sábado, 31 de diciembre de 2011

¿A quién le suena el nombre de Vanessa Alice Bensimon?

Me gustaría cerrar 2011 hablando de una magnífica artista a la que llevo siguiendo durante años.
Igual que me ocurrió con las Blythe, primero quedó grabada la imagen en mi memoria, antes de poder recordar el nombre de la creadora.
Siendo adolescente, en algunas rebajas de verano en una tienda de barrio, encontré una camiseta de algodón con una muñequita regordeta, de carita ladeada, labios gruesos y boca entreabierta, vestida con un camisón semitransparente. Se vino a casa conmigo sin que me diese tiempo a dudarlo un segundo y me acompañó durante bastante tiempo. No sabía entonces que esa muñequita había sido diseñada por la graffitera Miss Van.

SOBRE ELLA

(toda la información que añado a continuación es en buena parte una traducción libre y resumida de lo que se puede leer de primera mano en su página web).

Miss Van comenzó a pintar en las calles a la edad de 18 años, siendo una de las primeras mujeres involucradas en el arte urbano. A mediados de los 90, sus personajes femeninos empezaron a proliferar en las paredes de distintas ciudades.
Ahora exhibe su arte en galerías de todo el mundo, desde Nueva York a Los Ángeles, sin olvidarnos, por supuesto, de Europa (Suiza, Alemania, Reino Unido… y su país de nacimiento, Francia, y el de adopción, España). Su obra ha sido exhibida junto a la de artistas de la talla de Os Gemeos, Mike Giant, Banksy, Faile, Shepard Fairey, Barry Mcgee, Ryan McGinness, Takashi Murakami o Ed Templeton, entre otros muchos.
En sus propias palabras:
“Desde que era pequeña he estado dibujando personajes y animales. A principios de los 90, comencé a descubrir el graffiti con algunos amigos (…). Elegí utilizar pintura acrítica porque era lo que utilizaba en mis estudios y lo encontré mucho más cómodo que el spray, aunque no era el estilo tradicional del graffiti. (…) Pintar era una forma de expresar mi boicot al mundo del arte convencional. En mis principios era una rebelde y me parecía más emocionante pintar en la calle porque estaba prohibido. Pintar sobre pared me permite conservar mi libertad y, sin censuras. Es también un desafío, porque cada vez que pinto en una pared existe el riesgo de que mi trabajo desaparezca. Como me gusta moverme y conocer gente, prefiero pintar en la calle. Además esto me permite hacer mi arte accesible a un público más amplio.”
“Al principio, mis muñecas eran autorretratos. El graffiti tiene una faceta megalomaníaca; en lugar de escribir mi nombre, decidí representarme a mí misma a través de mis muñecas. Sentía una verdadera necesidad de autoafirmación, quizá porque tengo una hermana gemela y quería mostrarme distinta. Tiempo más tarde, cuando ya no sentía esa necesidad de marcar mi identidad, esto se convirtió en un trabajo.”
“La idea de la provocación tiene también su lugar en mi concepción sobre mi trabajo. Siempre me ha gustado pintar muñecas sexy en lugares poco apropiados. Quiero provocar reacciones fuertes. Mis muñecas transmiten una imagen provocativa, a veces algo erótica. Deseo que incomoden y que provoquen fantasías. Quiero que hagan a quien las ve reaccionar, no importa cuál sea la reacción. Me gustaría que hiciesen a la gente olvidar su rutina.”

Si alguien quiere un producto original de Miss Van, además de echar un vistazo a su tienda, puede dirigirse a la web de Iguapop. Hace tan sólo unos días quedaba un original a la venta, pero a fecha de hoy está todo vendido. Sin embargo, aún hay algunas ilustraciones a la venta.
También existe otra tienda cuyos productos son una colaboración con Anaoana, una diseñadora de moda de Barcelona. La marca Anaoana fue lanzada en el año 2001 y poco a poco ha encontrado su lugar en el mercado. Aunque los precios no son baratos, pero aquí tenemos la garantía de comprar un producto que no es una copia.

SUS PERSONAJES

Lo femenino y lo animal comparten protagonismo en el mundo de Miss Van.
Animales antropomorfos, mujeres que dan el pecho a animales, mujeres que someten a animales…
Toda su obra parece casi una dualidad de valores, no sólo por lo femenino y lo animal, sino por lo lascivo y lo infantil, lo erótico y lo ingenuo.
Pero muchos otros han descrito ya mejor de lo que lo haría yo el carácter de sus muñecas y el mundo en el que se desenvuelven.
Sobre sus personajes, dicen en Iguapop:
“Los personajes creados por Miss Van están a medio camino entre mujeres y niñas, son de una feminidad desbordante y rezuman erotismo, sensualidad, provocación y cierta maldad al borde de la perversión. Estas muñecas (“poupées”, como las llama su creadora) son caprichosas y traviesas, aunque también derrochan sensibilidad y dulzura. Con ellas, Miss Van ha creado un universo del que los hombres han sido excluidos, relegados al voyeurismo y sustituidos por animales apacibles, evocando a las pin-ups de los años 50 y en conexión con las tendencias más actuales de la pintura americana. Su trabajo ha sido exhibido en algunas de las galerías más punteras como la Merry Karnowsky en Los Angeles o la Jonathan LeVine Gallery de Nueva York.”
Y dicen en Contemporánea:
“Son personajes a medio camino entre mujeres y niñas, de una feminidad desbordante, que rezuman erotismo, sensualidad, provocación y cierta maldad al borde de la perversión. Con ellas, Miss Van ha creado un universo del que los hombres han sido excluidos, relegados al voyeurismo y sustituidos por animales apacibles, evocando a las pin-ups de los años 50 y en conexión con las tendencias más actuales de la pintura americana.”

EVOLUCIÓN: ESTILO, TÉCNICAS, SOPORTES

En esta página web se puede ver la evolución de la artista. Primero se pueden observar colores muy planos y fuertes encerrados en líneas negras, labios gruesos y curvas absolutas; después encontramos colores más suaves, incluyendo los pasteles, la boquita de piñón tan trabajada y característica de las muñecas de Miss Van y cuerpos voluptuosos pero de líneas más relajadas. Creo que hay una importante evolución, igual que ocurre con la boda, en los ojos, siempre achinados pero ahora mucho más sutiles y con pestañas estilizadas.
Este cambio de formas supone también un cambio en la expresión final de los personajes. Quizá por ese espíritu de rebeldía que ella evocaba en su web o por la necesidad de entrar con fuerza en un mundo masculino, me parecen las primeras muñecas de Miss Van mucho más desafiantes y agresivas. Las nuevas las veo más ambiguas, igual de poderosas e incluso perversas, pero con una dulzura engañosa que después se envuelve de oscuridad, sangre, misterio… Las series sobre el circo o sobre mujeres de pelo larguísimo, como madejas de lana natural, me parecen la sintetización final de un trabajo que ha ido evolucionando a lo largo de veinte años.
También es importante destacar que, si bien su técnica en pintura sobre pared siempre fue rompedora, ya que era una asidua del pincel y no tanto del spray, ha sabido muy bien plasmar todo su imaginario, tan definido y personal, en infinidad de soportes: lienzo, tela, madera…
En esta web se puede observar todo el proceso de creación de su Hypnotic Flower, una obra sobre madera, en la que cada muñeca lleva un antifaz de un animal distinto.
¿Quién es fan?

sábado, 10 de diciembre de 2011

Castillos sin vislumbrar el Loira

No conozco la región del Loira, famosa por sus castillos, ni dudo del interés de los mismos.
Sin embargo, nosotros, puestos a visitar castillos, dedicamos todo un día a ello mientras volvíamos a casa. Así, conocimos los castillos de la Gironde e incluso más al sur (si lo poco que voy aprendiendo de geografía francesa está bien aprendido, Aquitaine). Y por eso mismo, por lo interesante de la ruta y por la belleza añadida de los paisajes vinícolas, dejé hace unos días este comentario pendiente.

