, lo que me más me animó a seguir leyendo fue el contenido del primer capítulo, que es una puesta en escena magistral del pueblo del Palmar, que es donde se va a desarrollar principalmente la acción. En él aparece el pueblo como personaje: la gente va subida en una barca al atardecer, saliendo de su pueblo; transportan comida, cosas para vender, etc. y también viajan enfermos (en otros casos, viajan ataúdes). Primero vemos al pueblo como una masa ruda, egoísta, que no deja subir a un enfermo a la barca porque ya apenas caben (y mucho menos va a bajar alguien para ceder su asiento) y después cómo un enjambre ruidoso que arma jolgorio y bromas contra el enfermo (Cañamèl) al paso de un joven llamado Tonet al que apodan el Cubano. No se dicen más nombres de pasajeros de la barca ni se dice tampoco “un hombre gritó”, “un viejo bromeó”, sino que se intercalan pequeñas frases de los personajes que da igual quién diga. Simplemente se habla, porque en los pueblos se habla, no hay alguien que dice.
Respecto a la forma de ser del pueblo, enseguida se aprecian dos características fundamentales: el pueblo es rudo y egoísta, frío a veces, y al mismo tiempo está dado a las bromas y los rumores. Esta forma de ser marcará toda la acción de los personajes de la novela y del pueblo, que parece un elemento más del paisaje y que actúa casi como coro (fuera de los personajes principales, unos seis o siete, sólo sabemos los nombres del cura – Don Miquèl – y de la Samaruca).
En cuanto al paisaje en sí, el entorno en el que se desarrolla la novela, se trata de la albufera valenciana, donde labradores y pescadores conviven para intentar sacar fruto a la tierra. También se hace un retrato muy sugestivo de dicho paisaje. Se muestra el mundo tan crudo como es, sin artificios pero tampoco sin más connotación que aquella de que dotan los elementos de la naturaleza a un ecosistema duro y hostil. Se muestra desde los ojos de unas gentes que cruzan la albufera sobre una barca todo lo que tienen a su alrededor: el agua, el fango, el bosque temido, los animales del fondo del lago. Y eso nos hace sentir que estamos delante, pasando con una barquita y viendo todo a nuestro paso.
Se puede imaginar al verlo ese juego de luces y sombras de Sorolla con el que además se ha ilustrado la portada del libro que yo leí: las velas blancas, el horizonte rojizo, el agua oscura y casi siniestra.
“Las gallinas corrían por entre las brozas del ribazo siguiente la barca. Las bandas de ánades agitaban sus alas en torno de la proa que enturbiaba el espejo del canal, donde se reflejaban invertidas las barracas del pueblo, las negras barcas amarradas a los viveros con techos de paja a ras del agua, adornadas en los extremos con cruces de madera, como si quisieran colocar las anguilas de su seno bajo la divina protección”.

Me gustaría saber si el autor escribió el primer capítulo al empezar la novela, cuando la terminó o en el momento en el que tiene lugar el viaje en barca realmente. Porque ese primer capítulo recoge parte de la acción del capítulo VII (y el libro comprende un total de diez capítulos). Si realmente fue escrito al comenzar la novela, me parece prodigiosa la forma de tener en mente el hilo ya no sólo de lo que va a suceder a lo largo del libro, sino de cuándo sucede y de dónde va a estar situado cada personaje.
Este primer capítulo podría parecer una introducción al libro, pero realmente es parte de la acción que luego será desarrollada. Tampoco parece que los siguientes capítulos, donde empieza a relatarse la historia familiar de los personajes, sean un “flashback”. Ahora que he aprendido un nuevo término y basándome en mi opinión, a mí lo que me parece es que este primer capítulo se trata de una
prolepsis.
Así, se nos sitúa a Cañamèl enfermo antes de conocerle sano, a Sangonera borracho antes de saber que acabaría perdido o al tío Toni labrando su propio campo antes de saber que dejaría de cultivar arroz para otros.

