martes, 9 de marzo de 2010

Palomitas sin caramelo y una bélica

Fue una grata sensación la de volver a unos multicines de barrio.
Me recordaba a mí misma viendo “
Pequeño Buda”, obnubilada, y comiendo Rufinos.

Las butacas sin numerar, el acomodador vestido de acomodador (y no de vendedor de productos electrónicos), la señora que vende las palomitas de toda la vida (¿naturales?; sin caramelo, sin colores...).
Bastante nostálgico, aunque imagino que los que han crecido con las grandes superficies del cine no conciben una sala sin numerar ni tampoco una pantalla tan pequeña. Lo cierto es, dicho sea de paso, que ha habido cines en los que me parecía tener que girar la cabeza para ver qué sucedía en una esquina de la pantalla, o sea que tampoco es tan positivo el tamaño por el tamaño.

Lo que sí percibí es que el público de este tipo de cines no tiene nada que ver con el público de las macro salas de los centros comerciales o de los “centros de cine”, donde la gente acude en masa, busca aparcamiento durante unos treinta minutos y va al cine más a engullir palomitas que a ver una película.
El público de las salas pequeñas, de no más de cien butacas, accede a ellas en transporte público y tiene un gusto por el cine que es más morriña que cinefilia (aunque los que engullían palomitas al ritmo de típica comedia americana o típica acción americana tampoco van al cine por el arte que encierra).
El cine es la alternativa al teatro de ocio asequible. Tanto económica como intelectualmente hablando. Es tanto el estrés y el cansancio que sufrimos en nuestra vida diaria que uno no tiene ganas ya no de pensar, sino de prestar excesiva atención a algo. Y últimamente el cine nos ofrece muchas horas huecas de entretenimiento.
Creo que en todo lo anterior están las razones de por qué la sala estaba llena de gente mayor de sesenta años en su mayoría.

Otro motivo para ir ayer al cine, aparte de una supuesta nostalgia, era ver “
En tierra hostil”.
Supongo que a más de uno le habrán pillado de sorpresa
la cantidad de Oscars que ha recibido esta película. Es verdad que puede que sean demasiados, pero lo que tampoco comprende uno es que después de unas semanas un tanto complicadas para poder ir al cine, nos encontremos con que esta película ha pasado sin pena ni gloria por nuestra cartelera. ¿Tan sólo hemos tenido oportunidad de verla durante un mes?
Supongo que no habrá funcionado cuando la gente no quiere ver cosas serias, sino entretenerse o reírse. No es una película para reírse, sino para examinar muchas conductas humanas que vemos diariamente pero que aquí parecen mostrarse sin tanto tapujo como el que nos brinda la rutina.
Pero no ha funcionado tanto comercialmente como “Avatar” (y no va con segundas) o como muchas otras películas.

Pues, como decía, después de haber intentado todos los fines de semana de febrero ir al cine a ver “En tierra hostil”, el primer domingo que tuvimos libre comprobamos que ya había sido retirada de los macro cines que hay al lado de casa.
Y, después de ver en qué acabaron los Oscar este año, ya sí que nos pusimos a buscar dónde siguen proyectando esta película, que es lo que debieron de hacer también los jubilados que llenaron ayer la sala.
Por sorpresa o por dejadez, acabamos los cien llenando la sala de un multicine un lunes por la tarde.

Respecto a “En tierra hostil”, sólo decir que no podía estar más de acuerdo con su candidatura y su premio como mejor película y mejor dirección. Es cierto que no he visto todas las películas que competían a estas categorías pero, por ejemplo, creo que “En tierra hostil” barría tanto a “
Distrito 9” (que fue más publicitada en marquesinas, por ejemplo) como a “Avatar” (un producto de alta calidad técnica pero de contenido de poco peso).
Si como candidata a mejor película le daba a “Avatar” un 5,5, a “Distrito 9” le daría un 7 y a “En tierra hostil” un 9.
Puede ser que “En tierra hostil” no se convierta en un clásico del cine pero, como producto global, es una película realmente buena: historia, diálogos e interpretación.

Me gustó todo de la película, a decir verdad. Me pareció de un acabado redondo.
Los escenarios, los actores, la importancia del protagonista y de los co-protagonistas, la falta de posicionamiento político, la escasez de diálogo y la cantidad de sentimientos expresados.

Me gustó ver determinados tipos (el conciliador, el sumiso, el temerario) que nos presenta nuestra vida diaria, aunque se presenten en un entorno muy distinto. Si estas ideas se hubiesen ubicado en un entorno mucho más común (una empresa, una familia...), la película no habría sido tan impactante para mí. Pero lo que realmente me gustó fue ver a personas normales, de carne y hueso, en una situación fuera de lo normal.
Y ver que el que se hace el héroe no es el héroe, sino el antihéroe. Es decir, que si Matt Damon en “
El caso Bourne” es casi un ser sobrenatural (pese a que no tiene poderes sobrenaturales), el sargento William James (Jeremy Renner) hace padecer a sus compañeros porque su heroísmo es realmente temeridad.
A pesar de que James es el protagonista de la película, comparte casi todo el peso con J.T. Sanborn (Anthony Mackie) y Owen Eldridge (Brian Geraghty), con los que trabaja mano a mano todos los días como artificiero. Aunque le vemos adentrarse solo en la ciudad por la noche, aunque es el único cuya familia conocemos y aunque tiene más minutos metraje que sus colegas, éstos comparten con él todo el peso de la historia.