Libourne 05/09/2011 (LUN) -- Bilbao (440 km)

Trayecto a través de los viñedos bordeleses y visita de los castillos de la zona.

Libourne -- Saint Émilion (10 km)
Saint Émilion -- Duras (50 km)
Duras -- Mazères (60 km)
Mazères -- Villandraut (15 km)
Villandraut -- Préchac (7 km)
Préchac -- Bilbao (300 km)
Para preparar esta ruta, me fue de gran utilidad la web de Casteland.
A continuación incluyo cinco castillos: la tour du Château du Roy (en Saint Émilion), le Château de Duras (en Duras), le Château de Roquetaillade (en Mazères), le Château de Villandraut (en Villandraut) y el Château de Cazeneuve (en Préchac). Realmente, en camino vimos otros tres castillos, pues durante todo el camino se indican castillos a izquierda y derecha de la carretera, pero muchos de ellos no tienen nombre, son privados o no recuerdo la localidad donde se encontraban.
** Château de Saint Émilion

Donjon du Roi
33330 Saint-Émilion
tel.: 05.57.55.28.28 Fax.: 05.57.55.28.29
e-mail: st-emilion.tourisme@wanadoo.fr y web

Visita libre.

Este castillo lo vimos el día anterior, ya que la localidad de Saint Émilion está muy cerca de Libourne. Más que el castillo, lo que merece la pena es el pueblo.

** Château de Duras

Place du Château
47120 Duras
tel.: 05.53.83.77.32 Fax.: 05.53.64.97.99
e-mail: contact@chateau-de-duras.com y web
web: www.chateau-de-duras.com

Abierto todo el año excepto en enero y los días 24 y 25 de diciembre.
Visita libre todo el año y guiada sólo en verano.
- Febrero, marzo, noviembre y diciembre: todos los días de 14.00h a 18.00h
- Abril, mayo, junio, septiembre y octubre: todos los días de 10.30h a 13.00h y de 14.00h a 18.00h
- Julio y agosto: todos los días de 10.00h a 19.00h
Precio: 6 € por persona (tarifas reducidas para niños y estudiantes)

Este castillo no aparece en la web de Casteland, pero encontramos un folleto en el hotel y fuimos a verlo. La vista aérea del castillo es impresionante y también lo son las torres que flanquean la entrada o la escalinata de princesas ante la puerta del castillo. Sin embargo, el interior está totalmente desnudo y uno tiene la impresión de perderse continuamente… No lo recomendaría especialmente.

** Château de Roquetaillade

Château de Roquetaillade
33210 Mazères
tel.: 05.56.76.14.16 Fax.: 05.56.76.14.61
web

Abierto todos los días:
- Del 1 de julio al 31 de agosto de 10.30h a 19.00h
- De Pascua al 11 de noviembre de 14.30h a 18.30h
- Del 11 de noviembre a Pascua de 14.30h a 17.00h
¿Precio?

Este castillo no lo vimos, por encontrarse en una bifurcación del camino y alejarnos de nuestra ruta hacia la frontera. Si hubiésemos hecho otra noche en Francia, estoy segura de que sería muy interesante visitar este castillo (al menos, eso parece al ver las fotografías).

** Château de Villandraut

Château de Villandraut
Adichats / Maison Labat
33730 Villandraut

tel.: 05.56.25.87.57 Fax.: 05.56.25.86.78
e-mail: asso.adichats@yahoo.fr y web

Abierto dependiendo de la época del año:
- Del 1 de mayo al 30 de junio de 14.00h a 18.00h
- Del 1 de julio al 30 de septiembre de 10.00h a 19.00h
- Del 1 de octubre al 30 de noviembre, sábados, domingos y festivos de 14.00h a 18.00h
- Del 1 de diciembre al 31 de enero, cerrado
- Del 1 de febrero al 30 de abril, sábados, domingos y festivos de 14.00h a 18.00h
Precio: 3.50 € por persona (tarifa reducida para niños y estudiantes)

Este castillo nos gustó mucho, salvo la exposición de “arquitectura moderna” que había en el interior. Está bastante deteriorado en el interior, pero el exterior sigue siendo imponente.

** Château de Cazeneuve

Château de Cazeneuve
33730 Préchac
tel.: + 33 (0) 5 56 25 48 16 Fax: + 33 (0) 5 56 25 48 16
e-mail : chateaucazeneuve@aol.com y web

Abierto dependiendo de la época del año:
- De Pascua al 30 de mayo, de 14.00h a 18.00h, sólo fines de semana y festivos
- Del 1 de junio al 30 de septiembre, todos los días de 14.00h a 18.00h (el jardín desde las 11.00h)
- Del 1 de octubre a hasta Todos los Santos, de 14.00h a 18.00h, sólo fines de semana y festivos
- De Todos los Santos a Pascua, cerrado

Visitas guiadas para grupos (desde diez personas) y con cita. ¿Precio? Creo recordar que costó unos 9 ó 10 euros.

Este es el castillo que más nos gustó visitar. Además de que lo conservan estupendamente (durante la temporada de cierre, cada año, se dedican exclusivamente a la restauración), tiene unos jardines inmensos con su riachuelo, con la zona que llaman la gruta de la reina, con el bosque de bambú… Aunque no íbamos con un grupo ni habíamos reservado, al llegar allí preguntamos y nos dieron hora para visitar el castillo. Apenas éramos ocho personas. Lamentablemente, la guía sólo explicaba en francés, pero con unos folletos que nos dieron en español y mis rudimentarias traducciones, seguimos bastante bien la historia. Además, la guía siempre se cercioraba de que seguíamos la explicación.

martes, 6 de diciembre de 2011

2200 km en Francia

En septiembre estuvimos en Francia, visitando la zona del País Vasco francés y el departamento de Charente Maritime (situado en la región de Poitou-Charentes). Un viaje inolvidable, precedido de muchos consejos.
A continuación describo nuestro itinerario, indicando no sólo la fecha sino también el día de la semana (por si pudiese influir en los horarios de apertura y cierre de los lugares visitados). También indico las distancias recorridas en kilómetros.

Madrid 27/08/2011 (SÁB) -- Bilbao (400 km)
Bilbao 28/08/2011 (DOM)

Los días 27 y 28 los pasamos con unos familiares en Bilbao. Realmente, considero que lo que conocemos de Bilbao, lo que comemos, por donde salimos… Merece la pena contarlo en otro momento.

