jueves, 31 de diciembre de 2015

Libros leídos desde agosto de 2015

“Cinco idiotas”, de Jakob Arjouni
Un buen libro para leer en verano. Cinco historias cortas, entretenidas, que permiten la lectura a ratos. Es bastante original pero, sin embargo, lo que en un principio es un punto a su favor al final se torna en su contra: en la primera historia, uno no se imagina el final; en la segunda, puede intuirlo; a partir de la tercera, se pierde el efecto sorpresa y se convierte en algo repetitivo.
“Caperucita en Manhattan”, de Carmen Martín Gaite
Me sorprendió que tanta gente a mi alrededor hubiese leído esta novelita. Imagino que durante años debió ser de obligada lectura en colegios e institutos, aunque yo no tuve la suerte. He de decir que, aunque lo haya leído hace unos meses, es un libro perfectamente apto para adultos. Sin duda, un acierto incluirla en la colección “las tres edades” de Siruela. Disfruté mucho con ella y disfrutaría también leyéndosela, dentro de algunos años, a mi hija.
“El hombre de los círculos azules”, de Fred Vargas
Una policíaca, por supuesto, género que me encanta. Tremendamente sencilla y a la par enrevesada. Mientras la lees y disfrutas de todos los personajes arquetípicos que se dibujan en las novelas policíacas, vas fabulando, conjeturando… Te aventuras a saber quién es “el hombre de los círculos azules”, cómo, por qué. Parece que el camino es llano, que al lector se le llama para que precisamente haga esas averiguaciones. Pero los giros de guión te sobresaltan más de una vez y se agradece la sorpresa.
“El faro por dentro”, de Menchu Gutiérrez
No puedo decir que el primer texto que incluye este libro, “El faro por dentro”, me gustase. No me pareció atractivo en absoluto. En cambio, con “Basenji” la experiencia fue muy distinta. Leo en todas partes que se trata la soledad, la locura… Pero yo estoy convencida de que se trata otro tema, la muerte, de una forma solitaria y enloquecida que es como probablemente nos enfrentemos todos a ese momento, a ese segundo del tiempo (eterno para nuestra mente que tiembla de miedo) en el que el alma se desprenderá del cuerpo. Se trata de una interpretación, pero para mí esa interpretación cierra a la perfección todo lo que queda reflejado página tras página, de Basenji a Anubis.
“María cumple 20 años”, de María Gallardo & Miguel Gallardo
Hace tiempo leí la primera parte y me encantó. No podía perder la oportunidad de leer esta segunda y, después, no perderé la de ver la película que se hizo del primer comic (¡no lo sabía!). Como en “Arrugas”, creo que el comic se convierte en el vehículo perfecto para comprender la vida de aquellos que no viven la vida dentro de la “n-o-r-m-a-l-i-d-a-d”. Como resumen, me quedo con la viñeta en la que Miguel comenta para sí mismo ante la reacción de un fan de María: “en la película es bonito, pero en la vida real no tanto”.
“Charlotte”, de David Foenkinos
Una novela con un estilo muy muy particular. Al abrirla el futuro lector cree que se va a encontrar con una serie de poemas o con una novela contada a modo de poema. Pero no, no hay rima. Sólo la estética de los versos. Al mismo tiempo, el autor se mezcla con la historia que está contando, habla de su fascinación por Charlotte Salomon, de su búsqueda desesperada por vivir los lugares que vivió ella en su infancia, adolescencia y madurez. El relato no puede dejar indiferente al lector por su contenido, sobre todo, y, como digo, por su forma. Y, después, indudablemente, el lector correrá a Google a buscar esas pinturas de la época breve y prolífica durante la que trabajó Salomon, consciente del destino que la aguardaba.
“El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, de Oliver Sacks
 Se trata de una compilación de historias clínicas del – entre otras cosas – profesor de Neurología Oliver Sacks. Algunas pueden parecer anecdóticas. Otras demuestran el cambio que puede suponer para una persona un daño cerebral, un acontecimiento que desencadena un cambio vital a un nivel extremo. Como no sentir tus miembros como tuyos. Como paralizarte. Como no poder hablar. Como no poder reconocer los nombres de las cosas. Lo interesante es que, meses después, leyendo “La fórmula preferida del profesor”, regresasen a mi memoria estos textos. Por aquellas personas que pierden la memoria pero también por aquellas, como los gemelos de Sacks, que ven el mundo en su esencia numérica y que parecen conectados directamente con el libro de dios, como genios tratados como enfermos.
 “Aeropuerto de Funchal”, de Ignacio Martínez de Pisón
Un recopilatorio de relatos breves, género que me encanta (tanto para leer como para escribir), y del que Martínez de Pisón es un magnífico exponente. Los relatos pueden parecer sencillos, pero cada uno es tan distinto, su lenguaje tan simple o tan complejo (los protagonistas son diversos), que no queda duda de la validez del autor. Al mismo tiempo que se puede disfrutar de la lectura, nos permite una introspección sobre la forma en que las personas vivimos, maduramos, nos enfrentamos, en fin a la vida. “Siempre hay un perro al acecho” es el que más me sobrecogió de todos.

“El laberinto de las aceitunas”, de Eduardo Mendoza
“El misterio de la cripta embrujada”, de Eduardo Mendoza
Se trata de dos novelas con el mismo protagonista, aunque no es necesario haber leído una para leer la otra. No obstante, empecé con “El laberinto” y, si quieres leer la otra, mejor empezar por donde hay que empezar. Más que nada porque todo se entiende pero creo que hay una depuración del personaje y del estilo de la novela que sólo se disfruta si se leen en el orden correcto. Son novelas policíacas absolutamente disparatadas, en las que el protagonista es un loco de atar (literal). Las valoré enormemente por su capacidad para hacerme reír, por sacarme esa sonrisa que te hace parecer ante el resto de usuarios de metro un poco de la olla… Y, también, por la cantidad de chascarrillos vulgares, cada vez más comunes a lo largo que se avanza (sobre todo en “El laberinto”, donde en el mayor momento de tensión una buena flatulencia corta absolutamente el ambiente). Sin embargo, en “La cripta” queda bastante del escenario en el que se desarrolla la acción (el fin del franquismo, el movimiento obrero, los partidos políticos…).
“Lo que ocurría es que, consciente de haberme rehabilitado, juzgando por ende innecesario prolongar el encierro prescrito por los tribunales y deseando gozar por fin de una libertad a la que me consideraba merecedor, no podía evitar que en ciertas ocasiones me traicionase la impaciencia y la emprendiese a palos con algún enfermero, destruyes artículos que no me pertenecían o tratase de violentar a las enfermeras o a los visitantes de otros internos que, quizá sin mala intención, no ocultaban como habría sido aconsejable su condición femenina.”