Aparte de ese primer capítulo que sirve de escenario e introducción, he disfrutado también con los temas presentados en la novela.

El que más, la vida en la albufera. Según he leído, Blasco Ibáñez se documentaba a conciencia para escribir las que se llamaron sus “novelas valencianas”. Y, sin duda, hizo bien su trabajo.
Por un lado, presenta la forma de vida de los pescadores. La forma en que navegan por la albufera, cómo pescan con un sistema de redes las anguilas y con un tridente otro tipo de peces, el sorteo de los redolíns (parcelas de la albufera para su explotación pesquera) o cómo su medio para sustentarse está presente en todo lo que les rodea (desde su valor como barqueros para los cazadores hasta el desfile en las fiestas con la anguila más grande que se ha pescado durante la temporada a la cabeza). Me llamó mucho la atención que a los pescadores y sus aparejos se les reconociese por una muesca hecha en la madera de los mismos, el mismo símbolo que aparecía en los documentos de la asociación en lugar el nombre de la familia.
También se presenta, aunque someramente, la vida de los labradores y de los jornaleros que llegan a la albufera desde el interior para recolectar el arroz. Los hombres sumergidos hasta la cintura, con la espalda tostada y las piernas atestadas de sanguijuelas.
Por último, me pareció de gran interés el retrato de las fiestas populares (así como el retrato de la caza con escopeta de los pájaros de la albufera). Cómo las mujeres salían a la calle remangadas a pesar de celebrarse la fiesta del patrón (el Niño Jesús) en invierno por pura coquetería, cómo los niños deseaban ser los portadores de la anguila durante el desfile... Pero despertó mi interés especialmente la recepción de los músicos (provenientes del pueblo vecino de Catarroja, sobre el que despotricaban el resto del año) y la noche de albaes.
“Cuando en la víspera llegaba la música de Catarroja en una gran barca, los jóvenes se metían en el agua del canal, pugnando por quién avanzaba más y cogía el bombo. Era un honor que hacía pavonearse altivo ante las muchachas, apoderarse del enorme instrumento y cargárselo a la espalda, paseándolo por el pueblo”.
“(...) y las noches de albaes, serenatas de la gente joven, que iba hasta el amanecer de puerta en puerta cantando coplas, escoltada por un pellejo de vino para tomar fuerzas y acompañando cada canción con una salva de relinchos y otra de tiros”.

También es muy interesante el tratamiento de la estirpe de pescadores de los Palomas, que son tres de los protagonistas del libro. Se habla de ellos a través de su relación con el trabajo y el conflicto generacional que surge entre ellos.
El tío Paloma, ya viejo, hijo de pescador y pescador afanado incluso en sus años de vejez, es el patriarca de su barraca. Viudo, sólo le queda un hijo, el tío Toni, que de todos los que tuvo su mujer fue el único que sobrevivió (al resto los enterró sin pena, agradeciendo que no tuviesen que vivir entre miseria). Se trata de un hombre apegado a las costumbres, duro, acostumbrado a la ardua faena de la pesca en la albufera pero amante al mismo tiempo de su tarea. Entiende la vida como una entrega al trabajo, sin dejar que el cariño u otros sentimientos asomen en él. Pero no olvida en absoluto que el hombre tiene que ser honrado, trabajar y no ensuciar el nombre de la familia.
El tío Toni, aunque pescador de joven, pronto sentiría interés por la agricultura del arroz. Eso le llevó a discutir con su padre y a segregar a su familia dentro de la barraca del viejo: de un lado, él, su mujer y su hijo; de otro, el abuelo. Pero el tío Toni, primero trabajando las tierras para una señora de Valencia y después pidiendo dinero prestado, perseguiría su sueño de poseer un trozo de tierra en la que sembrar el arroz. Su padre le trata como a un traidor que ha abandonado la pesca y que condena a su familia a una dieta pobre sin carne ni pescado; después, su hijo ignorará su esfuerzo y tenacidad.
Y es Tonet, el hijo, el nieto, el que ya no sólo se desliga del trabajo tradicional de su familia, la pesca, sino que se desentiende del trabajo en cualquiera de sus formas. En un intento de cambiar su vida y, sobre todo, de alejarse de su padre (que le había avergonzado ante el pueblo abofeteándole en público), se embarca hacia Cuba y allí combate en la guerra. Pero tras su vuelta al Palmar, unos años después, no ha cambiado tanto: sigue con ganas de fanfarronear y de beber y divertirse.
Con estos hombres vive en la barraca la Borda, una pobre huérfana a la que adopta la mujer del tío Toni y a la que ninguno llama por su nombre sino por su apodo. Al enviudar el tío Toni, es la única mujer que queda en la casa. Vive constantemente humillada por Tonet y se desvive por el trabajo, como se le ha enseñado.