Bilbao 29/08/2011 (LUN) -- Saint Jean de Luz (130 km)
Visita de Bayonne, Biarritz y Saint Jean de Luz

Saliendo temprano de Bilbao, es fácil dar un vistazo al País Vasco francés en un sólo día.
De esta manera, dividimos la distancia que nos separaba de Burdeos en dos trayectos distintos, haciéndolo menos pesado, y dormimos sólo una noche en esta zona, que es carísima en lo que a alojamiento se refiere.
Por ello (y así lo haríamos durante todo el recorrido), elegimos un Ibis, cadena de 2*, barata y cómoda, accesible con el coche. En resumen, muy recomendable, sobre todo en un país donde es tan caro dormir.
Pasando de largo por Saint Jean de Luz, nos acercamos hasta Bayona y después hasta Biarritz.
Bayona me pareció un lugar muy bonito (quizá el que más me gustó de los tres), oscuro, eso sí, de temperatura fría, y con un aspecto totalmente vasco. De hecho, todos los recuerdos de las tiendas se centraban en el mismo tema. Aquí comimos quiche para llevar y probé, ¡por fin!, los archiconocidos macarons. Volví a tomarlos durante el viaje, pero no como los de Bayona. Especialmente, el de de rosas, que sabía tan suave como los pétalos de la flor.
Biarritz, en cambio, no me gustó tanto. Quizá porque San Sebastián es una de mis ciudades preferidas y veo a Biarritz como su homóloga francesa. Tampoco pudimos dedicarle mucho tiempo, con todo lo que nos entretuvimos en Bayona, pero sí es verdad que se trata de un buen sitio donde tomar un baño (como hacían los primeros ricos turistas) y en el que se puede visitar un acuario.
Ya había anochecido cuando llegamos a Saint Jean de Luz, así que dejamos las maletas en el hotel (Hotel Ibis Ciboure St Jean De Luz) y nos dimos un paseíto nocturno por el pueblo. Al día siguiente ya podríamos tener la vista diurna, tanto de Saint Jean de Luz como de Ciboure, pueblecito limítrofe también con un encanto muy especial.
Saint Jean de Luz 30/08/2011 (MAR) -- Bordeaux (260 km)
Visita de Ciboure, Saint Jean de Luz y la Dune du Pilat

Después de nuestro paseo por Ciboure y Saint Jean de Luz (las mejores vistas del segundo son, sin duda, desde un solarcito detrás de la iglesia del primero), salimos hacia Burdeos. La autopista, la primera con tramos limitados a 130 km / h, puede ser muy monótona pero, por recomendación de un compañero, hicimos bien en dejarla para buscar la Dune du Pilat. No sabría decir a ciencia cierta en qué kilómetro nos desviamos, ya que nuestro mapa era como un DIN A2 en el que media Francia cabía en una cara y la otra media en la otra…Así que muchas veces nos guiaba el azar en nuestro camino. Aún así, creo que las poblaciones de Mimizan y Biscarrosse, muy cerca de la duna, podrían estar indicadas en la autopista.
Efectivamente, en Biscarrosse nos bañamos. Bueno, realmente, yo en Biscarrosse me quedé en bikini, pero fui incapaz de meter algo más que el dedo gordo del pie en el Atlántico…
Después seguimos la carretera paralela a la costa, buscando la duna, pero rodeados por un profundo bosque que apenas nos dejaba ver el cielo. A cada momento, con el mapa en la mano, le decía al piloto: “mira a todos lados, la duna puede aparecer en cualquier momento”. Pero no aparecía… Si era realmente tan monstruosa, ¿cómo podía esconderse? Es más, si el bosque era tan espeso, ¿¿cómo podía ser que hubiese allí una duna gigante?? Y, de repente, le dije: “mira a la izquierda, ¿de qué color es el cielo?”. El cielo se había vuelto color arena en los huecos que dejaban las ramas de los árboles.
Aparcamos en el camping de la duna, el más cercano, aprisa y corriendo. Allí detrás estaba pero, ¿cómo acceder? Desde el camping es imposible, ya que el acceso es únicamente para clientes. Pero a tan sólo unos kilómetros se encontraba la entrada.
Me parece que merece mucho la pena visitar la duna. Además de por su inmensidad, porque desde lo alto se puede observar todo el bosque circundante, que no deja ver carreteras, ni campings… Y, al otro lado, el mar, como una montaña de arena surgida de la nada que alimenta la playa. Y, después de subir, bajar casi rodando por la ladera.
Terminaríamos, también de noche, en Burdeos, después de coger yo diría el último atasco que encontramos durante nuestro viaje.
En Burdeos, de nuevo, optamos por la misma cadena de hoteles (Hotel Ibis Bordeaux Centre Bastide). En el barrio de la Bastide no hay mucha vida, pero en sólo quince minutos estás en el centro de la ciudad y puedes aparcar de forma gratuita. Y, para los más perezosos, también se puede coger el tranvía.

Bordeaux 31/08/2011 (MIÉ)
Visita de Bordeaux

En un primer lugar, no creí que esta ciudad me fuese a impactar del modo que lo hizo. ¿Quizá porque todo el mundo habla siempre de París? ¿O porque mucha gente habla de Burdeos como una ciudad vieja y sucia? Sin embargo, no lo es en absoluto.
Me pareció una ciudad muy luminosa, de color amarillo, con edificios majestuosos pero macizos, y con una construcción más bien horizontal. Además, es patrimonio mundial de la UNESCO, así que eso tiene que decirnos algo.
Además, una de las mejores comidas del viaje la tomamos en esta ciudad. El lugar era sencillo, más bien tipo cafetería, pero nos atendieron muy bien y se esforzaron mucho por atender mis peticiones en un francés que tenía prácticamente olvidado. Al pasear por la noche descubriríamos una calle, en cuesta, más allá de los edificios del ayuntamiento, plagada de restaurantes internacionales (italianos, griegos, indios…) y donde nos habría gustado cenar, pero habíamos comido demasiado.
Destacaría la flecha gótica en el barrio de Saint Michel (sí, quizá este barrio sí estaba un poco descuidado), la tortuga con las uvas en la Place de la Victoire (¡muy divertido para hacerse fotos!), la espectacular fuente en la plaza del parlamento y, por supuesto, la imagen nocturna de la explanada de agua frente y el puente que une la ciudad con el barrio de la Bastide (Pont du Pierre).
Bordeaux 01/09/2011 (JUE) -- La Rochelle I (230 km)
Visita de Île d’Oléron

De camino a La Rochelle, nos acercamos a la isla de Oléron. Realmente, dentro de esta isla, sólo visitamos la localidad de Le Château d’Oléron, pero lo disfrutamos mucho.
La isla es conocida por las ostras que, como no me gustan, no probé, pero me sé de uno que se puso hasta arriba… Así que tenían que estar realmente buenas. Aquí probé el postre que vi durante todo el viaje: la île flottante, ¡delicioso!
En este pueblecito compramos muchos regalos para la familia y para nosotros mismos, aunque no eran típicamente franceses… Unos animales antropomorfos luchadores, un pequeño QP, un colgante de un canario en un columpio… Habría comprado mucho más en una pequeña tienda con mucho encanto, dedicada sobre todo a la pesca y los pájaros, toda blanca y azul. Era una de esas tiendas de decoración completamente abarrotadas, pero todo lo que había en el interior (garzas, ángeles, cuadros de pétit point…) era tan dulce y tan suave que no daba impresión de agobio.
Después de la comida vimos las casitas de pescadores (¿ostricultores?), cada una de un color, hechas con tablones de madera. Y también fuimos a ver los restos de la ciudadela, en la que se puede leer el testimonio de un adolescente testigo de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. En el interior, en la actualidad se presentan exposiciones de diversa índole; cuando estuvimos allí pudimos ver una exposición de pintura.
Antes de finalizar el día, iríamos a Boyardville, pues habíamos visto muchas postales de Fort Boyard y nos apetecía conocerlo. Sin embargo, el fuerte no se puede visitar y sólo se utiliza hoy día para programas televisivos. El barco con el que dimos el paseo nos acercó al fuerte y el patrón nos fue explicando sobre la isla de Oléron, la isla de Aix y el propio fuerte. Sorprende bastante la idea de la construcción de un fuerte en medio del mar y el tiempo e inversión que supuso construir algo así en la época. No sabría si recomendar, aún así, este paseo en barco; el precio es alto y las explicaciones son sólo en francés.
Y, una vez más, vuelta a nuestro cochecito y en ruta hasta nuestro siguiente destino: La Rochelle.
Aquí nos alojaríamos en una cadena distinta, Kyriad, de la que nunca había oído hablar y, aunque menos estandarizada que Ibis, resultó ser también una buena opción (Hotel Kyriad La Rochelle Centre).
La Rochelle 02/09/2011 (VIE)
Visita de La Rochelle