“ - ¿Quién anda ahí? – pregunté muerto de miedo.
Y de su escondrijo salió un negro fornido, lustroso y cubierto con un taparrabos de lamé, el cual, aprovechando mi inmovilidad, se acercó a mí, tanteó mis glúteos y dijo con palmario sarcasmo:
 - Yo soy aquel negrito del África tropical – y agregó haciendo restallar contra su piel aceitada el elástico del braslip – y te voy a demostrar las múltiples cualidades de este producto sin par.”

 “Las deudas del cuerpo”, de Elena Ferrante
 “La amiga estupenda”, de Elena Ferrante
 “Un mal nombre”, de Elena Ferrante
Una vez más, empecé una saga no por la mitad, sino por el final. Porque “Las deudas” era (ahora ya no, se publicó en octubre la cuarta entrega) la última publicación de esta historia de amores, pasiones y violencia; de amistades que no son tales, de envidia, de intento de crecer, de medrar, de ser más que los demás de alguna manera (ya sea siendo el más fuerte, el más rico o el superior intelectualmente). Literariamente hablando, me parece mejorable. A menudo se repiten las mismas fórmulas, las mismas palabras y, cuando la protagonista intenta hablar de su forma de pensar, de hablar o de actuar… no se sabe en el fondo de qué está hablando. Sin embargo (y supongo que de ahí el éxito y que en los próximos días me vea pidiendo la compra de “La niña perdida” en la biblioteca municipal), el contenido de la historia, los diversos temas que trata y la forma de entretejerlos todo tienen un gran valor. Aunque empecé la saga por la tercera entrega, no me arrepiento. No sé si hubiese seguido de haber leído la primera por la “falta de sustancia”. Porque “Las deudas” tiene mucha miga: la revolución del proletariado, la represión fascista, las bonitas palabras de los universitarios y la clase acomodada; la difícil conciliación de la vida familiar y laboral y, aún más, de la vida conyugal y personal; la vergüenza de la mujer respecto al sexo, los tabúes, la píldora anticonceptiva, la posibilidad de decidir… He leído muy buenas reseñas aquí. De hecho, creo que sintetiza muy bien el tema de la amistad femenina en “Un mal nombre”.

"- Debes dejarle más tiempo a tu mujer – dijo después, dirigiéndose a Pietro.
Dispone de todo el día.
- No lo digo en broma. Si no lo haces, no solo serás culpable en el aspecto humano, sino también en el político.
- ¿Y cuál sería el delito?
- El derroche de inteligencia. Una comunidad que encuentra natural sofocar la energía intelectual de tantas mujeres con el cuidado de los hijos y de la casa es enemiga de sí misma y no se da cuenta.
Esperé en silencio a que Pietro contestara. Mi marido reaccionó con ironía:
- Elena puede cultivar su inteligencia cuando y como le apetezca, lo esencial es que no me quite tiempo a mí.
Si no te lo quita a ti, ¿a quién va a quitárselo?"

“La fórmula preferida del profesor”, de Yoko Ogawa
Un libro bastante sorprendente. Escrito con sencillez y sin alardeos literarios, se trata de una historia de amor entre desconocidos y amor por la ciencia en un entorno de lo más familiar y entrañable. Me sorprendí buscando fórmulas matemáticas en internet e interesándome por comprender las teorías explicadas en la novela. “Primos”, “Perfectos”, “Cuadrados”, “Compuestos”… Todas estas palabras toman un nuevo significado en matemáticas.

“Cada mañana al despertarse y vestirse, le sentenciaban la enfermedad que padecía a través de las notas escritas por él mismo. Le obligaban a enterarse de que el sueño que había tenido no era el de la noche anterior sino el de la última noche que podía recordar, hace muchos años. Lo anonadaba el hecho de saber que su yo del día anterior había caído en el abismo del tiempo, del que no podría recuperarse nunca más. El profesor que había protegido a Root de la pelota fallida estaba ya muerto en el fondo de sí mismo.”

“¿Acaso no matan a los caballos?”, de Horace MacCoy
Una historia corta y concisa, que le hace a uno sentir el aire acabársele en el pecho imaginando decenas de personas bailando sin apenas descanso durante más de ochocientas horas. Un resultado cualquiera de la Gran Depresión estadounidense, una forma insólita y casi diría inhumana de ganarse, literalmente, el derecho a cama y sustento. Una historia de ilusión pero también de hastío. Del esfuerzo por salir adelante y de la rendición.

“El responsable de las ranas”, de Pedro Zarraluki
Una novela realmente asombrosa. A menudo parece que nos sumergimos en una nebulosa, pero una nebulosa construida de agua pútrida y hormigón. Los personajes son a cada cual más dispar y el tratamiento de un carácter trágico y a menudo también cómico. La historia de quien quiere ser un guía, vivir por libre, y acaba siendo el más mediocre de los mediocres. Como comentan en la contraportada del libro, “ninguna historia acaba bien si se prolonga lo suficiente”.

“(…) y aquella misma mañana alquiló un coche, a pesar de que el cielo estaba muy sucio y podía pasar cualquier cosa. Laura tomaba sin parar decisiones de este tipo, por lo que el azar tenía con ella realmente muy poco trabajo.”
“La gente no debería festejar el paso del tiempo, aunque siempre sea noble el obstinarse en celebrar el triunfo del enemigo.”