Otro personaje clave en la novela es Neleta que, junto con Sangonera, el borracho del pueblo, era la amiga de la infancia de Tonet. Se llegó a hablar de ella y Tonet como de una pareja de novios, pues tanto se les relacionaba. Y ellos mismos aceptaban esa relación como cierta (relación que se rompería al marcharse él a Cuba).
He leído en Internet que Neleta es la imagen de la
mujer fatal tan a menudo retratada durante finales del siglo XIX y también que en ella se encuentran esbozados lo que se podrían llamar “rasgos del proto feminismo”. Desgraciadamente, yo no tengo los conocimientos necesarios para analizar este punto, pero creo que ambas ideas tienen su base.
Respecto al carácter de Neleta, y sin destripar el argumento más de lo necesario, prefiero recordar el prólogo de
Victoria Vera, la actriz que dio vida a este personaje en la serie “Cañas y barro”.
(sobre Neleta)
“Poseía esa fuerza demoníaca que los hombres de finales del XIX identificaban con las mujeres, hasta el extremo de cuestionar la existencia del alma femenina. Creo que entre nuestros mejores escritores de finales del XIX aquellos que se ocuparon de esa alma femenina, ya que no todos estuvieron igualmente interesados, dos son fundamentales a mi modo de ver: Blasco Ibáñez y Galdós. Ambos, desde una visión completamente masculina, nos ofrecen un mundo femenino por el que sienten comprensión e indulgencia, con sus faltas o errores a la hora de decidir su futuro”.
“Entre sus personajes, casi nadie consigue ser lo que se propuso, incluso Neleta cuando parece que lo ha conseguido todo, lo pierde, lo pierde mientras escucha las palabras del abuelo: “Llora, perra, llora” y Neleta llora; sin embargo uno tiene la impresión de que no está ante una perdedora”.
“El hombre paga su cobardía, la mujer su osadía, sin embargo la reprimenda moral no existe, nadie es bueno o malo, simplemente es así y ésa es su gran modernidad y su aportación a un naturalismo carente de castigo, el castigo de ser de una determinada manera”.

Pero, ¿quiénes son los protagonistas del libro? Para mí, indudablemente, el tío Paloma y Neleta. El abuelo además es el hilo conductor, el personaje que ha estado ahí desde el primer suceso narrado hasta el último. Y Neleta es la desencadenante de la tragedia, aún sin saberlo.

(A partir de aquí, descubro la trama totalmente.)

Pasando por encima de los temas del adulterio, la avaricia y el infanticidio, me quedo con varias imágenes de esta novela, esas imágenes que se le graban a uno en la mente, en la falsa retina de lo que no ha visto.
La imagen del tío Toni y de la Borda, los únicos que dejan escapar sus sentimientos cuando la desgracia cae sobre la familia. La desgracia ha de ser tapada, primero con la mentira del hijo que ha escapado y después con la tierra del arrozal soñado, que cubre el cadáver del hijo que se ha suicidado. Únicamente en este momento el tío Toni deja escapar sus lágrimas. Y la Borda, besando el cadáver de Tonet, muestra al lector (a nadie más) el amor que sentía por él y que nunca dejó salir.
Y la imagen de la perra Centella...
“Pasó junto a la barca del abuelo, y el cazador se llevó la mano a los ojos como si le hiriese un relámpago.
- Mare de Déu! - gimió aterrado, mientras la escopeta se le iba de las manos.
Tonet se irguió, con la mirada loca, estremecido de pies a cabeza, como si el aire faltase de pronto a sus pulmones”.