Lo primero que visitamos en La Rochelle fue el acuario. Nos pareció muy curiosa la forma en que se entra al mismo, pues hay una simulación de estar en una cámara especial que desciende a las profundidades marinas y, cuando sales de ella, te encuentras rodeado de agua, dentro de un cilindro, y el agua está poblada de medusas. Me habría gustado que hubiese más detalles como este durante la visita, pero después encontramos un acuario al uso, con peceras gigantes para coloridos peces, pequeñas vitrinas con crustáceos o estrellas de mar, y finalmente enormes zonas donde se encontraban los tiburones, tortugas… El acuario está muy cuidado y las indicaciones para no perderse durante la visita son muy reconocibles. Después de visitar las zonas de peceras, el acuario propiamente dicho, se pasa a una zona de invernadero donde hay plantas exuberantes, tortugas y pirañas. La tienda también es muy interesante y es un lugar ideal para comprar regalos. Nos llevamos de recuerdo un poster de un niño-pulpo y una niña-medusa.
Una postal típica de la ciudad es el puerto viejo. La entrada a la ciudad está flanqueada por dos imponentes torres (la tour de Saint Nicolas y la tour de la Chaîne); no lejos está también la tour de la Lanterne. En un parking cercano nos deleitamos con los improvisados graffitis, en algunos casos verdaderas obras de arte. No sabe uno dónde se puede encontrar con este tipo de detalles interesantes…
No es La Rochelle una ciudad majestuosa, pero tiene varias calles principales plagadas de comercios (no demasiado baratos, la verdad) y un centro construido en piedra y del que destacan multitud de arcadas bajo las que se puede pasear.
A nosotros nos gustó bastante la calle Saint Nicolas, que tomábamos de camino al hotel, pues también tiene muchos comercios y galerías de arte, nada baratos, pero de cosas muy originales que no se encuentran en cualquier lugar.
La Rochelle 03/09/2011 (SÁB)
Visita de le Marais Poitevin y Rochefort

El segundo día del que disponíamos en La Rochelle lo empleamos en ir a las marismas. No creímos que fuésemos a emplear toda una mañana allí, pero un recorrido de una hora y media en barca se nos convirtió en prácticamente uno de dos horas. Y mis bíceps suplicando tomar tierra y dejar de remar...
En el hotel habíamos conseguido varios folletos de la conocida como Marais Poitevin, que es realmente un área pantanosa que comprende varias localidades. Por proximidad, nos decidimos por Saint Hilaire la Palud. En la zona se puede disfrutar de diferentes actividades de naturaleza pero, tal como teníamos pensado, nos decidimos por el paseo en barca. El día no pintaba ni cálido ni luminoso, y durante toda la travesía temimos vernos sorprendidos por la lluvia. Por suerte, no fue así, pero al no ser un día demasiado bonito tan sólo nos cruzamos con otra barca, que estaba repleta de turistas, todos rojos como cangrejos, y su guía. Nosotros, en cambio, partimos solos, con un mapa rudimentario pero que resultó muy útil finalmente. Los paisajes son impresionantes, la calma indescriptible.
Después nos dirigimos al restaurante que hay en la plaza del pueblo (se trata de un pueblo minúsculo). Ya no recuerdo el nombre, pero me atrevería a decir que este restaurante era el único en el pueblo. Era un lugar modesto, pero las camareras eran muy amables y el guiso de anguila con vino que tomé estaba realmente delicioso. No podemos decir lo mismo del plato que eligió mi aventurero acompañante pues, ya que de todo lo que me indicaron que componía el plato sólo acerté a traducir “carne”, lo cierto es que se trataba de algún tipo de embutido guisado, muy graso, que no era para nada lo que esperábamos. Quizá si hubiese comprendido la explicación no nos habría pillado tan de sorpresa o, directamente, habrían sido dos platos de anguila.
Por la tarde el tiempo empeoró bastante y nos dirigimos a Rochefort, cerca de La Rochelle, puesto que en las marismas poco podríamos ver con mal tiempo.
La localidad fue famosa como arsenal (el mismo que defendería Fort Boyard) y también como núcleo industrial y marítimo. De hecho, actualmente la reconstrucción de la fragata Hermione es uno de sus atractivos. Pero nosotros no la visitaríamos, dado que mi interés por los barcos no es grande.
Sin embargo, fuimos a ver el Musée des Commerces d’Autrefois. Ya había visitado en Yokohama el Museo del Ramen, con muebles de época, comercios antiguos… Pues este museo es una recreación, con muebles auténticos, de los comercios antiguos: peluquería, tintorería, ultramarinos… Incluso se recrea un quirófano que da auténtico miedo sólo de verlo. Este museo abre a diario, excepto el 25 de diciembre y durante el mes de febrero.
La Rochelle 04/09/2011 (DOM) -- Libourne (180 km)
Visita de Île de Ré y Saint Émilion