“Los infinitos”, de John Banville

Con total seguridad, el segundo mejor libro de este listado (y la mejor novela). En el ambiente de una casa de campo, con su jardín y su bosquecillo anexo, durante tan sólo un fin de semana, se unen el mundo celestial y el terrenal mientras los personajes se preparar para despedir a un familiar en sus últimas horas de vida. Lo más impresionante es que los dioses elegidos no son / es “Dios”, sino los dioses del Olimpo. Hermes es el narrador de la historia, al mismo tiempo narrador en primera persona y omnisciente. Aparecen también Zeus (quien le suele distraer de la acción) y, aunque no se diga claramente, Pan. Y, sin duda lo magistral de la obra: conseguir escuchar también la voz del moribundo, a quien apenas le quedan sus funciones vitales más básicas y de quien todos dudan si oirá o entenderá lo que sucede alrededor.


“Como almas que lleva el diablo”, de Barry Hannah

Barry Hannah fue el mayor descubrimiento del verano y el mejor libro que he leído. Queda apuntado el título para comprarme el libro (incluso en versión original, aunque no pueda apreciar todos los matices). Sería incapaz de resumir en unas líneas lo que me ha transmitido, lo que he disfrutado con los diferentes usos del lenguaje, con sus crudezas, con el retrato que hace de los distintos estratos sociales, edades, sexos… Una auténtica maravilla.
“Una anomalía de la cadena alimentaria que muy rara vez puede verse. Aquí tenemos al equivalente acuático de un zorro y una gallina en nuestra cadena. Recordemos al mismo hombre. Todos nuestros artilugios funerarios son una negación de la cadena alimentaria: ataúdes, piras, mausoleos o pirámides. Declarándonos tristemente al margen de ella. ¡Qué arrogancia! Pero no tenemos razón, no la tenemos. Seremos pasto de piojos, garrapatas y gusanos. No lo dudéis.”

“Esther Haste era una de aquellas mujeres a la que tendría que haber besado. Recordaba que cuando ella le declaró su amor, él pasaba casi todo el tiempo con Eileen, una belleza que se fustigaba y recitaba la lista de sus defectos como si no hubiera otra cosa en el mundo de la que hablar. Pronto quedó claro que este autodesprecio era sencillamente un barniz social que, a poco que se examinara, revelaba un egocentrismo sin límites, un solo de orquesta como él no había visto jamás; los ataques de Eileen a sus propias gracias eran la otra cara de un monólogo en el que sus encantos brillaban más por haberse puesto en duda.”

“La obligaría a salir, por ejemplo a la farmacia, y el amable patán que preparara la receta sacudiría la cabeza con desvaída cordialidad; luego, cuando ella saliera, él contaría su caso con senil monotonía junto a la caja registradora. Las sacudidas de cabeza se repetirían y un auténtico temor reverente recorrería la tienda como un mono con una pajarita. Clem no lo podía soportar. Imbéciles equipados de cebo y aparejo sacudirían la cabeza cuando el coche familiar pasara por delante y lamentarían “su caso”.”

“Me cabo la leche caburrido, ojala sería halcón o candrejo. Cuando lo vi la primera vez, pegué un bote dalegría porque no pasa nada emocionante ultimamente mas que coger algun conejo y meterme de cabeza comun cuete hastal fondo de la caña morada. Deacon Charles de lescuela de VT dice que palante, quescriba todo esto y que no lo cambie. Quiere verlo rapido porque e visto al Yarp. O alguien como el. Por favor, perdonen por no escribir bien pero intento esforzarme pa que por lo menos lortografia sea decente. Yo, un ombre de la montaña o un chico de diecinueve años, aquel día a las dos cuarentaiuno en punto de la tarde lencontré el primero en aquella carretera cuando subía a casa de la Missus Skatt.
Darn it were boring, wisht I were a hawk or crab. When I seen him first i Leapt out of my face for glad cause nothing moving lately but only rabbit nibble and run headfirst into the bottom of the purple cane. Deacon Charles at the VT school say go a head and write like this dont change. He wants to see it quick cause I seen the Yarp. Or somebody like him. Xcuse me please for not correct but I am hard attempting to spell at least sweller it being so important. Of a mountain man/boy nineteen first that day at two forty-one o’clock afternoon on the watch I found at the road going up to Missus Skatt’s House.”

lunes, 2 de noviembre de 2015

Noche de risas en el TAM

El pasado sábado fuimos a ver la versión teatral de “Si lacosa funciona”. Aunque no coincidía la fecha, el 31 de octubre estaba bastante cerca de nuestro aniversario y para nosotros fue una noche especial.
Por las risas, por el destierro del negativismo de nuestras vidas, porque disfrutamos mucho cuando vimos la película en el cine… En fin, que para nosotros ir a ver esta obra era un éxito asegurado. Hay muchas ocasiones en las que tener la certeza de que algo te va a gustar se convierte en una auténtica losa que te impide disfrutarlo, pero no fue así en esta ocasión.

En su momento, como decía, vimos “Si la cosa funciona” en elcine. Nos gustó mucho. A mí me gusta mucho Woody Allen y a mi chico la moraleja (sencilla, sí) de esta película que, para él, es en cierto modo una filosofía de vida (tanto, que no ve la parte negra del mundo o esa parte no consigue mancharle).
Para preparar esta entrada, leo en todas partes que esta película carece de un argumento sólido, que la moraleja es simplista, que el protagonista parece más alguien “haciendo de Woody Allen” que interpretando un papel (el de Boris Yellnikoff) y que el director se exige cada vez menos.
En mi modesta opinión, cuando alguien es un genio, un artista o un creador, tiene dos salidas: subir cada vez más el listón, pedirse a sí mismo algo mejor cada vez (a sabiendas de que esa escalera no puede subir hasta el infinito y, si es honesto con su trabajo, dejar de crear) o hacer cosas medianamente buenas, entrañables, con ese toque especial que lo distingue a uno de los demás. Pues bien: es posible que esta cinta sea una más entre tantas de las que Allen haya creado siguiendo la segunda línea de actuación. ¿Y cuál es el problema? A lo mejor no es una obra maestra ni el culmen de su carrera, pero es una película muy bien construida, muy bien narrada; puede girar en torno a estereotipos pero son esos estereotipos y los chistes ofensivos y pesimistas los que nos hacen reír.
Creo que si la película nos hace reír, parafraseando el título de la misma, funciona.

