jueves, 31 de diciembre de 2015

Libros leídos desde agosto de 2015

“Cinco idiotas”, de Jakob Arjouni
Un buen libro para leer en verano. Cinco historias cortas, entretenidas, que permiten la lectura a ratos. Es bastante original pero, sin embargo, lo que en un principio es un punto a su favor al final se torna en su contra: en la primera historia, uno no se imagina el final; en la segunda, puede intuirlo; a partir de la tercera, se pierde el efecto sorpresa y se convierte en algo repetitivo.
“Caperucita en Manhattan”, de Carmen Martín Gaite
Me sorprendió que tanta gente a mi alrededor hubiese leído esta novelita. Imagino que durante años debió ser de obligada lectura en colegios e institutos, aunque yo no tuve la suerte. He de decir que, aunque lo haya leído hace unos meses, es un libro perfectamente apto para adultos. Sin duda, un acierto incluirla en la colección “las tres edades” de Siruela. Disfruté mucho con ella y disfrutaría también leyéndosela, dentro de algunos años, a mi hija.
“El hombre de los círculos azules”, de Fred Vargas
Una policíaca, por supuesto, género que me encanta. Tremendamente sencilla y a la par enrevesada. Mientras la lees y disfrutas de todos los personajes arquetípicos que se dibujan en las novelas policíacas, vas fabulando, conjeturando… Te aventuras a saber quién es “el hombre de los círculos azules”, cómo, por qué. Parece que el camino es llano, que al lector se le llama para que precisamente haga esas averiguaciones. Pero los giros de guión te sobresaltan más de una vez y se agradece la sorpresa.
“El faro por dentro”, de Menchu Gutiérrez
No puedo decir que el primer texto que incluye este libro, “El faro por dentro”, me gustase. No me pareció atractivo en absoluto. En cambio, con “Basenji” la experiencia fue muy distinta. Leo en todas partes que se trata la soledad, la locura… Pero yo estoy convencida de que se trata otro tema, la muerte, de una forma solitaria y enloquecida que es como probablemente nos enfrentemos todos a ese momento, a ese segundo del tiempo (eterno para nuestra mente que tiembla de miedo) en el que el alma se desprenderá del cuerpo. Se trata de una interpretación, pero para mí esa interpretación cierra a la perfección todo lo que queda reflejado página tras página, de Basenji a Anubis.
“María cumple 20 años”, de María Gallardo & Miguel Gallardo
Hace tiempo leí la primera parte y me encantó. No podía perder la oportunidad de leer esta segunda y, después, no perderé la de ver la película que se hizo del primer comic (¡no lo sabía!). Como en “Arrugas”, creo que el comic se convierte en el vehículo perfecto para comprender la vida de aquellos que no viven la vida dentro de la “n-o-r-m-a-l-i-d-a-d”. Como resumen, me quedo con la viñeta en la que Miguel comenta para sí mismo ante la reacción de un fan de María: “en la película es bonito, pero en la vida real no tanto”.
“Charlotte”, de David Foenkinos
Una novela con un estilo muy muy particular. Al abrirla el futuro lector cree que se va a encontrar con una serie de poemas o con una novela contada a modo de poema. Pero no, no hay rima. Sólo la estética de los versos. Al mismo tiempo, el autor se mezcla con la historia que está contando, habla de su fascinación por Charlotte Salomon, de su búsqueda desesperada por vivir los lugares que vivió ella en su infancia, adolescencia y madurez. El relato no puede dejar indiferente al lector por su contenido, sobre todo, y, como digo, por su forma. Y, después, indudablemente, el lector correrá a Google a buscar esas pinturas de la época breve y prolífica durante la que trabajó Salomon, consciente del destino que la aguardaba.
“El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, de Oliver Sacks
 Se trata de una compilación de historias clínicas del – entre otras cosas – profesor de Neurología Oliver Sacks. Algunas pueden parecer anecdóticas. Otras demuestran el cambio que puede suponer para una persona un daño cerebral, un acontecimiento que desencadena un cambio vital a un nivel extremo. Como no sentir tus miembros como tuyos. Como paralizarte. Como no poder hablar. Como no poder reconocer los nombres de las cosas. Lo interesante es que, meses después, leyendo “La fórmula preferida del profesor”, regresasen a mi memoria estos textos. Por aquellas personas que pierden la memoria pero también por aquellas, como los gemelos de Sacks, que ven el mundo en su esencia numérica y que parecen conectados directamente con el libro de dios, como genios tratados como enfermos.
 “Aeropuerto de Funchal”, de Ignacio Martínez de Pisón
Un recopilatorio de relatos breves, género que me encanta (tanto para leer como para escribir), y del que Martínez de Pisón es un magnífico exponente. Los relatos pueden parecer sencillos, pero cada uno es tan distinto, su lenguaje tan simple o tan complejo (los protagonistas son diversos), que no queda duda de la validez del autor. Al mismo tiempo que se puede disfrutar de la lectura, nos permite una introspección sobre la forma en que las personas vivimos, maduramos, nos enfrentamos, en fin a la vida. “Siempre hay un perro al acecho” es el que más me sobrecogió de todos.