Por último, he leído los estudios sobre el naturalismo realizados por César Besó Portalés (aquí y aquí).
Se habla en ellos del carácter de Neleta (atrevida, luchadora, bella) y también del ambiente costumbrista como descripción etnográfico-literaria de las gentes valencianas. Pero me parecen muy interesantes las reflexiones sobre el idioma. Si bien el autor escribe en castellano, siempre que hablan los personajes (estilo directo) utiliza el valenciano, mientras que cuando piensan o el narrador reproduce (estilo indirecto) lo que dicen se sigue usando el castellano. Es una forma de presentarnos a los personajes como más reales, dentro de su medio natural.
“Y para que su forma de hablar resulte convincente, Blasco usa un recurso muy eficaz: intercala alguna palabra en valenciano en esquemáticos diálogos (...). Estas expresiones en valenciano sólo forman una ínfima parte de la novela, pero, a su lado, el trasvase al indirecto libre de la mayoría de las palabras de los personajes permite mantener la verosimilitud: el lector entiende perfectamente que está asistiendo, a través de un filtro, a contemplar las palabras de unos personajes que se expresan en otra lengua”.

Para los perezosos que no quieren acercarse a la biblioteca a pesar del agradable olor del papel,
aquí se puede leer el libro.
Y, cuando acabe el resto de libros que he cogido esta vez, creo que me lanzaré a “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” para seguir descubriendo a Blasco Ibáñez. También me gustaría, con todo lo que he leído y con lo que me gusta la anguila, probar un "
all i pebre"; para eso no necesito leer todo lo que tengo en casa...

lunes, 5 de octubre de 2009

De la sangre embotellada

Las leyendas sobre vampiros y todo su merchandising (en forma de películas y libros) parecen tener mucha acogida.
Sin embargo, yo no soy una de sus fans. Y que disfrutase de “Entrevista con el vampiro” no me hace caer en una contradicción. Es como disfrutar con la trilogía de Bourne pero no estar interesada, por norma general, en el género de acción.

Por lo que vi en “Entrevista con el vampiro”, los vampiros “son” (hablemos como si existieran, como cuando decimos que Zeus “es” un mujeriego) seres que viven aislados pero que tienen una conciencia de grupo y que obedecen una jerarquía. Sobre su carácter, son crueles y lujuriosos. Y sus debilidades, aquello que desafía su inmortalidad, son las estacas de madera y el sol.
Hay toda una super leyenda rodeando el mito del vampiro. Ajos, crucifijos, agua bendita... Y luego están los vampiros “según”, esto es, según el que reinvente el mito. Unos recogen parte de la leyenda, otros la modifican y algunos hasta la niegan de tal modo que lo único que comparte el vampiro con el mito original es aquello de lo que se alimenta: la sangre.

La verdad es que mi conocimientos sobre el mito vampírico es muy reducido. Se basa en el boca a boca, la única película de vampiros que he visto (prefiero obviar que también vi “La reina de los condenados”) y lo que he leído sobre
Vlad Tepes. Y, bueno, también tengo algunas imágenes grabadas de “Nosferatu”...
A pesar de ese escaso conocimiento, nunca me ha llamado la atención este mito que a veces no sabía si relacionar con Batman o más con el chupacabras.
De hecho, alguien ha pensado como yo y en la
wikipedia se comenta:
“Los animales muertos, presuntamente por el ataque del chupacabras, no tendrían sangre sus cuerpos.” “Todos los que han sido testigos del fenómeno afirman que sus ojos tienen la capacidad de hipnotizar y de paralizar a sus presas para atontarlas mentalmente. Esto permitiría que el Chupacabras succione la sangre del animal en su letargia.” “Los testigos claman que algunos chupacabras estarían cubiertos de pelo negro, presentarían ojos rojos, una cabeza ovalada y alas tipo murciélago.”

