lunes, 2 de noviembre de 2015

Noche de risas en el TAM

El pasado sábado fuimos a ver la versión teatral de “Si lacosa funciona”. Aunque no coincidía la fecha, el 31 de octubre estaba bastante cerca de nuestro aniversario y para nosotros fue una noche especial.
Por las risas, por el destierro del negativismo de nuestras vidas, porque disfrutamos mucho cuando vimos la película en el cine… En fin, que para nosotros ir a ver esta obra era un éxito asegurado. Hay muchas ocasiones en las que tener la certeza de que algo te va a gustar se convierte en una auténtica losa que te impide disfrutarlo, pero no fue así en esta ocasión.

En su momento, como decía, vimos “Si la cosa funciona” en elcine. Nos gustó mucho. A mí me gusta mucho Woody Allen y a mi chico la moraleja (sencilla, sí) de esta película que, para él, es en cierto modo una filosofía de vida (tanto, que no ve la parte negra del mundo o esa parte no consigue mancharle).
Para preparar esta entrada, leo en todas partes que esta película carece de un argumento sólido, que la moraleja es simplista, que el protagonista parece más alguien “haciendo de Woody Allen” que interpretando un papel (el de Boris Yellnikoff) y que el director se exige cada vez menos.
En mi modesta opinión, cuando alguien es un genio, un artista o un creador, tiene dos salidas: subir cada vez más el listón, pedirse a sí mismo algo mejor cada vez (a sabiendas de que esa escalera no puede subir hasta el infinito y, si es honesto con su trabajo, dejar de crear) o hacer cosas medianamente buenas, entrañables, con ese toque especial que lo distingue a uno de los demás. Pues bien: es posible que esta cinta sea una más entre tantas de las que Allen haya creado siguiendo la segunda línea de actuación. ¿Y cuál es el problema? A lo mejor no es una obra maestra ni el culmen de su carrera, pero es una película muy bien construida, muy bien narrada; puede girar en torno a estereotipos pero son esos estereotipos y los chistes ofensivos y pesimistas los que nos hacen reír.
Creo que si la película nos hace reír, parafraseando el título de la misma, funciona.

Este sábado, al entrar al teatro, ver el escenario montado y vacío, el telón de terciopelo azul marino descorrido y la luz de ambiente bajar de intensidad hasta apagarse… Me entraron escalofríos. Porque ir al teatro es toda una experiencia. La música, la sonoridad de las voces de los actores y, en el caso de “Si la cosa funciona” de Alberto Castrillo-Ferrer, las proyecciones sobre el escenario de imágenes de Nueva York y la conversación entre el mismo Woody Allen y el Boris español (José Luis Gil): todo ello te transporta, todo ello lo vives en tu propia piel. Por supuesto, más que cuando ves una película en el cine. Y diría que incluso más que cuando lees un libro (y eso que ya te ponen delante las imágenes de lo que percibes).
Salí del teatro con la impresión de que la obra teatral superaba a la obra original.
Si en el cine vimos a Boris Yellnikoff romper la cuarta pared y hablar con el espectador… ¿Qué no se podría hacer en el teatro, donde el actor puede señalar, dirigirse o, si quiere, hasta tocar al espectador? Esa comunión es aún más patente. Esa enseñanza, esa historia de la que el protagonista quiere hacer partícipe al espectador se la da aquí directamente en su mano.
Por otro lado (y aunque los escenarios no dejaron de ser Nueva York, Dallas y otros elementos de la idiosincrasia estadounidense), al tratarse de una obra creada a partir de otra y aquí, la adaptación del lenguaje (especialmente del corporal) es mucho mayor que en el doblaje.
¿Qué decir de los actores? Maravillosos. ¡Todos ellos! Aunque José Luis Gil es el claro protagonista (así lo es Larry David) y con ello bromea al principio de la obra, aun salvando las distancias entre quien tiene bastante de monólogo y los papeles más cortos, son todos sublimes. Rocío Calvo hace un papelón, tal como en la transformación que sufre Marieta de la mano de Allen. Y, personalmente, me fascinó la interpretación de la coprotagonista, Melody. Una pena que ahora ya no recuerde (y sólo han pasado dos días, vaya memoria de mosquito la mía) el nombre de la actriz que sustituye a Ana Ruiz.


Si alguien tiene la oportunidad de verla y quiere pasar un buen rato, reírse y ver los detalles que iluminan esta vida a veces tan negra, que no se lo piense dos veces. Y, si no, a leer:
“La relación entre los dos protagonistas dibuja el pulso entre inteligencia e ingenuidad ofreciendo momentos tan hilarantes como absurdos. El relato esconde una sutil crítica a los que se piensan intelectualmente superiores, pues al final todos tenemos necesidades muy básicas: el amor, la comprensión, la amistad…