Este sábado, al entrar al teatro, ver el escenario montado y vacío, el telón de terciopelo azul marino descorrido y la luz de ambiente bajar de intensidad hasta apagarse… Me entraron escalofríos. Porque ir al teatro es toda una experiencia. La música, la sonoridad de las voces de los actores y, en el caso de “Si la cosa funciona” de Alberto Castrillo-Ferrer, las proyecciones sobre el escenario de imágenes de Nueva York y la conversación entre el mismo Woody Allen y el Boris español (José Luis Gil): todo ello te transporta, todo ello lo vives en tu propia piel. Por supuesto, más que cuando ves una película en el cine. Y diría que incluso más que cuando lees un libro (y eso que ya te ponen delante las imágenes de lo que percibes).
Salí del teatro con la impresión de que la obra teatral superaba a la obra original.
Si en el cine vimos a Boris Yellnikoff romper la cuarta pared y hablar con el espectador… ¿Qué no se podría hacer en el teatro, donde el actor puede señalar, dirigirse o, si quiere, hasta tocar al espectador? Esa comunión es aún más patente. Esa enseñanza, esa historia de la que el protagonista quiere hacer partícipe al espectador se la da aquí directamente en su mano.
Por otro lado (y aunque los escenarios no dejaron de ser Nueva York, Dallas y otros elementos de la idiosincrasia estadounidense), al tratarse de una obra creada a partir de otra y aquí, la adaptación del lenguaje (especialmente del corporal) es mucho mayor que en el doblaje.
¿Qué decir de los actores? Maravillosos. ¡Todos ellos! Aunque José Luis Gil es el claro protagonista (así lo es Larry David) y con ello bromea al principio de la obra, aun salvando las distancias entre quien tiene bastante de monólogo y los papeles más cortos, son todos sublimes. Rocío Calvo hace un papelón, tal como en la transformación que sufre Marieta de la mano de Allen. Y, personalmente, me fascinó la interpretación de la coprotagonista, Melody. Una pena que ahora ya no recuerde (y sólo han pasado dos días, vaya memoria de mosquito la mía) el nombre de la actriz que sustituye a Ana Ruiz.


Si alguien tiene la oportunidad de verla y quiere pasar un buen rato, reírse y ver los detalles que iluminan esta vida a veces tan negra, que no se lo piense dos veces. Y, si no, a leer:
“La relación entre los dos protagonistas dibuja el pulso entre inteligencia e ingenuidad ofreciendo momentos tan hilarantes como absurdos. El relato esconde una sutil crítica a los que se piensan intelectualmente superiores, pues al final todos tenemos necesidades muy básicas: el amor, la comprensión, la amistad…

miércoles, 21 de octubre de 2015

Historias de Madrí 3. Recuerdos bajo tierra

Después de un pequeño trayecto en metro, salgo del vagón y, al pisar el andén, noto un olor vagamente conocido. El olor se hace cada vez más profundo y más reconocible pero, dado lo extraño del lugar en el que se hace patente, no consigo ubicar su origen. Y es que huele a parque y verdín.
Pero verdín fresco, no verde mohoso del suburbano. Verdín de hierba recién cortada. Verdín del que recubre las paredes umbrías. Verdín del que desprenden las hojas en agosto, hojas sobre las que se evaporan las últimas gotas que resistieron el día.
Cuando salgo del andén al vestíbulo y del vestíbulo al pasillo, percibo además una brisa fresca que eriza el vello de mis brazos. ¿En agosto, esta brisa? Sí, en agosto.
Y por fin viene a mi recuerdo un octubre. Hace quince años. Un octubre tan cálido como el que disfrutaremos quince años después en Madrid.
Un olor y un frescor traen a mi mente un recoleto parque cubierto casi en su totalidad por la vegetación. Árboles de ramas que penden sobre los caminos, alguna pequeña charca verde, plantas de hojas jugosas y redondeadas. Y, mucho más jóvenes, nosotros. Él con una coleta. Yo con dos. Sonriendo a la cámara, dándonos besos de periquitos, con él con el jersey anudado a la cintura y yo con la chaqueta bajo el brazo.
Ese viejo parque trae a mi memoria días de plenitud y de felicidad. Pero esas sensaciones son tan recuerdo como lo es hoy el parque.
Porque el parque sucumbió a las necesidades de la técnica. Se talaron árboles, se mutilaron y esterilizaron sus raíces con química para evitar su pugna por hacer brotar nuevas ramas, más fuertes y más rápidas en su ascenso que las anteriores. Se cubrieron los caminos de ese cemento sordo y gris sobre el que duele correr y se raspan las rodillas en pos de un balón. Se eliminaron charcas y toda vegetación mínimamente tenaz. Hoy sólo quedan las plantas más domesticables, la que no echan raíces en la profundidad, las que no acaban levantando baldosas. Y bajo el Parque de Cataluña llegó la tuneladora abriendo paso a uno de esos inventos que nos haría volar a la ciudad, ya que nuestro metro no es el suburbano de Madrid por mucho que nos pese.
Pero las costas fueron importantes. Al menos estética y odoríficamente hablando.
Los parterres son hoy tierra desierta y amarilla. Los árboles más frondosos agoreros cipreses. Los arbustos los típicos del monte castellano, ralos y grisáceos.
No obstante, no quisieron las raíces o sus fantasmas abandonar el lugar otrora ocupado. Y ese olor a verdín sigue remozando las paredes del túnel. Ese perfume nos recuerda que ese espacio que hoy atravesamos caminando estuvo otro día poblado por nudosos brazos en busca de minerales, lombrices escurridizas y quién sabe qué otros habitantes secretos.
Deseando estoy volver a cruzar el camino de vuelta a casa. Que sea agosto y que la humedad y el calor hagan bullir a esos fantasmas escurridizos que traerán sin duda a mi cabeza pensamientos románticos y olores frescos de fronda.

martes, 15 de septiembre de 2015

Otro proyecto rapidito en textil

Últimamente no hago más que aprovechar las ideas que veo aquí y allá y aplicarlas en cuanto es posible. Como me ocurrió con esta sencilla camiseta naranja, que compré en un pack del que era la segunda, la no preferida, la que nunca hubiese comprado de venir sola.
Así que, ¿qué hacer con esas prendas tremendamente sencillas o de las que nos hemos cansado? Estas últimas creo que son el objetivo perfecto para todo trabajo de ensayo y error antes de lanzarse a algo más grande. Aunque yo empecé al revés, pintando zapatillas, creo que las camisetas (que además las hay muy baratas) son el lienzo perfecto para esos proyectos que no sabemos cómo saldrán.