El caso es que el mundo glamouroso de los vampiros victorianos no se me presenta como algo atractivo y en la actualidad veo esa imagen de hombres con modales amanerados, con coleta y camisas con chorreras bastante fuera de lugar.
Y, a pesar de todo, a pesar de “Crepúsculo” (que no he visto) y su estética teen a lo “OC” o “Dawson Crece” y de las bandas más o menos rockeras de “La reina de los condenados”, estas últimas imágenes de los vampiros no me han hecho olvidar el rostro de Tom Cruise como Lestat.

Sería por esto último que me animase a ver “True Blood”. ¿Vampiros victorianos en el siglo XXI? No, tenía que haber algo diferente.

Según me habían dicho, el episodio piloto de esta serie había sido un récord de audiencia. Pues bien, en mi opinión, merecía serlo.
En ese primer capítulo se nos presenta a todos los personajes principales de la serie y se nos da una idea bastante aproximada de cómo son, qué relaciones tienen entre ellos, etc. Y en ese primer capítulo se nos presentan también las características principales de los dos protagonistas:
1) Sookie Stackhouse puede escuchar los pensamientos de los demás. Tiene que hacer grandes esfuerzos para no enterarse de lo que sus amigos y familiares están pensando para no invadir su intimidad y al mismo tiempo querría no oír a todos aquellos que se pasan el día criticando a todo el que tienen alrededor (incluida ella), formando en su cabeza una algarabía que no le deja vivir tranquila.
2) Bill Compton es un vampiro. Como tal, se alimenta de sangre, vive de noche y tiene ya sus añitos. En el primer capítulo descubrimos también que uno de sus puntos débiles es la plata (le quema) y que su sangre es muy valiosa porque puede curar a los humanos.

La serie añade muchos otros detalles al mito vampírico. Por ejemplo, la incoherencia de que la sangre de vampiro (llamado zumo V) funciona como un tipo de Viagra y al mismo tiempo es el más potente alucinógeno, porque no explican por qué un mismo personaje (Jason Stackhouse) la toma y unas veces le sirve para una cosa y otras para otra.
Por otro lado, la serie es un auténtico culebrón y un show de culos y tetas. Jason con esta, Jason con la otra; Jason arriba, Jason abajo... Y, aunque supongo que son cosas del caché, me mata que en una serie se vea a una tía completamente desnuda (véase Maudette Pickens) y luego a la prota se le escondan las escenas de sexo con un tupido en negro o con una sábana que le tapa hasta el pecho.

Puedo llegar a entender todo lo mencionado porque siempre hay que enganchar con algo al espectador. Reconozco que a mí lo que me enganchó fue el triángulo (o cuadrángulo) tremendamente facilón entre Sookie, Bill, Sam Merlotte y Tara Thornton. A otros les engancharía lo de chupar sangre y dormir durante el día o el show de culos y tetas.