“El laberinto de las aceitunas”, de Eduardo Mendoza
“El misterio de la cripta embrujada”, de Eduardo Mendoza
Se trata de dos novelas con el mismo protagonista, aunque no es necesario haber leído una para leer la otra. No obstante, empecé con “El laberinto” y, si quieres leer la otra, mejor empezar por donde hay que empezar. Más que nada porque todo se entiende pero creo que hay una depuración del personaje y del estilo de la novela que sólo se disfruta si se leen en el orden correcto. Son novelas policíacas absolutamente disparatadas, en las que el protagonista es un loco de atar (literal). Las valoré enormemente por su capacidad para hacerme reír, por sacarme esa sonrisa que te hace parecer ante el resto de usuarios de metro un poco de la olla… Y, también, por la cantidad de chascarrillos vulgares, cada vez más comunes a lo largo que se avanza (sobre todo en “El laberinto”, donde en el mayor momento de tensión una buena flatulencia corta absolutamente el ambiente). Sin embargo, en “La cripta” queda bastante del escenario en el que se desarrolla la acción (el fin del franquismo, el movimiento obrero, los partidos políticos…).
“Lo que ocurría es que, consciente de haberme rehabilitado, juzgando por ende innecesario prolongar el encierro prescrito por los tribunales y deseando gozar por fin de una libertad a la que me consideraba merecedor, no podía evitar que en ciertas ocasiones me traicionase la impaciencia y la emprendiese a palos con algún enfermero, destruyes artículos que no me pertenecían o tratase de violentar a las enfermeras o a los visitantes de otros internos que, quizá sin mala intención, no ocultaban como habría sido aconsejable su condición femenina.”

“ - ¿Quién anda ahí? – pregunté muerto de miedo.
Y de su escondrijo salió un negro fornido, lustroso y cubierto con un taparrabos de lamé, el cual, aprovechando mi inmovilidad, se acercó a mí, tanteó mis glúteos y dijo con palmario sarcasmo:
 - Yo soy aquel negrito del África tropical – y agregó haciendo restallar contra su piel aceitada el elástico del braslip – y te voy a demostrar las múltiples cualidades de este producto sin par.”

 “Las deudas del cuerpo”, de Elena Ferrante
 “La amiga estupenda”, de Elena Ferrante
 “Un mal nombre”, de Elena Ferrante
Una vez más, empecé una saga no por la mitad, sino por el final. Porque “Las deudas” era (ahora ya no, se publicó en octubre la cuarta entrega) la última publicación de esta historia de amores, pasiones y violencia; de amistades que no son tales, de envidia, de intento de crecer, de medrar, de ser más que los demás de alguna manera (ya sea siendo el más fuerte, el más rico o el superior intelectualmente). Literariamente hablando, me parece mejorable. A menudo se repiten las mismas fórmulas, las mismas palabras y, cuando la protagonista intenta hablar de su forma de pensar, de hablar o de actuar… no se sabe en el fondo de qué está hablando. Sin embargo (y supongo que de ahí el éxito y que en los próximos días me vea pidiendo la compra de “La niña perdida” en la biblioteca municipal), el contenido de la historia, los diversos temas que trata y la forma de entretejerlos todo tienen un gran valor. Aunque empecé la saga por la tercera entrega, no me arrepiento. No sé si hubiese seguido de haber leído la primera por la “falta de sustancia”. Porque “Las deudas” tiene mucha miga: la revolución del proletariado, la represión fascista, las bonitas palabras de los universitarios y la clase acomodada; la difícil conciliación de la vida familiar y laboral y, aún más, de la vida conyugal y personal; la vergüenza de la mujer respecto al sexo, los tabúes, la píldora anticonceptiva, la posibilidad de decidir… He leído muy buenas reseñas aquí. De hecho, creo que sintetiza muy bien el tema de la amistad femenina en “Un mal nombre”.