El domingo no amaneció dudoso, sino que el aguacero amenazaba dejarnos empapados durante el cortísimo recorrido entre la habitación y el parking del hotel… No obstante, ya que la recepcionista nos dijo que las lluvias a primera hora de la mañana solían remitir pronto en esa época del año, nos decidimos a visitar Île de Ré, tan solo separada de La Rochelle por un puente.
Desafortunadamente, no fue lo que más nos gustó del viaje. Para empezar, el coste del peaje nos pareció exagerado (unos 17 €). Y, después, salvo que quieras hacer surf o visitar las playas (y en La Rochelle también hay playas), los pueblos no son mucho más bonitos que los del interior. Visitamos Sainte Marie de Ré y Saint Martin de Ré. El primero de ellos es un pueblo muy pequeño; tan sólo vimos la iglesia y su campanario y nos compramos algo en una panadería. El segundo es un pueblo más bonito; se pueden ver las fortificaciones, los burritos para los paseos, el puerto y las barcas… Además, tiene un perfil interesante, con las casas construidas en balconadas cada vez más altas según nos alejamos del puerto, y con una iglesia en parte en ruinas. Aquí aprovechamos también para comprar muchos regalitos: caramelos con sal, crema de licor y la bebida típica Pineau des Charentes.
Después de comer una enorme hamburguesa en Saint Martin de Ré, en un local tremendamente barato (y más comparado con los menús de fin de semana que podíamos ver en el puerto), a la vez que de dudosa higiene (¿por qué cuanto peor aspecto tiene el local mejor está la hamburguesa?), salimos hacia Libourne.
El camino hasta Burdeos, por la autovía, es rápido y tranquilo. Pero en el momento que nos desviamos, si bien ganamos en lo que a paisaje se refiere, las carreteras se volvieron más sinuosas y, por primera vez, nos dimos cuenta de que en nuestro mapa muchas de las poblaciones no aparecían.
Nos costó encontrar el hotel Kyriad que habíamos elegido (Hotel Kyriad Libourne – Saint Émilion) pues, aunque llevábamos un mapa que habíamos cogido en el hotel de La Rochelle y aunque Libourne es realmente pequeño, me temo que las guías de Kyriad no son nada intuitivas…
Después de guardar la maleta, aprovechando lo que quedaba de día, nos acercamos a Saint Émilion. No estaba en nuestro itinerario inicial, pero lo recomiendo encarecidamente.
Saint Émilion destaca, en primer lugar, como productor de vino de denominación de origen Burdeos.
Pero, en segundo lugar, y por algo es Patrimonio de la Humanidad, destaca por su aspecto medieval, por sus cuestas empedradas, por los monasterios e iglesias tan bien conservados. El campanario de su iglesia, de sesenta y ocho metros de altura, nos dará unas vistas espectaculares de la ciudad medieval y de los viñedos que la rodean.
Un ejemplo de cómo se unen estos dos aspectos (vino y estética) es el uso que se da a una antigua abadía derruida como local para degustar vinos de la región.
En Saint Émilion también se puede ver la maciza torre du Château du Roy.
Por falta de tiempo no pudimos ver el Saint Émilion subterráneo y las catacumbas pero, por las fotos que hay en internet, habría sido también una gran experiencia.

Libourne 05/09/2011 (LUN) -- Bilbao (440 km)

Trayecto a través de los viñedos bordeleses y visita de los castillos de la zona. Merece un comentario aparte.
Bilbao 06/09/2011 (MAR) -- Madrid (400 km)

Y regresamos a Madrid, no sin cierta pena por terminar el viaje, pero sí con un considerable cansancio.
De todos modos, aconsejo encarecidamente esta ruta por Francia. No es la más típica, pero tiene mucho que ver y mucho que disfrutar. Si además vives en el norte de España, tienes un punto a tu favor a la hora de realizar este recorrido.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Corazón salvaje

Si en mi casa poner una película un sábado por la tarde es una odisea, hacerlo acorde a mis gustos de los últimos tiempos se convierte ya en misión imposible.
Creo que cuando hablaba de “Asesinato de una animadora” y las películas de Antena 3 por la tarde (o Lifetime para EE.UU.), ya se vislumbraban mis gustos más exquisitos en lo que a cine se refiere.

Pero sí, lo reconozco, disfruto de un determinado tipo de películas de dudosa calidad como otros hacen con las películas de Van Damme o Vin Diesel. ¿Qué no hay punto de comparación? Bueno, yo sí lo comparo, y me parece bien.

Y es que en los últimos tiempos, a la hora de elegir qué ver en la tele durante la cena, se va imponiendo un nuevo tipo de película que podía haber sido de culto (bien, no me gusta “Pulp Fiction”) si se hubiese hecho un casting distinto o si el argumento no se hubiese retorcido tanto y tanto. Pero, para mí, el valor de este otro tipo de películas (“no para mujeres” como las de Lifetime) radica en la vestimenta y en los peinados de los personajes, en los caracteres exagerados y extremos, en el deambular sin rumbo fijo de su argumento… Otros arguyen que el valor de “El señor de los anillos” (película y libro) radica en el camino en sí, no en lo que sucede. Pues si hablamos de caminos, caminos son las películas que ahora consumo ávidamente.
Para poner cara a este tipo de filmes, hablaré de uno en especial: “Corazón salvaje” (1990), “Wild at heart” en el original. Curiosamente, tanto en IMDB como en Filmaffinity le dan un 7 de nota, así que mi gusto por el mal gusto es buen gusto al fin y al cabo, ¿no?

Los protagonistas son actores de conocida fama, lo que suma puntos para la película.
A mi lado derecho,
Nicolas Cage y, al izquierdo, Laura Dern.
Mi primer encuentro con Nicolas Cage fue en “Con Air” (1997) y mi pareja nunca ha comprendido qué es lo que aprecio de esta película (sobre todo porque detesto ver películas de acción). Puede ser que para mí pese más el recuerdo de una tarde de acción y palomitas con una gran amiga del instituto, encantada con esta película y amante de la trigonometría, que la película o la actuación de Nicolas Cage en sí. Añadamos al cocktail a Steve Buscemi y, ¿qué más le podemos pedir?
Y mi primer encuentro con Laura Dern sería en “Parque Jurásico” (1993). Aunque de aquí sacaría una pasión auténtica por Jeff Goldblum, tampoco puedo negar el interés por una actriz rubia que nunca confundí con “las rubias” (Basinger, Pfeiffer, Griffith) y cuyos rasgos me recuerdan a Nieves Herrero.

Pero me cautivó sin duda la película sobre la huida de dos amantes, pareja imposible y acosada por una madre histérica. La historia de Sailor y Lula (ya los nombres de por sí me parecen increíbles), él con su chupa de piel de serpiente y ella con sus monos de encaje rojo imposible. Es un amor difícil y feroz, y así se plasma en todas las escenas de sexo, pues parece que los dos amantes se unen como si fuese la última vez que vayan a verse, como si no hubiese mañana. Son escenas muy veraces, muy conseguidas.

El personaje de Bobby Peru, interpretado por Willem Dafoe, o las gemelas unicejas Perdita y Juana Durango, interpretadas por Isabella Rossellini y Hannah Kozak, son parte de este animalario de película. Las imágenes, el ritmo, las frases hora socarronas hora patéticas… Me parece una película brillante.

Por esta película, David Lynch recibió la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
Al parecer, el fallo del jurado fue muy discutido, ya que unos le aplaudían y otros le abucheaban…
Yo lo que saco en claro es que tengo que ver más películas de este director.

Si alguien quiere leer una verdadera crítica, muy exhaustiva, puede hacerlo
aquí.

martes, 22 de noviembre de 2011

De pasada, sobre Rosario y Milagros

En mi interés por seguir conociendo la literatura española, le ha tocado el turno a Elvira Lindo.
¿Por qué más literatura española? Porque si bien soy una acérrima defensora del doblaje en el cine y en la televisión, me decanto por la versión original en el caso de la literatura. La pena es que en aquellos casos en los que por temas culturales (la cultura está sin duda también en nuestro lenguaje) la traducción no parece fiel al original, es precisamente cuando no puedo leer la lengua del autor (y digo esto sin entender el original pero por conocer la cultura). Así que he llegado a la determinación de leer en español (lógicamente), inglés y francés siempre que mis limitaciones me lo permitan.
¿Por qué ahora Elvira Lindo? Por circunstancias del azar. Porque una antigua compañera la conoció en Kobe, porque leí un
artículo suyo tremendamente interesante sobre los teléfonos móviles y las nuevas tecnologías, porque es la autora del magnífico “Manolito Gafotas”…
Así que la oportunidad me la dio
Libro Express, el sistema de préstamo gratuito del tren de cercanías de Madrid. La verdad es que es un sistema sencillo y automático que funciona como cualquier biblioteca y para el que ni siquiera es necesario registrarse: basta con el DNI.

