lunes, 6 de marzo de 2017

Grace and Frankie

Con mi permiso de maternidad, la excedencia y la exitosa irrupción de Netflix en nuestra casa, el poder ver series a la carta ha copado buena parte de mis mañanas los días de mal tiempo.

Ha habido auténticas maravillas (lo comentaré en otra entrada, ya que he visto muchas series en muy poco tiempo), pero hoy me gustaría reseñar "Grace & Frankie". Quizá no diga mucho el nombre, no he oído nunca a nadie hablando de ella en la calle, pero creo que merece la pena verla por muchas razones. Y, quizá, la más llamativa: que los protagonistas son sexagenarios y septuagenarios. Y muchos dirán: "¿Qué me importa a mí esa serie? ¿Qué tengo en común con los protagonistas?". Pues yo respondería que, bien, quizá hoy yo no sea esa mujer sexagenaria, pero podría ser su hija, su nieta... y algún día seré ella. Además, ¿qué tengo yo en común con Daredevil o con Sherlock Holmes? ¡Pues eso!

La serie arranca con una idea cómica (aparece en la sinopsis de la serie, en la intro y en los primeros diez minutos del primer capítulo): a estas edades, los maridos de Grace y Frankie les dicen, durante una comida en un restaurante, que quieren divorciarse porque hay otra persona. Y esa persona es... ¡el otro! Les confiesan llevar décadas siendo amantes y ellas jamás lo habían sospechado. Eran compañeros de trabajo, amigos... ¿¡pero amantes!?

Parte de la primera temporada (de momento hay dos) gira sobre este descubrimiento. Sobre el trauma del divorcio, la explicación de un divorcio a hijos de treinta y cuarenta años, el salir del armario a esta edad (de cara a socios de negocios, tus hijos, tus nietos...).

Pero, para mí, lo más importante no es esto. Y es que la serie empieza a hablar de otros temas para mí mucho más trascendentales.
Porque Grace y Frankie no tienen nada en común. Grace (Jane Fonda) es una mujer de negocios, con sus joyas, con sus tintes, con su ropa conjuntada; levantó una empresa de cosméticos que va viento en popa y tiene la familia perfecta de cara a la galería. Frankie (Lily Tomlin) es una mujer que vive la vida con entusiasmo y con principios pero que no valora tanto lo material: es hippie, fuma marihuana, es una pintora, una artista, una activista... Y cuando sus maridos se divorcian ellas ponen tierra de por medio y se mudan al chalé que los cuatro compartían en los Hamptons. El chalé de fin de semana que comprado entre cuatro era posible y que ellas ven como el "nido de amor" de sus ex y hoy el único lugar en el que refugiarse.

Y, así, ahí van los temas que más me han interesado:

    * Menospreciamos la tercera edad, como si fuese un momento de declive.
A menudo se representa en las series y en las películas la problemática que viven adultos, adolescentes, minorías étnicas, mujeres... Pero no es tan común que veamos gente mayor en una serie o en una película con un papel protagonista. Incluso en nuestra vida diaria, parece que la gente (ya ni mayor), cuando se jubila, "desaparece". Pasa a un segundo plano y no se les considera ni población activa (no lo son en cuanto a lo laboral pero, ¿qué ocurre con el ocio, por ejemplo?) ni población objetivo para publicidad a no ser que hablemos de compresas para retener los escapes de orina o el pegamento para la dentadura.
¿De verdad? ¿Es esto lo único que podemos pensar de nuestros mayores? ¿Somos tan inconscientes como para pensar que nosotros también llegaremos a los 60, a los 70, nos jubilaremos, y nos sentaremos para siempre en un sillón orejero, sin hacer nada y sin consumir nada, sin, en definitiva, vivir?
Cierto es que en determinados momentos y según la vida que se haya llevado y la herencia genética, los problemas de salud pueden llegar. En la serie vivimos de hecho un infarto y una muerte. Pero es parte de la vida y así se trata. De hecho, hablar de cáncer, de muerte, de tratamientos o de eutanasia es algo que no había visto así antes en la televisión. Y he de decir que la serie no se convierte en ningún momento en un pozo de lágrimas ni en un drama tal que le deje a una con mal cuerpo. Incluso diría que es todo lo contrario. Un canto a la vida y a ser conscientes de que podemos estar más cerca del final pero, precisamente por eso, estamos llamados a vivir con más intensidad y a decidir más rápidamente lo que realmente queremos.

    * Amistad en la tercera edad y lo absurdo del rencor o la rabia.
Enlazando con lo expuesto anteriormente, ¿por qué negarnos lo nuevo? ¿Por qué no dejar nuestros zapatos de tacón de aguja o nuestro cardigan de cachemira de lado y tirarnos en la arena de la playa a fumarnos un porro con una hippie aficionada al canto difónico?
Lo que no tiene sentido en la juventud, lo que nos separa de aquellos "diferentes" (etiquetados como diferentes pero iguales en esencia), deja de existir en la tercera edad. Mucha gente ha desaparecido. De muchos nos hemos despedido. Y lo que la vida nos da lo debemos tomar.
No tiene sentido un enfado tonto. No tiene sentido dejar de hablar a alguien o no perdonar "hasta que" o "durante", ya que no sabemos de cuánto tiempo contamos. Qué ilógico vivir esperando que algo suceda para cambiar una actitud propia que en el fondo nos está haciendo daño. ¿No es otra lección de vida que merecería la pena aprender antes de llegar al último tercio de nuestra vida?

    * Sexo y amor en la tercera edad.
Si primero fueron nuestros padres los seres asexuados como los ángeles (¿salimos realmente de un repollo? ¿nos trajo la cigüeña?), después lo son "los abuelos". Parece increíble que se plantee el sexo a la tercera edad. ¿Pero dejamos de emocionarnos, de sentir, de vivir con ganas e incluso pasión sólo por llegar a una edad determinada? Más bien son los tabúes y también el conservadurismo lo que nos ata, como a Grace. Será Frankie quien le grite en la cara la palabra "vagina" (por favor, ruego a los traductores de las producciones estadounidenses que empiecen a traducir como "vulva", poco me importa que ellos digan vagina) a Grace. Será una de sus amigas quien le regale un consolador. Y ella, por supuesto, se escandalizará, porque es... Lo Que Toca.
Ambas viven un verdadero shock cuando sus maridos les cuentan la realidad de los últimas décadas, pero son capaces de reponerse y, ¿por qué no?, de intentar encontrar el amor. A veces con poco éxito (ya sea amoroso o sexual), a veces viviendo un cuento de hadas o una aventura canalla con un ex presidiario. Nada se le niega a uno más que lo que uno se quiere negar.


Pero, para mí el gran toque de atención de esta serie es la creación de Frankie: un lubricante de base natural (ñame) para mujeres. Natural, ecológico (luego su lucha contra el aceite de palma) y pensado para las mujeres mayores que sufren de sequedad vaginal. Sí, porque mucha viagra para ellos pero... ¿y ellas? Ah, no, que sólo son ellos los que tienen pulsiones sexuales y viven su sexualidad con jovencitas (¡ja!). De hecho, ambas tienen un anuncio que hacer a sus hijos y a sus ex en el último capítulo. Los dejan a todos de piedra y salen a ritmo de hip hop de la casa, dejándoles a todos pasmados. La mejor escena, el resumen del ninguneo y de la revolución que sufren y viven. La dejo para el disfrute de aquellos que se animen a probar con esta serie.

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