En este caso, los materiales son muy sencillos:

- Lápiz de mina blanda, para que marque sobre la tela (con el lavado desaparecerá de la misma).
- Pintura para textil. Yo ya he probado en varias ocasiones Setacolor, que es sencilla y, por lo que veo, no se estropea con los lavados. Aún así, es cierto que pierde un poco de vivacidad.
- Regla para los trabajos geométricos. Es importante medir bien las distancias si, como en mi caso, se elige un motivo geométrico para estampar.
- Cartón. ¡No olvidemos que la pintura traspasará la tela!


En fin, tengo la impresión de que las fotos hablan por sí solas.
La patata es un recurso que no se debe despreciar.


Ahora, en estas otras fotos... ¿Ya aflora en la memoria ese patrón que se seguía en muchas clases o en casa para matar los ratos de aburrimiento?


Mi camiseta luce ahora mucho más alegre, sin ser algo recargado, y el dibujo me permite seguir combinándola con otros estampados.

domingo, 12 de julio de 2015

Décopatch

Este es realmente el nombre de una marca que comercializa su propio pegamento y su propio papel para realizar decoraciones creativas. Pero, como con los “kleenex”, nadie habla de “pañuelos de papel”.

Hace unas semanas, aprovechando que en Centroartesano están de aniversario, acudí a un taller gratuito para conocer la técnica.

Habían invitado a Marifé Navarro y ella estuvo explicando, desde la hora de comer hasta final de la tarde, a todos los que nos quisimos acercar por la tienda-taller, las propiedades del papel, del barniz-cola que se utiliza, cómo trabajar el papel y diversos trucos para obtener el mejor resultado.
Para mí, las dos grandes ventajas de esta técnica decorativa son su facilidad y la relajación que supone practicarla. Otros hacen jardinería, pero a mí me pareció una forma muy entretenida y relajante de pasar el tiempo. Haciendo décopatch, el tiempo, literalmente, ¡vuela! Es sencillo, no cansa… Hasta los niños pueden hacerlo porque no es peligroso y apenas mancha (el barniz-cola, una vez seco, se retira con suma facilidad de los dedos).

Pero empecemos a ver a qué material nos enfrentamos y cómo se trabaja.
Bastará con hacerse con un pliego de papel décopatch (papel barnizado, como dicen en otros blogs), con un pincel de décopatch (un pincel de cerdas duras y aplanado), un bote de barniz-cola y un objeto para decorar.
--- El papel es muy fino y al mismo tiempo muy resistente. No se moja, no se rompe ni se destiñe al impregnarlo de cola. Al mismo tiempo, si nos hemos confundido en el lugar en el que lo hemos aplicado, se puede despegar, se puede tapar… No se transparenta, se funde con el resto de papeles de décopatch aplicados y, en suma, es muy versátil.
--- El pincel, como comentaba, es un pincel de cerdas duras y aplanado (aconsejo comprar el adecuado para este tipo de papel, ya que no sé qué resultados podrían dar otros). Es importante la dureza y la forma porque se trabaja el papel aplastándolo para cubrir bien la superficie que se decora.
--- El barniz-cola, a primera vista, es cola blanca normal y corriente. Pero lo cierto es que, después de aplicado y tras haber esperado los 35 minutos que tarda en secar, la parte de barniz hace que la superficie del objeto quede brillante y parcialmente protegida. Digo parcialmente porque, al poderse decorar, por ejemplo, vajilla, es recomendable utilizar otro producto, un vitrificador, para dar una protección total ante el uso y el agua.
--- Respecto a qué objeto utilizar para la decoración con décopatch, he aquí una maravillosa noticia: se puede aplicar sobre cualquier material. Hay accesorios de papel maché especialmente creados para ser decorados con papel décopatch, pero no es necesario comprarlos para obtener un bonito resultado (además, en mi opinión, si el papel y el barniz-cola, por lo que cunden, merecen la pena a pesar de parecer caros, sobre las figuras de papel maché no pienso lo mismo). Así que, ¿por qué no dedicarse a reutilizar, a personalizar, a dar nueva vida a aquellas cosas de las que nos habíamos cansado? Un marco de fotos (de madera, de plástico, de metal… ¡cualquier soporte sirve!), una botella, una lámpara… Incluso el cristal o la tela son aptos para esta técnica.

Ahora, ¿cómo se hace?