El libro que he leído se titula “Una palabra tuya” y fue publicado en 2005.
La novela fue galardonada con el XIX Premio Biblioteca breve y, si bien en un principio no supe valorar el mérito por el que la novela había sido premiada, al poco de avanzar en sus páginas me di cuenta del motivo.
Podría decir que son dos cosas las que más he valorado en esta novela (además de argumento, personajes, etc.): el lenguaje y la ironía. Porque siempre me gusta ver en los libros algo más que una historia.
Le preguntaban a Elvira Lindo, en uno de esos
encuentros que organizan los periódicos, “¿No te preocupa escribir de forma tan corriente, tan de mesa camilla? ¿No tienes miedo a que te llamen la terelu de la escritura?” Y ella responde, con absoluta franqueza: “Pues, la verdad, me parecería una falta de respeto, porque a mí escribir con naturalidad me cuesta bastante trabajo. A lo mejor es que tú lo consideras muy fácil. En ese caso, hazlo tú también, si es tan fácil supongo que podrá hacerlo cualquiera.”
Aunque creo que hay un trasfondo de cabreo en la respuesta de Lindo, comparto totalmente su opinión. Uno puede escribir tal como habla y, en primer lugar, no entenderse en absoluto lo que dice (hay que valorar las comas, los puntos…). Pero, en segundo lugar, el lenguaje de la calle tiene un valor que hay que apreciar. El vocabulario, los dichos, la forma en que se expresa la persona que tiene unos determinados estudios, trabajo, costumbres… Conocer el lenguaje y las expresiones de cada estrato social, de cada región, ¡hasta de cada familia! Todo ello tiene un valor incalculable y no es sólo buen escritor aquel que sabe utilizar rimbombancias estilísticas y palabras que nos piden acudir al diccionario. Escribir con un lenguaje natural tiene la dificultad per se de lo que puramente se refiere a transcribir, pero además tiene la dificultad adicional de conseguir que lo que uno cree natural quede natural en el papel.
“Las cosas adquirieron esos tonos que a mí me parecen celestiales porque son los tonos con los que estaban coloreadas las ilustraciones del libro de catequesis”.
Creo que el recurso de la ironía dota también de un gran valor a la novela. La forma en que se intercalan comentarios, se terminan argumentos que creíamos que iban a ir por otro camino… Cada uno en su tiempo, es como la expresión que he leído en “Tormento”, de Galdós, y que tanto me ha gustado: “consideraba esto tan absurdo como si los bueyes volaran en bandadas por encima de los tejados, y los gorriones, uncidos en parejas, tiraran de las carretas”.
Escribe Lindo:
“- Eso no es así, los amigos de verdad te dicen, sube cuando quieras.
- Pues no, a mí me gusta decidir cuándo quiero que suban los amigos.
- Hija, qué independiente eres, pareces americana”.
“¿Era yo ese monstruo poseído por Satán, con un pene diminuto, que deseaba la muerte de su hermana?”
Sobra decir que el final de esta obra, tan dramático, no me ha dejado indiferente. Es algo que me encanta de las novelas que he leído en los últimos tiempos y que me hace buscar más de lo mismo (¿por qué no buscar más de lo mismo cuando a uno le gusta?). Pero, por una vez, no lo contaré aquí, sería demasiado “destripar”.

Y, escribiendo esto, me he enterado, además, de que se llegó a rodar una película con Malena Alterio (Rosario) y Esperanza Pedreño (Milagros) como protagonistas, lo que me parece un reparto estupendo. Habrá que verla, a pesar de las críticas tan dispares que he podido leer.

Después he leído “
Lo que me queda por vivir”, de 2010, y después de leer “Una palabra tuya”, tan natural, tan visceral… Me temo que sea por eso que no he disfrutado tanto esta otra novela, a pesar del valor que tiene. Por ser totalmente distinta. Esto es: un nuevo punto a favor de la autora.
“No está educada para compartir la infelicidad; ha sido informada por su madre, por tantas otras mujeres, de que, una vez que la insatisfacción se expresa, comienza a pisarse un terreno pantanoso que no conduce a ninguna parte.”

domingo, 17 de julio de 2011

Una de ensaimada

Recién llegados de nuestras vacaciones en Mallorca (por fortuna, tuvimos la lucidez de volver un sábado por la mañana), tenemos tiempo para descansar y también para asimilar todo lo que hemos visitado, comido y disfrutado.



Ha sido un viaje, sobre todo, completo. Hemos visitado infinidad de lugares (en el mapa): playas y calas (Es Trenc, Cala Sa Nau, la calita de Portocolom, Cala Romántica, Cala Ratjada, Playa de Formentor, Cala Figuera, Sa Calobra), pueblos y ciudades (Ses Salines, Portocolom, Portocristo, Felanitx, Manacor, Petra, Artá, Capdepera, S’Illot, Alcudia, Pollença, Port de Pollença, Moscari).


Nos hemos dejado también mucho por ver, especialmente en la costa oeste (qué americano suena…), en los pueblos de la Sierra Tramuntana y la capital, Palma de Mallorca. Aunque también es verdad que algunas cosas ya las conocíamos aunque no lo recordábamos; así nos sucedió al llegar a las Cuevas del Drach, que reconocimos el parking que, por algún motivo, se había grabado en nuestras memorias infantiles.


Tengo la impresión de habernos perdido algunos lugares fascinantes como Valldemossa, presente en todas las postales y aconsejada por todos aquellos que habían visitado la isla antes que nosotros. Sin embargo, también tengo la impresión de que en Mallorca todos los pueblos siguen una estructura bastante similar: un mismo color, una alineación de casas sobre una colina parecida (excepto en el caso de los pueblos costeros, mucho más cerca de lo que he visto en Alicante) y una iglesia monumental, amarilla y maciza, que he ido retratando pueblo tras pueblo (Petra, Manacor, Pollença…). Así que, en general, estoy muy orgullosa de lo que hemos podido ver durante una semana con sus siete días y sus siete noches, sin dejar de lado los baños en la playita, la buena comida, las compras (unos más que otras, eso sí) y un día completo de relax piscinero.

En lo que se refiere a monumentos (además de las iglesias mencionadas previamente), nos encantó el Monasterio de Lluc, el Monasterio de Sant Salvador, Santa María de Bonany y el monumento natural que son las Cuevas de Artá. Supongo que para quien no ha estado antes en las del Drach, éstas son mucho más atractivas por el lago y el paseo en barca, pero aquéllas no les tienen nada que envidiar.


Y, para comer, aunque me dejé el arroz brut (como dice mi niño “no se van a llevar Mallorca”, así que ya podré probarlo en el futuro…), me enamoré literalmente del queso mahonés (aunque no sea mallorquín, qué le vamos a hacer) que servían en todos los desayunos de nuestros hoteles y de la sobrasada. Bueno, que soy fan de la sobrasada lo sabe cualquiera que me conozca un poquito…


Pero las comidas y cenas que se llevaron la palma (y lo recomiendo con nombre y apellidos) son:


* La comida en Ca Na Rafela, un restaurante de pescado, platos combinados, raciones, etc., en una pequeña galería comercial en Portocristo. La clientela mayoritaria era mallorquina, por lo que nos dio buena espina (efectivamente, la isla pudiera parecer un cantón alemán a veces). Dentro un ambiente de restaurante de puerto, con remos en el techo, muebles de taberna y unas medusas muy peculiares colgando del techo, totalmente ecológicas. ¿Por qué? Estaban hechas de ¡botellas de plástico de diversos colores! Allí comimos sepia y sardinas, verduritas cocidas, patatas fritas y ali oli casero. Todo terriblemente bueno.