"- Debes dejarle más tiempo a tu mujer – dijo después, dirigiéndose a Pietro.
Dispone de todo el día.
- No lo digo en broma. Si no lo haces, no solo serás culpable en el aspecto humano, sino también en el político.
- ¿Y cuál sería el delito?
- El derroche de inteligencia. Una comunidad que encuentra natural sofocar la energía intelectual de tantas mujeres con el cuidado de los hijos y de la casa es enemiga de sí misma y no se da cuenta.
Esperé en silencio a que Pietro contestara. Mi marido reaccionó con ironía:
- Elena puede cultivar su inteligencia cuando y como le apetezca, lo esencial es que no me quite tiempo a mí.
Si no te lo quita a ti, ¿a quién va a quitárselo?"

“La fórmula preferida del profesor”, de Yoko Ogawa
Un libro bastante sorprendente. Escrito con sencillez y sin alardeos literarios, se trata de una historia de amor entre desconocidos y amor por la ciencia en un entorno de lo más familiar y entrañable. Me sorprendí buscando fórmulas matemáticas en internet e interesándome por comprender las teorías explicadas en la novela. “Primos”, “Perfectos”, “Cuadrados”, “Compuestos”… Todas estas palabras toman un nuevo significado en matemáticas.

“Cada mañana al despertarse y vestirse, le sentenciaban la enfermedad que padecía a través de las notas escritas por él mismo. Le obligaban a enterarse de que el sueño que había tenido no era el de la noche anterior sino el de la última noche que podía recordar, hace muchos años. Lo anonadaba el hecho de saber que su yo del día anterior había caído en el abismo del tiempo, del que no podría recuperarse nunca más. El profesor que había protegido a Root de la pelota fallida estaba ya muerto en el fondo de sí mismo.”

“¿Acaso no matan a los caballos?”, de Horace MacCoy
Una historia corta y concisa, que le hace a uno sentir el aire acabársele en el pecho imaginando decenas de personas bailando sin apenas descanso durante más de ochocientas horas. Un resultado cualquiera de la Gran Depresión estadounidense, una forma insólita y casi diría inhumana de ganarse, literalmente, el derecho a cama y sustento. Una historia de ilusión pero también de hastío. Del esfuerzo por salir adelante y de la rendición.

“El responsable de las ranas”, de Pedro Zarraluki
Una novela realmente asombrosa. A menudo parece que nos sumergimos en una nebulosa, pero una nebulosa construida de agua pútrida y hormigón. Los personajes son a cada cual más dispar y el tratamiento de un carácter trágico y a menudo también cómico. La historia de quien quiere ser un guía, vivir por libre, y acaba siendo el más mediocre de los mediocres. Como comentan en la contraportada del libro, “ninguna historia acaba bien si se prolonga lo suficiente”.

“(…) y aquella misma mañana alquiló un coche, a pesar de que el cielo estaba muy sucio y podía pasar cualquier cosa. Laura tomaba sin parar decisiones de este tipo, por lo que el azar tenía con ella realmente muy poco trabajo.”
“La gente no debería festejar el paso del tiempo, aunque siempre sea noble el obstinarse en celebrar el triunfo del enemigo.”