La idea es partir el papel (no cortar con tijeras, el resultado no es nada natural) en trocitos de unos 3 x 2 cm. Si el objeto que vamos a decorar tiene mucho detalle (por ejemplo, si es una figura y tiene pelo, o para las cuencas de los ojos, o para una flor tipo rosa, con muchas hendiduras), los trozos deberán ser aún más pequeños.
Una vez partido el papel, con todas sus irregularidades, se moja un poco el pincel en barniz-cola y se aplica el producto sobre el objeto. Después, se coloca un trozo de papel y, vuelvo a mojar el pincel, se aplica sobre el papel de modo que quede totalmente cubierto. El papel es realmente resistente, pero mejor empezar con poco barniz-cola hasta ver la cantidad que nos viene bien para trabajar. Será necesario que la parte sobre la que se coloca el papel esté bien cubierta por barniz-cola; si no, no despegará e incluso cuando se seque el objeto por completo se habrán hecho burbujas. A la hora de aplicar el barniz-cola sobre el papel, es importante que se aplique de dentro hacia fuera, con seguridad y obligando al papel a no crear arrugas. No obstante, si saliese alguna, más fuerza aplicada con el pincel permitirá doblar la arruga sobre sí misma y disimularla.
Los trozos de papel se superponen, se vuelven a partir para cubrir huecos, a veces se cortan con una forma determinada del dibujo (y, evitando siempre, si se puede, las tijeras) para adornar el objeto, etc. Un truco importante que aprendí en la clase es que, si quieres que un dibujo quede visible sobre una superficie picuda o redondeada, lo mejor es empezar por la parte que no va a ser la más importante y, después colocar hacia esa parte el dibujo para que tape el sobrante y no sea el dibujo “feo” el que tape el bonito. Y, otro truco más: si una superficie tiene curvas demasiado pronunciadas, también se puede rasgar el final del trozo del papel (algo así como el efecto deshilachado de la tela) y así el papel se adaptará (aunque dejando huecos) al objeto en lugar de crear un millón de arrugas.
Y, finalmente, esperar 35 minutos. Aún así, yo recomiendo dejar más tiempo para secar superficies que después se van a juntar. Por ejemplo, en una caja, en un joyero…

Aquí están mis dos primeras creaciones: una figura de un Guerrero de Xi’an, curvilínea, complicada pero también con mucha posibilidades, y una caja que utilizo para guardar pendientes.
Esta última es el ejemplo del uso de las tijeras. Líneas rectas, superficies muy planas y definidas. Romper el papel haría casi imposible trabajar los bordes, se taparía el cristal… Así que, aunque no es lo más natural, hay ocasiones en las que su uso tiene un resultado interesante.



En breve empezaré a trabajar esta técnica con mi peque, que estoy segura que lo va a disfrutar tanto o más que yo.
Y, para quienes se animen, aquí hay un montón de ideas.

martes, 23 de junio de 2015

50 historias… ¿de qué?

Creo que todavía seguiremos oyendo hablar durante mucho tiempo sobre la serie que ha vendido más de treinta millones de copias en todo el mundo: “50 sombras de Grey”.
Para empezar, he de decir que no la he leído y sigo sin saber si quiero o no leerla.

Muchas la recomiendan y, curiosamente, ni un solo hombre ha admitido – delante de mí – haberla leído (no hablo ya de recomendarla). Por un lado, porque soy “público objetivo”: mujer y mami (¿¿??).
Comenta Violeta Enciso: “El secreto de su éxito parece residir en un marketing dirigido a enganchar al público femenino, de hecho el epígrafe “escrita para mujeres” se utiliza como gancho publicitario en su página web. Pensada para enganchar al lector desde la primera página, la historia mezcla dos ingredientes a priori muy apetecibles: romance y porno suave. El mundo de Anastasia Steele da un giro de 180 grados cuando a pocos días de graduarse conoce al misterioso y temperamental Christian Grey, de profesión “megamillonario”. Lo que Anastasia no sabe todavía es que su huevo kinder particular viene con una sorpresa muy especial: Grey es un obseso del sadomasoquismo light y, loquito -término amable- como está por los huesos de Anastasia, no parará hasta que ella acepte entrar en su mazmorra del placer/dolor para dar rienda suelta a sus peculiares gustos sexuales. ¿Impresionados? Yo tampoco”.
Este comentario refleja un poco lo que yo, a priori, pienso sobre la novela. Sé que no es bueno tener prejuicios ni criticar sin haberlo leído, pero me parece bastante inquietante eso de “escrita para mujeres”. 

¿Es que no hay nada de lo que la literatura erótica nos puede aportar que esté escrito para mujeres? ¿Es realmente “50 sombras de Grey” tan novedoso? ¿Es la primera vez que una mujer puede encontrar algo así en la literatura y disfrutar con la lectura? ¿¿Es, siquiera, literatura erótica??
Si quiero poder responder a todas estas preguntas tendré que leer, indudablemente, el libro.
Habría que preguntarse, realmente, qué es la literatura erótica.

Para Sarane Alexandrian, “La pornografía es la descripción pura y simple de los placeres carnales; el erotismo es la misma descripción revalorizada, en función de una idea del amor o de la vida social. Todo aquello que es erótico es necesariamente pornográfico, por añadidura. Es mucho más importante distinguir entre lo erótico y lo obsceno. En este caso se considera que erotismo es todo aquello que vuelve la carne deseable, la muestra en su esplendor o florecimiento, inspira una impresión de salud, de belleza, de juego placentero; mientras que la obscenidad devalúa la carne, que así se asocia con la suciedad, las imperfecciones, los chistes escatológicos, las palabras sucias.
Es una opinión que diría comparto al cien por cien.

Así, a la hora de escoger una lectura, siempre recomendaría “Historia de O”. Su autora, Dominique Aury, se mantuvo décadas en el anonimato. Sus escritos escandalizaron en la época en la que la novela salió a la luz (corría el año 1954) pero no dudo de que su lectura era absolutamente deseada, aunque sus lectores escondiesen probablemente el libro más de lo que se esconde burdamente “50 sombras de Grey” en el metro con papel de periódico.
Como comentan en Latabernadellibrofrito, “A pesar de que la temática es dura, esclavitud, sadomasoquismo y violaciones, no escandaliza ni resulta soez. Está escrita con una prosa elegante y sutil, sin recrearse en las escenas de sexo.” Hablamos de sadomasoquismo, no de BDSM, hablamos de Literatura en mayúsculas y hablamos también de que lo que se pensaba sólo podía haber escrito un hombre lo había escrito una mujer.
Es una historia con la que disfrutar y muchas otras se esconden sin necesidad de tamaña publicidad y exageración.