* La comida en el Café l’Orient, en Capdepera. Corte de digestión mediante, disfrutamos de una comida maravillosa a base de ensalada y tostas. Tostas sobre pan mallorquín, negro, con poca sal (me encantó, fue un gran descubrimiento igual que el queso mahonés); la mía de queso cheddar, nueces y champiñones, la de mi niño de jamón, rúcula y huevo frito. Y, bueno, el corte de digestión se debe a que decidimos comer en la terraza porque en el interior del local no había aire acondicionado (como en casi ningún sitio en Capdepera, Manacor y Artá…) y disfrutamos de unos cuarentaypico graditos a la sombra. Así que no pude tomarme el brownie que pedí, probablemente el mejor que he probado en la historia.


* La cena en el Hotel Ca’n Calcó, en Moscari. Aquí estábamos alojados y decidimos, ya que nuestro último día lo habíamos dedicado a leer en el jardín y bañarnos en la piscina, rematarlos con la cena degustación que ofrecen todos los días (salvo los domingos). El menú era casi como el de una boda y de hecho yo acabé con un pelín de dolor de barriga, pero porque después de siete días comiendo y cenando sin ser capaz de dejar nada en el plato, mi cuerpecito ya no podía más… Además, si no había dejado nada en otros sitios donde habíamos comido y cenado, ¿cómo hacerlo allí? De primeros (sí, de primeros), risotto de setas y gambas con brie y sobrasada. De segundos (creíamos que teníamos que elegir uno de los dos, ¡pero también tomamos dos platitos!) un pescado de la zona (una pena que no recuerde el nombre) con salsita y solomillos de cerdo. El postre era un riquísimo pastel con crema, casero.





Pero además de los lugares visitados, de la gastronomía que disfrutamos… ¿qué decir de los hoteles? De ahí partió realmente la idea de este viaje.


Sin ninguna gana de vernos de nuevo en un macro-hotel, hasta arriba de familias con karaoke por la noche, abuelos que acaparan las sombras de la piscina al alba y piscinas conquistadas por los niños a todas horas, me negué en redondo a alojarnos en un resort. Hay muchos hoteles muy buenos en Mallorca, sin esos buffets desayuno-comida-cena de aceite y fritanga, pero es peligroso decidirse por uno al azar y acertar. La única forma de encontrar cierta seguridad en la elección era optar por hoteles de una determinada categoría o dirigidos a determinados públicos… entre los que, económicamente, no nos encontramos.


En algún momento, el buscador de internet me sugirió el Petit Hotel Hostatgeria de La Victoria. Y ahí fue nada más empezar y no parar… ¡de sorprenderme y de decidirme cada vez más y más! Sé que no viajo sola y que a mi acompañante le habría gustado dormir más cerquita de la playa, aunque sé que quedó encantado con los hoteles elegidos. Además, después de ver las playas y los hoteles “playeros”, constatamos lo que ya sabíamos: que la mayoría son hoteles muy antiguos (por no decir viejos), con mucho cloro en la piscina y muchos gritos y colchonetas.


En la web de La Victoria, sólo el ver el edificio de la ermita ya me dejó convencida en un 90%. Pero después, al seguir visitando los hoteles del grupo y descubrir la posibilidad de la reserva combinada, ya no hubo dudas.




Así que nos alojamos tres noches en el Petit Hotel Hostalgeria de Sant Salvador, entre Felanitx y Portocolom (la playa está muy cerca, aunque sólo la subida y bajada del monte nos llevaba siempre unos diez minutos). Este hotel se sitúa en un antiguo monasterio. Aún conserva la iglesia (donde se sigue celebrando misa los domingos) y tiene un restaurante y una cafetería. Ambos muy modestos, pero después de descubrir lo que era subir el monte por una carretera estrechísima de doble sentido con niebla y un coche alquilado, nos apañaron muy bien para cenar la segunda y tercera noche. Además de la amplitud de la habitación, que nos tocó con terraza (podíamos tender los bañadores cada noche), de la iglesia que me pareció de las más bonitas que he visto en nuestros viajes, de las cabritas que subían al monte, de la bruma que tapaba todos los pueblecitos circundantes al atardecer… Lo que más nos gustó fue el personal, amabilísimo. Especialmente la señora que nos atendía por la mañana durante el desayuno, que era muy simpática y siempre tenía unas palabras para nosotros. Además, nos arregló la habitación aprisa y corriendo el día que llegamos aunque estábamos haciendo check in antes de la hora. Y también otra de las chicas, que nos explicó sobre el mapa las calas más bonitas que teníamos alrededor (nos encantó Cala Sa Nou).


Después nos alojamos dos noches en La Victoria. La habitación era muy muy pequeña, pero muy bien aprovechada y con una cama igual de grande (lo que aquí el amigo de 1.90 agradeció enormemente). Fue un poco complicado hacer el check in, porque ya no había nadie en el hotel cuando llegamos. Una de nuestras charletas en alto al menos dio para que una señora alemana de la terraza acertase a entender mi apellido y nos diese la llave, que estaba dentro de una maceta. Lo que más me gustó de este alojamiento fue, además de la decoración y del suelo de cerámica de las zonas comunes, el hecho de ser consciente de que a veces podemos ser mucho más cuidadosos y generosos de lo que cabe recordar al homo urbanita. La cocina del hotel la puede utilizar cualquiera siempre que se frieguen después los cacharros. La nevera se comparte. La puerta nunca está cerrada. Y no hay personal para vigilar, porque se nos supone un cierto civismo que allí todos los huéspedes demostraron.


Por último, tras un fallido recorrido por la Sierra de Tramuntana (demasiado recorrido después de haber estado en Lluc y en Sa Calobra), llegamos al Hotel Ca’n Calcó, en Moscari. Moscari es un pueblecito como esos de los que ya van quedando pocos en Madrid. Tractores, animales, campos… Y un silencio sólo roto por balidos y maullidos. No es un pueblo en el que se pueda hacer turismo, pero sí es un pueblo donde se puede descansar y muy bien. Hicieron lo posible por alojarnos donde yo prefería, es decir, en Ca’n Calcó (no en Can Riera), y nos encantó nuestra habitación. Más grande que el salón de nuestra casa, amueblada y decorada moderna y tradicional, vigas en el techo, paredes interiores con efecto encalado… Y, directamente desde nuestra puerta, el jardín, con la piscinita, la zona de sofás, las vistas al campo… Sé que ya no lo apreciábamos porque llevábamos seis días fuera de Madrid, pero allí se respiraba el mismo aire que arriba de San Salvador, donde nos dedicamos a abrir a más no poder nuestros pulmones.