Pero lo que me motivó a ver la serie fue el nuevo concepto de vampiro que parecía presentar el primer capítulo.
El vampiro como un ser aislado, deprimido. Un ser que ha vivido más años de los que le corresponderían a un humano por naturaleza y que, estando de vuelta de todo, está hastiado de la gente y de lo que le rodea.
Por otro lado, una chica que tiene la capacidad de leer el pensamiento y encuentra a alguien a quien no puede leérselo y, lógicamente, encuentra en él un gran atractivo. Porque por mucho que digamos “ojalá pudiera leerle el pensamiento”, seguramente no lo soportaríamos. Así, entabla con él una relación basada en la confianza ciega de verdad, porque con el resto de personas no se trata de confianza sino de ver lo que piensan los demás, tal cual.
Además, aparece lo que llaman “true blood”, un producto sintético que permite a los vampiros alimentarse sin necesidad de desangrar a los humanos. Esta es la llave para que los vampiros puedan entrar en la sociedad, comprando su comida en el super, y vivir más o menos “normalizados”. Existe en la serie una asociación que se dedica a promover los derechos de los vampiros, pidiendo que se les dé, por ejemplo, derecho a voto. Puede parecer absurdo el planteamiento, pero esto lleva a pensar por qué se localiza la acción en el estado de Luisiana y por qué hay un personaje negro, Tara, que constantemente se dedica a recordar a los blancos su condición de distinta, de heredera de la tradición de los esclavos. Se dicen muchas frases que se pueden extrapolar perfectamente a siglos antes y a los habitantes negros de los EE.UU.: “No son como nosotros” o “No deberían tener los mismos derechos que nosotros”. Creo que es una forma de hacer más razonable la premisa de que los vampiros tienen el derecho a vivir en sociedad con los humanos.

Desafortunadamente, la serie cae y cae hasta llegar a una caída en picado que se estrella en el último capítulo de la primera temporada. Aquí quiero pensar que en “The Southern Vampire Mysteries”, si es que la historia que se refleja en la serie se ajusta a los libros de Charlaine Harris, se da una solución al misterio de los asesinatos que tienen lugar en el pueblo bastante más elaborada.

Pero no es sólo el argumento.
Es el personaje de Eric y “la banda de los vampiros guays”. Un vampiro al que todos deben obedecer por ser el sheriff de la zona... ¿Dónde queda la asociación pro-vampiros? ¿Dónde quedan los vampiros más humanizados que quieren pasar desapercibidos en la sociedad y que no se les vea como monstruos? No, aquí se nos presenta a un cara de bobo y a tres energúmenos que desangran humanos como si fuera aquello San Martín.
Es el pueblo en sí, ese grupo de pueblerinos (“No os queremos de aquí”, “Fuera de mi bar”, etc.) con poderes paranormales. Demonios, cambiantes... Me imagino Stars Hollow plagado de vampiros, licántropos y hombres-polilla.

¿Y qué decir de la interpretación de Anna Paquin? Pésima. Una cara de alelada continua, cuando, creo yo, debería ser más avispada por el hecho de saber lo que piensa la gente y cómo piensa la gente. Pero no. Ella se tiende en su tumbona ataviada cual Lolita y luego se salta unos cordones policiales para llenar de huellas un escenario de un crimen del que podría ser sospechosa.

Y, lo último, que después de ese primer capítulo, poco nos aportan los demás. Ni al mito del vampiro ni a construir la idea que se esboza en el piloto. Esa idea aproximada que nos da es toda la idea que hay.
Como he leído en
otro blog:
Nos dejan caer toda la historia como si tiraran piedras, y allí te las den todas.


'True Blood' es lo mejor y lo peor, lo más y lo menos, el éxtasis y la arcada, oro y caca. Posiblemente lo único en lo que estaremos todos de acuerdo es en afirmar que 'True Blood' es diferente y rara. Es 'Embrujadas' y 'Twin Peaks', 'Medianoche en el Jardín del Bien y el Mal' y 'Jóvenes Ocultos'. Pasa de lo sublime a lo ridículo en cuestión de segundos. Es capaz de enganchar una secuencia cómica, con otra dramática y luego encadenar seguidas una de terror, otra de sexo, otra paródica y títulos de crédito a ritmo de country. ¿Esquizofrenia? ¿Arte? ¿El último timo televisivo?”

Qué pena que con lo único que me quede de la serie sea con la música de introducción...
Para “mejorar” (más si cabe) la serie, podían haber entonado esta cancioncilla:
Sangre cuajada de primera división, me voy al cementerio a hacer la digestión; mi casa es un castillo, mi cama un ataúd y mi mejor comida son las tripas con pus.