Así que pocas ganas me quedan de leer “50 sombras de Grey”…

* “Si quiero comprarte un puto coche te compro un puto coche”. Qué frase tan viril.
* Le ve el pene y, como viene siendo tradición, dice: “UAU”
* Por fin hemos pasado el ecuador del libro. Llevan 4 polvos, lo cual sale a polvo cada 13% de libro. Un timo.
* Anastasia le cuenta a su madre que se ha enamorado de un capullo y ella dice “AY, POR FIN”.
* “Me envuelve como el patriota victorioso lo hace en su bandera”. El ministro Wert nos comenta que esta frase saldrá en la selectividad del año que viene.
* A Anastasia le cuesta más creerse que Grey haya pasado la noche con ella que lo de los azotes. Es idiota.

¿Cuándo parar?

Aparte de la polémica de si esto es literatura erótica, de si es literatura de calidad, de si es siquiera literatura, está el tema de la forma negativa en que se entiende la sexualidad y la dependencia del amado. De cómo una persona se somete a otra por amor, por ceguera, sin importarle si las cosas que hace las quiere hacer realmente. Es cierto que hay numerosos libros cuyo contenido puede escandalizar a muchos y que han puesto en algún aprieto a sus autores (véase mi adorada novela “Lolita”), aunque eso no signifique que el escribir dichos relatos implique la aprobación del autor de las ideas expuestas. Por ello, creo que debemos atender al criterio del lector a la hora de entender el modelo de relación Christian – Anastasia como un modelo de relación rechazable y no un modelo a imitar. Porque no es esta una relación de igualdad o una relación de mutuo acuerdo. O, al menos, eso parece en las críticas.

Ahí lanzo esta otra pregunta:
"¿Es algo romántico cuando alguien te intercepta el teléfono, sabe dónde vives antes de que se lo digas, vende tu único medio de transporte o compra la compañía en la que trabajas?"
Y este mensaje se lanza a través de la gran pantalla con un "para todos los públicos".

domingo, 14 de junio de 2015

DecorAcción 2015

Soy de ese tipo de personas que, cuando hay un evento, se enteran después, en la revista del barrio o en el periódico leyendo un artículo de los de "el pasado fin de semana...".
Pues bien: ¡esta vez no ha sido así!
Si ya llevo un par de años disfrutando de DecorAcción en la revista Nuevo Estilo (precisamente en el número que habla del mes anterior), esta vez he podido disfrutar un paseíto de hora y media viendo calles decoradas pero, sobre todo, tiendas que sacan sus antigüedades, diseños, muebles, etc. a la calle.

Esto es sólo una pequeña muestra...













miércoles, 10 de junio de 2015

Conjunto de cuadros

Debe de estar muy de moda, porque de un tiempo a esta parte veo las composiciones de cuadros en todas partes. Blogs, revistas de decoración… Si bien creí en un principio que era una cosa de ABM, no tardaría en comprobar que sus ejemplos (aquí y aquí) son unos de tantos (y muy originales, por cierto, ya que a menudo son las bloggeras las que enmarcan sus propias creaciones en acrílico) de los que se pueden encontrar en la red.

Este humilde tutorial mío no es ni siquiera tutorial, ya que la realización apenas tiene complicación y no merece una gran explicación. Diría que basta con colocar en una superficie plana el conjunto de marcos para ver qué composición nos gusta más, extrapolarlo con papeles a la pared y, después, hacer los agujeros para colgar los marcos. Sí que querría hablar de un gran invento para colgar cuadros sin necesidad de taladrar: el cuelga cuadros de Fischer. Hay muchos otros métodos, pero este es el primero que he probado y no lo cambiaría por nada.



No obstante, sí creo importante remarcar dos factores que en mi caso han sido muy importantes a la hora de preparar la composición:
--- Los marcos. Para mi gusto, mejor distintos que iguales, tanto en colores como materiales y acabados. Por otro lado, la disposición de los mismos que, en mi caso, va siguiendo diferentes líneas (unos se agrupan según la línea superior, otros según una línea lateral… parecen descolocados pero no lo están).
--- Las imágenes. Varias imágenes y fondos han ido rotando en mi composición hasta que la he considerado terminada. Postales, dibujos, fotografías; ¡cualquier cosa vale! Aquí también considero que en la heterogeneidad está el gusto. Me he decantado por un dibujo que hice yo misma a lápices de colores sobre cartulina negra, de una figura de mujer; una postal que compré en el Museo Reina Sofía también de una mujer; dos fotografías en sepia de mis Blythe; una postal de una gata que compré en Londres; una postal de una niña bastante enigmática que compré en Caixa Forum de Madrid; una impresión de aves australianas (después citaré la web de la que la saqué); y una frase positiva sobre un fondo geométrico. Los colores son más bien tierra y, en diagonal, también se establece una cierta relación en los temas: las Blythe por un lado, los animales por otro, los dibujos, las mujeres…

Creo que, en definitiva, se trata de encontrar imágenes de nuestro gusto, ya sea por su estética, porque nos traen recuerdos o por cualquier otro motivo. Y dejar que la composición fluya y cambiarla las veces que sea necesaria, hasta que veamos el conjunto armonioso. Quizá pueda parecer, en mi caso, que la frase positiva no va demasiado con el resto, pero es algo que necesitaba y que dentro del salón (de forma más global) tiene su lógica.


Sobre de dónde conseguir imágenes si es que uno no es un coleccionista de postales curiosas (yo me considero una), si no se tienen fotografías chulas (¡seguro que sí!) u otros recuerdos (¿por qué no una entrada de un concierto? ¿o unas flores desecadas?), siempre se podrá acudir a internet.
Mis aves australianas salieron de esta página web y en esta otra encontré también bastante inspiración. Se trata de imágenes gratuitas que se pueden descargar para su uso privado y no comercial. Las hay de todo tipo y muy inspiradoras.
Si no, se me ocurren también papeles de regalo, washi tape o telas de Ikea (ellos mismos lo hacen en su tienda).
Tampoco es mala idea utilizar este tipo de composiciones en habitaciones infantiles, ¿verdad? Además, se les puede hacer partícipes dejándoles pintar, recortando con ellos, etc.

martes, 17 de febrero de 2015

La chalk paint de Annie Sloan

Después de convertirme en una fan de Interiores y Nuevo Estilo y de visitar montones de blogs de padres que pueden personalizar muebles, diseñar habitaciones y hacer las más disparatadas invenciones en bricolaje, decidí que era el momento de lanzarme a la piscina. ¿Por qué no yo?
Si, como decían en sawdustandembryos, con un par de gemelas pueden (y el nuevo bebé que viene en camino), ¿por qué no podría yo?
Bien es cierto que no soy la persona más mañosa del mundo, sobre todo a la hora de utilizar herramientas y mi visión espacial, pero siempre hay atajos.