En general, una estancia en lugares encantadores, descubriendo (redescubriendo) el agua azul turquesa y el olor a pino de cuando en más playas se podían ver los pinos…

domingo, 1 de mayo de 2011


Búhos en el metro

Hoy es un buen día (¿por qué no?) para retomar este blog que tenía tan abandonado.
Hace unos meses tuve gana, pero no tiempo, y todo fue porque me enteré de que alguien me leía. No es que nunca me haya importado demasiado pero, bueno, de momento espero que mis dos seguidores granadinos sigan ahí después de los meses…

Quizá hoy he encontrado el tiempo porque es el momento no de escribir en el blog, sino el momento de redescubrir.
A veces es incluso más bonito redescubrir que descubrir, porque lo que redescubres es íntimamente tuyo y basta destaparlo un poco para que brille, como cuando soplas el polvo de un mueble viejo y reconoces antiguos arañazos y manchas.
Así he redescubierto las ganas de escribir, porque al mismo tiempo he redescubierto el placer de observar a la gente en el metro. No en vano mi primer relato corto “reconocido públicamente” se basaba en una descripción de un vagón de metro, de la que salía el fugaz encuentro (ni reencuentro ni desencuentro) de dos desconocidos.
Hace poco, en un intercambio de metro, uno de esos trasbordos a los que tengo tantísima manía, vi a un búho ululando. Tocaba la guitarra zarandeando el mástil de izquierda a derecha, y meneando la cabeza en el mismo sentido como un cuervo en la peli de Dumbo. Hora y media después, al deshacer el camino, ese hombre seguía allí, guitarreando, y lanzando “uuhs” y “aahs” como un búho.
Eso y el monótono subir escaleras a la salida del tren en la estación de Sol, desde Parla o desde Colmenar, todos a una, me hizo de nuevo soñar con esas cosas cotidianas que tanto me inspiran.
La diferencia es que espero no hacer entradas de dos páginas de Word, porque eso es lo que más pereza me daba a la hora de escribir.

Así que, a redescubrir toca.
A redescubrir lo que es escribir en el blog y lo que es escribir de nuevo relatos. ¡Lo tengo pendiente! ¡Me lo debo y se lo debo a mucha gente!

Otra cosa fantástica que he redescubierto es el dibujo. Ahora intento hacer desnudos masculinos, para evitar la facilidad a veces de dibujar el cuerpo femenino, más estilizado, más suave; sin formas abruptas ni posturas forzadas (es lo que tiene dibujar tomando como base fotografías). Quizá esto me ayude a explorar otras formas de dibujar y, de ese modo, DESCUBRA.
Aunque también es verdad que hice una pequeña incursión en el mundo de la acuarela… ¡y salí aterrada! No imaginaba que fuese tan difícil. Sobre todo, para alguien con una paciencia más que escasa como soy yo. ¿Esperar a secar para aplicar un nuevo color? Me temo que no es lo mío. Sin embargo, he aprendido técnicas de la acuarela que puedo emplear con la tinta china. Al ser un único tono no tengo ese miedo a destruir mis bocetos con color ni espero tanto como con el color, pero puedo jugar con el agua y puedo practicar a reservar el blanco.

Cuando se redescubre al mismo tiempo se descubre…
Si no, que quienes pasen por debajo de mi balcón agucen un poco el oído… ¡Soy feliz de haber redescubierto la música! Después de años escuchando los mismos CDs, aquellos que me tenían como embrujada en la adolescencia y cuyos intérpretes han desaparecido (¿en la miseria? ¿en las drogas? ¿simple desmembramiento de los grupos?), ahora escucho nueva música. Nueva para mí, claro está. Y puedo dejar de lado esos grupos que creía haber destruido con mi gafe de teenager; sí, había en ello cierto pesimismo ombliguista, pero siempre fue así. Nunca encontré interesantes a los góticos pero imagino que tan sólo unos años después y habría sido una fantástica emo (y es que con los góticos no van el rosa o HelloKitty).
Las cosas nuevas, como dice el abuelo de mi chico, son las que acabas de usar. Da igual que llevasen años en un armario. Así, una Fujitsu de carrete puede ser una cámara de fotos nueva. Es decir, es nueva pero no moderna; puede ser antigua pero no vieja (¡¡si no está usada!!).
Pues eso me ocurre con la música descubierta. Otros dirán que voy tarde o podría decirme a mí misma que estoy redescubriendo. Pero no es así: disfruto de The White Stripes como si el álbum que he comprado (y que me costó la “friolera” de seis euros) hubiese sido estrenado ayer mismo. Y, en el fondo, ¿qué importa eso?
Para redescubrimiento, el de los Smashing Pumpkings. Mi niño me encontró el Mellon Collie en CD, pues yo lo tenía en cassette y para mí era una maravilla irreproducible. Aunque no sé si lo añoraba tanto por la música en sí misma o por ese recuerdo de mí misma, como en la frase llena de sabiduría pronunciada por Homer Simpson: “Gracias por no hacer soñar a mis hijos con un futuro que no les puedo proporcionar”. Algo así era.

Redescubro otras muchas cosas: mi gusto por la ciencia ficción, por ejemplo. Aunque lo último que he visto, a pesar aparecer en ella Jude Law (“I.A.”), Forest Whitaker (“El último rey de Escocia”) y Liev Schreiber (¿“Lobezno Orígenes”?), no me ha gustado demasiado. “Repo Men”. Me temo que demasiado parecido a mi adorada “Alita Battle Angel” pero a la vez demasiado lejos. No se preocupan mucho por el contexto. La idea está bien, el argumento también, pero sin contexto es como fantasear en casa sobre el día en que se puedan crear órganos artificiales y se compren en una clínica de alto nivel. ¿Qué ocurre con la policía, por ejemplo? En el mundo de Alita, NO hay una justicia como tal. El orden mundial, político y social está patas arriba y a nadie le importan los pobres (en el fondo, en esta dirección vamos, ¿no?). Quizá en Repo Men es el mismo caso, pero nadie se molesta en hacértelo saber. Una pena porque las interpretaciones, especialmente las de Law y Whitaker (del que soy fan incondicional), son muy buenas. No tanto Schreiber, aunque creo que su papel no da tanto juego como para poder hacer un papel de gran envergadura. Pero es que la peli se queda corta para el potencial que tenía.
Aunque esto me recuerda que quiero leer alguna novela de Asimov y este tiene que ser mi objetivo en mi próxima visita a la biblioteca.

Otro redescubrimiento importante es el de los comics. Desde que ME LOS descubrieron, no he podido parar de consumir este tipo de lectura que alimenta mi mente y mi vista. Tengo un comic precioso, cuya historia no me dice mucho, pero en el que todo todo está pintado desde el punto de vista de él que, además, no habla. Sólo se la ve a ella y sólo habla ella, pero parece realmente que el lector vea a través de él.
Tengo el maravilloso “Ensalada de Niza” de Edmond Baudoin, con un protagonista de una serie de historias cada cuál más bella y con cierto punto cruel. Pero el dibujo es magistral, y el uso del negro como base me parece una verdadera locura. Me gustaría hacer alguna vez algo así: usar el negro en trazos gruesos, dando siempre la impresión de ser de noche, y no utilizar finas líneas sobre blanco…
Oscuridad que me recuerda a Franz von Stuck




Y, de momento, creo que es suficiente. Subiré el volumen de la música y empezaré con mis dibujos. Relajación absoluta en un domingo víspera de festivo, sin tener que pensar si mañana encontraré o no encontraré búhos en el metro o si los pies subirán las escaleras del tren al compás.