“Los infinitos”, de John Banville

Con total seguridad, el segundo mejor libro de este listado (y la mejor novela). En el ambiente de una casa de campo, con su jardín y su bosquecillo anexo, durante tan sólo un fin de semana, se unen el mundo celestial y el terrenal mientras los personajes se preparar para despedir a un familiar en sus últimas horas de vida. Lo más impresionante es que los dioses elegidos no son / es “Dios”, sino los dioses del Olimpo. Hermes es el narrador de la historia, al mismo tiempo narrador en primera persona y omnisciente. Aparecen también Zeus (quien le suele distraer de la acción) y, aunque no se diga claramente, Pan. Y, sin duda lo magistral de la obra: conseguir escuchar también la voz del moribundo, a quien apenas le quedan sus funciones vitales más básicas y de quien todos dudan si oirá o entenderá lo que sucede alrededor.


“Como almas que lleva el diablo”, de Barry Hannah

Barry Hannah fue el mayor descubrimiento del verano y el mejor libro que he leído. Queda apuntado el título para comprarme el libro (incluso en versión original, aunque no pueda apreciar todos los matices). Sería incapaz de resumir en unas líneas lo que me ha transmitido, lo que he disfrutado con los diferentes usos del lenguaje, con sus crudezas, con el retrato que hace de los distintos estratos sociales, edades, sexos… Una auténtica maravilla.
“Una anomalía de la cadena alimentaria que muy rara vez puede verse. Aquí tenemos al equivalente acuático de un zorro y una gallina en nuestra cadena. Recordemos al mismo hombre. Todos nuestros artilugios funerarios son una negación de la cadena alimentaria: ataúdes, piras, mausoleos o pirámides. Declarándonos tristemente al margen de ella. ¡Qué arrogancia! Pero no tenemos razón, no la tenemos. Seremos pasto de piojos, garrapatas y gusanos. No lo dudéis.”

“Esther Haste era una de aquellas mujeres a la que tendría que haber besado. Recordaba que cuando ella le declaró su amor, él pasaba casi todo el tiempo con Eileen, una belleza que se fustigaba y recitaba la lista de sus defectos como si no hubiera otra cosa en el mundo de la que hablar. Pronto quedó claro que este autodesprecio era sencillamente un barniz social que, a poco que se examinara, revelaba un egocentrismo sin límites, un solo de orquesta como él no había visto jamás; los ataques de Eileen a sus propias gracias eran la otra cara de un monólogo en el que sus encantos brillaban más por haberse puesto en duda.”

“La obligaría a salir, por ejemplo a la farmacia, y el amable patán que preparara la receta sacudiría la cabeza con desvaída cordialidad; luego, cuando ella saliera, él contaría su caso con senil monotonía junto a la caja registradora. Las sacudidas de cabeza se repetirían y un auténtico temor reverente recorrería la tienda como un mono con una pajarita. Clem no lo podía soportar. Imbéciles equipados de cebo y aparejo sacudirían la cabeza cuando el coche familiar pasara por delante y lamentarían “su caso”.”

“Me cabo la leche caburrido, ojala sería halcón o candrejo. Cuando lo vi la primera vez, pegué un bote dalegría porque no pasa nada emocionante ultimamente mas que coger algun conejo y meterme de cabeza comun cuete hastal fondo de la caña morada. Deacon Charles de lescuela de VT dice que palante, quescriba todo esto y que no lo cambie. Quiere verlo rapido porque e visto al Yarp. O alguien como el. Por favor, perdonen por no escribir bien pero intento esforzarme pa que por lo menos lortografia sea decente. Yo, un ombre de la montaña o un chico de diecinueve años, aquel día a las dos cuarentaiuno en punto de la tarde lencontré el primero en aquella carretera cuando subía a casa de la Missus Skatt.
Darn it were boring, wisht I were a hawk or crab. When I seen him first i Leapt out of my face for glad cause nothing moving lately but only rabbit nibble and run headfirst into the bottom of the purple cane. Deacon Charles at the VT school say go a head and write like this dont change. He wants to see it quick cause I seen the Yarp. Or somebody like him. Xcuse me please for not correct but I am hard attempting to spell at least sweller it being so important. Of a mountain man/boy nineteen first that day at two forty-one o’clock afternoon on the watch I found at the road going up to Missus Skatt’s House.”