Una vez más, se trata de una historia de relaciones personales vestida de cine bélico o de cine de acción. En muchos casos, a estos géneros les sobran tiros y movimiento y les falta un poco de humanidad.
Y humanidad es lo que sobra en esta película.

Es curioso el personaje de William James. Harto de todo, fumador compulsivo, hastiado de la vida, sin nada que perder... Al mismo tiempo, si puede ayudar a un compañero le ayuda, aunque sea al que más odie o el que más le odie. Hay muchos así fuera de la pantalla.
Y no menos curioso el personaje de J.T. Sanborn, mi preferido de toda la película. Prudente, consciente de sus funciones y de quiénes están a su cargo (el emocionalmente inestable Eldridge), también sabe preocuparse de quienes parecen no necesitar ayuda (James).

En dos horas de película, en absoluto largas, la acción se desarrolla como “a tiempo real”. Sé que no es así, pero la guerra tampoco es la contienda de “
300” (ahora te meto una flecha en el ojo, ahora una espada entre dos costillas, ahora tú me pisas...), cuerpo a cuerpo y entre dos auténticos batallones.
La guerra en el desierto es imprevisible; unas veces es un ataque sorpresa al que hay que reaccionar en cuestión de segundos y otras veces es una espera de horas para asegurarse de que el enemigo ha sido abatido. Espera y decisiones de vida o muerte, eso es lo que se transmite.
Me pareció muy interesante la escena en la que, en medio del desierto, el equipo de artificieros tiene que enfrentarse a unos insurgentes que se ocultan en una pequeña edificación abandonada. A pesar de que parecen haber acabado con todos ellos, tienen que asegurarse. Mientras tanto, el sol se pone; se nos muestran muchas tomas de primer plano de Sanborn y James, llenos de polvo, sudor y moscas. El desierto.
O esa otra en la que James vuelve a la zona donde están detonando unas bombas para “recoger sus guantes”. Mientras tanto el nivel de exasperación de Sanborn llega a su límite y se plantea si alguien podría sospechar de un detonador defectuoso que, “por error”, ha matado a un soldado...

Y, para escena interesante, la de los tres bebiendo y peleando en uno de los barracones. Peleando Sanborn y James, que tienen una relación de subordinación y odio en la que saltan chispas. Cuando Sanborn pega, pega para hacer daño; y cuando James devuelve, devuelve como fanfarrón que es, riéndose de quien sabe que está furioso con él. Una forma de descargar todo lo que llevan encima, a lo que unos dan mucha importancia y otros, como James, que no le dan ninguna. Es uno de esos momentos en los que, con un diálogo casi nulo, se expresa mucho en la acción, en las miradas, en las risas, en los golpes. Porque todo es expresión, no sólo la palabra.

Por último, están la escena en la que James descubre el cuerpo bomba del que cree que es Beckham, el niño que vende DVDs en el campamento, y la escena en la que intenta salvar a un pobre hombre al que le han puesto encima una bomba con un temporizador.
Creo que no se trata tanto de la humanidad de James como de la humanidad en general. La humanidad, envuelta en una disputa terrible, en la que todos, en última instancia, son víctimas.
Se ve cómo el mismo hombre que ha sido elegido para estallar y hacer daño puede ser un elegido en el sentido más místico de la palabra o un pobre desgraciado que sabe que va a morir y que pide ayuda, desesperadamente, a quien no le cree.
O se ve cómo un coronel, que tiene un relación muy cordial con el especialista Eldridge, muere sin haber apuntado a nadie (se entiende, a nadie durante lo que hemos visto) mientras que otros, James, llaman a la puerta de la muerte a diario y nunca se la abren.


Por último, nos queda el final de la película.
La conclusión, la moraleja del cuento que es, realmente, que no hay moraleja.
Le explica James a su hijo que, a medida que vaya creciendo, irá perdiendo las ilusiones. Que el muñeco que hoy tanto le gusta se convertirá en un trozo de trapo relleno de algodón. Y que llegará un día en que sólo un par de cosas le gusten. O, quizá, sólo una.
Qué será esa cosa dependerá de cada uno. Pero si miramos atrás, pocos obtendrán la alegría de comprobar que cuanto les ilusionaba de niños les sigue ilusionando.

Sobre la polémica...

¿La han votado los actores para evitar que ganase “Avatar”, una película “sin actores”? Como se puede leer en esta página,
en “Avatar” han trabajado actores, no como en otras películas (por ejemplo, “Up”), de modo que este argumento se cae por sí sólo. Pero eso se dice ahora; antes leía que la academia no premiaría a “En tierra hostil” por ser una película incómoda, aunque yo no sepa lo que se quiere decir con ese adjetivo.
¿Por qué se critica a
Kathryn Bigelow como directora? He leído las opiniones de algunas mujeres que critican que Bigelow se meta en un género tan “violento” cuando podría haber hecho cosas “mejores”. ¿Es eso cierto? ¿Es eso lo que las mujeres nos merecemos? ¿Seguir vetándonos aquellos temas crueles, violentos e históricamente masculinos? Creo que el valor de esta directora es doble: porque ha dirigido muy bien su película y porque se ha atrevido con un género que no suelen tocar las mujeres.

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