Leí en varios blogs sobre la pintura chalk paint. La hay de varias marcas, pero yo me decanté por la de Annie Sloan por ser "la original" y de la que más tutoriales se podían encontrar en la red.
Es verdad que el producto no requiere grandes conocimientos de restauración de muebles ni tampoco una destreza especial, pero siempre hay que hacer anotaciones.
Yo adquirí mi pintura en arribasdecoracion y, por suerte, fui muy bien asesorada. Me dieron tan sólo unos consejos básicos (¡para algo tienen sus propios cursos!), pero no se necesita mucho más para conseguir un resultado bastante aceptable. Otra cosa es querer hacer virguerías como velados, découpage u otros: ahí creo que los cursos se hacen realmente necesarios o, al menos, habría que hacerse con una tabla para el juego "ensayo y error".
Para comprar en España, se pueden encontrar las distribuidoras en la página oficial de Annie Sloan.


Sobre los productos, hay que distinguir entre:

- La pintura. La pintura tiene una base de tiza o yeso que le da una textura muy especial. Es fácilmente maleable, no gotea demasiado, cubre mucho (diría que a veces con una capa es suficiente) y sólo tiene una pega que no deja de ser también su mayor virtud: seca muy rápido. Esto quiere decir que si no se tapa bien el bote se puede quedar dura e inservible (cuidado: estos productos no son precisamente baratos). Pero, al mismo tiempo, con un par de horas de secado se puede dar la segunda mano y, un día después, la cera. Diría que, más importante que todo esto, es subrayar que la madera (o el metal, el cristal, la tela... ¡dicen que agarra sobre cualquier material!) no hay que lijarla. Basta con limpiarla bien con un jabón neutro diluido en agua para retirar el polvo y después ya se puede pintar. Y, si se trabaja en invierno, como hice yo, que no hace falta hacerlo a la intemperie ni con las ventanas abiertas: no huele nada.


- La cera. Este producto, en su versión clara para proteger y en su versión oscura para proteger y dar una pátina de envejecido al mueble, para mi gusto es más engorroso. Leí que se podía aplicar con brocha y también con un paño, pero ninguno de los dos me convenció. Quizá sería bueno probar con una tela de algodón sin nada de pelo, tipo sábana, para evitar que se rompa o que desprenda pelusa durante la aplicación. Tampoco lo puedo asegurar... Por otro lado, trabajar en un lugar bien ventilado se hace total y absolutamente necesario. La cera desprende un fuerte olor y además es muy tóxica. Esto no lo había leído en ningún blog, pero basta con leer el bote y ya se hace uno una idea. Luego el mareo y el agrietamiento de las manos lo corroboran (también aconsejo uso de guantes).


Una vez conocidos los productos que se van a utilizar, habrá que decidir dónde aplicarlos.
Yo compré un sinfonier de segunda mano del que me enamoré a través de internet. La foto del anunciante no era buena, pero ya me indicaba que era un mueble distinto, con cierto aire vintage, al que podría sacar mucho partido por la cantidad de cajones que traía. Por supuesto, esto suponía trabajo extra de quitar todos los tornillos y todas las piezas de los tiradores antes de empezar a pintar.


Respecto a la aplicación, como digo, es muy sencilla.
La pintura hay que removerla, ya que cuando se abre el bote parece agua y aceite, una arriba y otro abajo. Una vez bien removida, se podrá apreciar el verdadero color que se ha comprado. En mi caso fue el "greek blue". En una primera capa, dado que compré una brocha un poco basta, quedaban los surcos de las cerdas marcados en la pintura. Y es que, como digo, es casi una pintura que moldeas, no gotea apenas. Diría que en la primera capa de cajones tardé tres horas y en la primera capa del armazón del mueble otras tres. Con la segunda mano fue mucho más fácil: la utilicé, con la pintura un poquito diluida en agua, para cubrir irregularidades y dar al mueble un tono más uniforme. Además, en la parte superior, que era la más visible, di la capa haciendo círculos, así que ahora no hay surcos sino que hay un bonito efecto de semi dibujo.



Pasadas cuarenta y ocho horas, el mueble está listo para dar la cera. Basta con coger un pellizco con la brocha o el paño (para mí mucho más fácil con el paño, pero la brocha llegaba a rincones de difícil acceso) y extender la cera sobre la madera. En mi opinión, es mejor echar un poquito de más que de menos y, a los quince minutos (no más), pasar el paño sin cera para quitar el exceso y pulir. El pulido ha de ser suave: de lo contrario podríamos llevarnos no sólo la cera, sino también la pintura. En mi caso, como no dispongo de mucho tiempo, creo que dejé la cera secar más de la cuenta y ahora al abrir y cerrar cajones, a pesar de que pulí cada recoveco, a veces cae alguna lasca de cera.


Después de su aplicación, dejé secar la cera varios días. No sabría decir con exactitud cuánto tiempo es necesario para poder recolocar el mueble y, en mi caso, atornillar los tiradores. Esto último no fue, comparado con todo lo demás, tarea sencilla: los tornillos, al tratarse de un mueble de por lo menos treinta años, estaban bastante oxidados y algunos de ellos torcidos. No estoy orgullosa pero la verdad es que, aparte de un aparatito muy útil para atornillar, tengo que reconocer que usé también un martillo. Dentro de lo que lo permite esta herramienta, con suavidad, claro, para no hacer saltar la pintura.


El resultado final nos encanta. El mueble dota de mucha personalidad a la estancia y el color es muy vivo.


Animo encarecidamente a todos los que quiera atreverse con la restauración de muebles sin tener que pasar por lijados y otros trabajos que requieren más detalle. El resultado merece mucho la pena.